El procés se desinfla sin remedio: la losa de Pujol y el retiro suizo de Marta Rovira
El fin de la década procesista todavía se deja notar y Pujol baja a la tierra el proyecto independentista
Resulta innegable que el procés tal y como lo conocíamos ha colapsado. La pérdida de la mayoría indepe pinchó una burbuja cuyos restos todavía se dispersan por el ambiente. Esto apunta a que la actual legislatura es de reajuste político y reasignación de las piezas. En este sentido, la política catalana ha abierto varias líneas importantes: la irrupción de Sílvia Orriols, el éxito del PPC o la decadencia de la izquierda ‘woke’ y antisistema.
A partir de aquí, el procesismo ha empezado a colapsar por partes. Porque no solo se ha hundido un discurso - cuya contrapartida es ahora el abstencionismo -, sino también toda una red de intereses creados. El único sector que se mantiene al margen es la prensa subvencionada, cuya capacidad de adaptación le permite seguir oficiando de altavoz de la confrontación partitocrática.
Y este colapso político se refleja en un goteo constante de anécdotas que, de entrada, pueden parecen secundarias, pero que son muy reveladores. Y las dos últimas anécdotas resultan doblemente iluminadoras por los personajes que las protagonizan. Uno se puede considerar como el abuelo del procés, Jordi Pujol, y el otro como la nieta, Mara Rovira.
Pujol y Rovira
“No seremos independientes. España es un país muy poderoso, que tiene una de las dos o tres lenguas más importantes del mundo. Nosotros podemos aspirar a salvarnos, pero debemos hacerlo a través de negociar”. Así se expresaba el expresidente Pujol este fin de semana en un acto en Castellterçol.
Con estas palabras, Pujol pone medidas al que fue uno de los mayores errores procesistas: hacerse una caricatura de España como un Estado débil e ineficaz. Esto también lo había denunciado David Madí, que no dudó en admitir que España “tiene una cultura de poder admirable”.
De paso, Pujol coloca otra vez al catalanismo en la casilla de salida, es decir, volviendo al clásico pragmatismo catalán. “Nosotros podemos aspirar a salvarnos, pero debemos hacerlo a través de negociar”, dijo Pujol ante los micros:
Y con una coincidencia también muy simbólica, poco después de estas palabras de Pujol era noticia que Marta Rovira había decidido quedarse a vivir en Suiza. Un repaso a las reacciones ante esta noticia muestra que los más indignados fueron los propios independentistas.
Muchos recuerdan que Rovira dijo que “lucharían hasta el final” y que había vuelto a Cataluña para “terminar la faena”. Y esta “faena” ha consistido de facto en diseñar el acuerdo con el PSC para evitar la repetición electoral e intentar matar (políticamente) a Junqueras.
Y antes de todo esto también hemos asistido a otros episodios que han servido para mostrar la naturaleza partitocrática del procés. Después del 12M, por ejemplo, la guerra entre Junts y ERC llegó a su máximo, ambos partidos protagonizaron sus respectivas luchas internas (mucho más dura en el caso de ERC) y Aliança Catalana se consolidó como actor indepe antiprocesista. Esto ha dejado un reguero de incontables juguetes rotos, que van desde Laura Borràs hasta Toni Comín.
El PSC aprovecha el hueco y el independentismo se intenta renovar
El colapso de la estafa ha dejado un clima social de enorme desengaño hacia la política, maximizado además por la lista de problemas de Cataluña, entre los que destacan la seguridad y la vivienda. Esto explica que el PSC haya puesto las largas y apueste por exprimir al máximo el margen de mejora existente.
Por el resto, la incógnita está en cuál será la nueva mutación del nacionalismo catalán, que es una realidad social objetiva. Por ahora parece muy probable que se intente vender al electorado una renovación política a través de las figuras de Puigdemont y Junqueras. Solo el tiempo y las condiciones de vida dirán si el independentismo consigue recuperar por lo menos al abstencionismo.
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