Una mujer habla en un podio durante una asamblea de Catalunya En Comú con varias personas sentadas detrás de ella y una audiencia al frente.
POLÍTICA

Aquí no caben tantos: la olla a presión de la izquierda catalana

El congreso de ERC dará inicio definitivamente a la lucha por un espacio político cada vez más pequeño

En Cataluña solo hay un mercado que esté más saturado que el inmobiliario, y ese es el mercado de la izquierda soberanista. Esto obedece al inicio del postprocés, que además de la pérdida de la mayoría indepe también ha supuesto una reorganización estructural de la vida política.

Y uno de los efectos más interesantes de esta reestructuración es la situación de la izquierda catalana. Porque no hay que olvidar que, electoralmente, la izquierda ‘woke’ cayó incluso más que el procesismo.

Esta presencia tan variada de las izquierdas en Cataluña obedece a que el procés adoptó una fuerte carga ‘progre’ con el fin de diferenciarse del resto de España. Como era de esperar, esto solo podía conducir a una situación contradictoria y tendente al conflicto.

Es decir, que no se conseguía la unidad ni dentro del independentismo, ni dentro de las izquierdas. El efecto es palpable: la política catalana está más fragmentada que nunca, con un Parlament enrocado en bloques.

Un grupo de personas camina por un pasillo con cortinas rojas, llevando carpetas y libros.

Renovaciones y dardos

Los primeros en renovarse fueron los de la CUP, que arrastraban el Procés Garbí desde hacía tiempo. En realidad, su renovación no ha pasado de algunas modificaciones orgánicas internas. Por lo demás, el discurso es el mismo. Nos referimos a la cuestión del ecologismo, feminismo, integración social, etc. De hecho, los cupaires han creado un nuevo ente procesista llamado Nexe Nacional y que no es más que otro altavoz del “nacionalismo catalán desde la izquierda”, como dice su manifiesto fundacional.

Por su parte, ERC está a punto de concluir su renovación, que por méritos propios se ha convertido en una polémica de interés público. Y a menos que gane una candidatura unilateralista como Foc Nou, todo apunta a que los republicanos seguirán vendiendo ese combo de nacionalismo y progresismo contemporáneo. Aunque su problema real es más bien operativo, es decir, cómo aprovechar esta legislatura para remontar su decadencia.

Y entre la CUP y ERC estuvo la renovación de los Comuns, que fue hace exactamente una semana. El patrón fue el mismo: advertencias al PSC (cuando el PSC ha alcanzado sus máximas cotas de poder), apertura de debates polarizadores (acabar con la escuela concertada) y críticas al resto de izquierdas. Jéssica Albiach acusó a todas las izquierdas de formar parte del “frente conservador”, bien fuera con el PP o con Junts.

Jéssica Albiach hablando en un podio con el logo de

Esta situación es curiosa si se tiene en cuenta que, hace menos de un mes, diferentes representantes de estos partidos se dieron cita en Gerona para hablar sobre la desunión de las izquierdas soberanistas. Desde Pere Aragonès hasta Lluc Salellas y pasando por Xavier Domènech o Pisarello: nadie faltó a esta cita. Y nada menos que hablaron de la agenda política que debían seguir durante la “próxima década”, según explicaron.

Una legislatura de duelos y juego corto

No es descartable que la decadencia de estas formaciones políticas pueda forzarlas a unificarse durante la “próxima década”. Mientras tanto, lo más probable es que luchen entre sí para hacerse un hueco dentro del cada vez más pequeño espacio de la izquierda catalana. El motivo de esta cruda competencia es que, como decimos, sus renovaciones ideológicas han sido un espejismo.

Las tres fuerzas insisten en capitalizar los asuntos de género, ecologistas, sociales y temas afines. Pero en lo esencial del discurso no han presentado matices o autocrítica. Solo Alfred Bosch ha presentado un discurso más disruptivo en una materia como la inseguridad, que sí preocupa a los ciudadanos.

Dos hombres conversando en un entorno formal con personas al fondo.

Paralelo a esto, está la cuestión del votante nacionalista y del debate sobre la independencia, que es el suelo del procesismo. Y aquí, nuevamente, los precedentes no son buenos. Cuando la política catalana escora hacia la independencia, las costuras de la izquierda estallan. Todavía hay mucho votante nacionalista - ahora abstencionismo - que recuerda la postura de los Comuns en el 2017.

Al final, todo este clima de desunión y conflicto ha llevado al éxito del PSC, que se ha beneficiado del hartazgo y el abstencionismo. En consecuencia, esta legislatura será la legislatura de mantenerse al abrigo del PSC y de no parecerlo. Mientras tanto, Cataluña se enfrenta a tres incógnitas: el abstencionismo, el problema de la vivienda y el recorrido de Aliança Catalana. 

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