ERC: unidad vendo, pero para mí no tengo
Algunas candidaturas que piden rehacer la unidad ‘indepe’ no han conseguido ni unirse entre sí
En la Cataluña procesista, defender la unidad independentista iba con el cargo. La “unidad” siempre fue el pegamento de la clase política procesista, que es una partitocracia a nivel autonómico y con vocación nacionalista. Esto ha conducido a una paradoja muy particular, que consiste en la imposibilidad de conseguir la unidad a pesar de reivindicarla todos.
Las llamadas a la unidad, en definitiva, eran otro de los útiles de la caja de herramientas políticas del procesismo. En función de las circunstancias, se reivindicaba la unidad con la vista puesta en algún interés circunstancial, siempre partidista. Esta es la causa fundamental de que, de todos los movimientos políticos, el independentismo tal vez sea el que peor se lleva consigo mismo.
Los ejemplos han sido muy numerosos, y ahora, que el procesismo pierde posiciones y se repliega agónicamente, los ejemplos se han multiplicado. De paso, revelan hasta qué punto el procesismo estaba infiltrado en la sociedad civil, los medios de comunicación y lobbies varios. Ahí está, por ejemplo, la tensión entre la ANC y Òmnium, o la guerra de nunca acabar de Junts y ERC, que han encontrado en Madrid otro escenario para luchar.
Casi todos los ámbitos tocados por el procesismo acaban siendo pequeños microcosmos de la desunión. Y en estos momentos, el ejemplo más clamoroso es el de ERC, que protagoniza una de las guerras internas más crudas que se recuerdan. Junts, PPC o los Comuns, en cambio, las resuelven con bastante más discreción.
Unidad para los demás
El próximo 30 de noviembre, ERC celebrará su congreso nacional y desbloqueará una de las incógnitas de esta legislatura. Son cuatro las candidaturas que se presentan: Militància Decidim (Junqueras), Nova Esquerra Nacional (Godàs), Foc Nou (Helena Solà) y Recuperem ERC (Martínez-Gil). Si ningún candidato obtiene el 50% de los votos, se hará una segunda vuelta con los dos más votados, lo cual puede traer novedades inesperadas.
Este tablero de cuatro jugadores tiene dinámicas propias, de tal manera que la competición se presenta entre Junqueras-Godàs (sí a Illa) y Solà-Martínez (no). Y si algo caracteriza a las cuatro candidaturas son las llamadas a recuperar la unidad, a reconectar con Cataluña y, en definitiva, a la armonía. Ahora bien, la armonía se acaba cuando toca a hablar de los adversarios.
Nuevamente, algunos casos son muy ilustrativos. Las candidaturas de Solà (parecía que la iba a dirigir Alfred Bosch) y de Martínez Gil, por ejemplo, tienen como objetivo prioritario y fundamental rehacer la unidad independentista. Ahora bien, ambas candidaturas no han conseguido empezar por su propia unidad.
Preguntado por la división del voto con Foc Nou, Martínez-Gil respondía en una entrevista para ElNacional que “esto tendrían que preguntárselo a ellos. Por mi parte, y tanto que lo intenté”. Y en otra entrevista para el mismo medio, Alfred Bosch se preguntaba “¿Cuál es el problema al hablar con otros grupos que también quieren la República Catalana?. ¿Por qué nos tenemos que estar peleando, sacándonos los ojos con otros grupos que también quieren eso?”.
Y en lo que a Junqueras y Godàs (Rovira) respecta, las acusaciones y señalamientos mutuos entre sectores han sido constantes. Junqueras, por ejemplo, habló de que, siendo él presidente del partido, la ejecutiva del partido ideó las cloacas de la B. Y hace pocas semanas, uno de los apoyos de Godàs, Xavier Vendrell, acusó a Junqueras de “esconderse” en Montserrat durante la declaración de independencia.
La gran incógnita: ¿Y después?
Más allá de la habitual competición dentro de un partido, exacerbada en el caso de ERC, la duda está en qué hará ERC después del congreso. Por el momento, transitan el único camino que se les abrió cuando hicieron presidente a Illa: ganar tiempo hasta resolver su situación interna.
Pero una vez resuelta la catarsis colectiva, ERC se enfrentará a un panorama electoral muy delicado para el partido. Por una parte, el procés se ha desinflado y ha tomado la forma de un desengaño que tiene mucha memoria. Por otro lado, la negligencia de la década procesista ha dejado una herencia compleja en términos sociales.
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