Dos personas en una conferencia de prensa al aire libre con un micrófono y un cartel que dice "Impulsar Articular Vèncer".
POLÍTICA

La CUP asume el fracaso del ‘procés’ y agota su último cartucho

Sin en el caramelo de la independencia de por medio, la CUP se enfrenta a su legislatura más determinante

La pérdida de la mayoría independentista es una realidad que antes o después tenían que asumir los partidos procesistas. ERC, cuyo único objetivo era evitar la repetición electoral, empezó a hacerlo pactando con el PSC. Junts, en cambio, sigue atado al procesismo simbólico y espiritual, con un Puigdemont que tiene inutilizado al partido.

Pero lo cierto es que ha sido la CUP el primer partido que ha asumido el nuevo escenario de manera explícita. No es para menos: la formación anticapitalista ha acusado la decadencia electoral tanto por procesista como por ‘woke’. Y es que, sobre la situación electoral (y social) de la izquierda catalana, hay algo de lo que no se ha hablado demasiado.

Nos referimos a la posibilidad de que partidos como la CUP o ERC corren el riesgo de desaparecer. De hecho, los sondeos sobre la repetición electoral dejaban a ERC por detrás del PPC y a la CUP con una presencia testimonial. Y aunque se haya evitado la repetición electoral todavía no está claro que esta legislatura vaya a ser el resurgimiento de los dos partidos.

Foto de personas

Borrascas en el radar

Por el momento, republicanos y cupaires no tiene motivos para ser optimistas. El PSC se ha hecho con el poder, Europa va en todas direcciones menos en la dirección ‘woke’ y Aliança Catalana marca el compás nacionalista. Sin contar con que la década procesista ha dejado una Cataluña exhausta y con problemas reales que ahora han explotado.

Ante esta realidad, la CUP ha empezado por hacer unos ajustes mínimos, que son ajustes simplemente operativos. Porque a nadie se le escapa que la CUP se ha caracterizado por ser un partido bastante torpe. Liderazgos tan cambiantes como el viento, cultura asamblearia, automarginación política y un lenguaje críptico que solo podía acabar en humor y en parodia.

No olvidemos que en 2015 una asamblea de la CUP empató a 1.515 votos para investir a Artur Mas. Esta clase de episodios (unidos a otros como el de la infiltración de policías dentro del partido) no han dejado muy buen recuerdo en algunos sectores de la política Catalana. David Madí, la mano derecha de Mas, bautizó a la CUP como “secta política encallada a medio camino entre una versión cutre del comunismo y un club de cannabis”.

Laia Estrada hablando ante la prensa en el Parlament de Catalunya

Cambios en la CUP: un espejismo y el último cartucho

¿Qué ajustes operativos ha hecho la CUP? En esencia, ha reorganizado la cúpula (secretario general y coordinador diferenciados) y ha alargado el mandato del líder. Y como explicábamos ayer, el nuevo líder sí es un rostro nuevo: Non Casadevall, un especialista en religiones y profesor de religión católica en secundaria.

Aunque lo más revelador de esta reforma del partido han sido los términos con los que lo han vendido. En la presentación de la directiva, hablaron de “pasar página”, del fin de un ciclo independentista, de “cambio de liderazgos” y de “hacer los deberes”. Es decir, que los cupaires dan por descontado que su situación era la de renovarse o morir.

Como decimos, todos estos cambios son simplemente operativos y responden al propio equilibrio de la estructura de un partido político. Pero a falta de que la nueva dirección empiece a hablar, por el momento los contenidos ideológicos no son nuevos. Es más, todavía están bastante anclados al pasado.

Aunque esté en el Parlament y no en la nueva directiva, Laia Estrada hablaba hace un mes en el Café de Ideas de resucitar el “independentismo popular” o la confrontación democrática. Y en unos términos casi idénticos se expresó el nuevo líder, Non Casadevall. En el acto de presentación, Casadevall habló de “refundación del independentismo popular a partir de una estrategia de ruptura democrática y un programa social”.

Sin la llave de gobierno que hasta ahora tenían y con todo el desengaño social acumulado, la CUP se enfrenta a una legislatura determinante. El problema de la vivienda ha estallado, el debate de la inmigración ya está aquí y el sentimiento nacionalista está peor que nunca. Además, tampoco hay que pasar por el alto que el PSC no tiene ninguna razón para darle a la CUP la clásica sobrerrepresentación mediática que sí le dio el procesismo.

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