Un grupo de personas camina por un pasillo con cortinas rojas, llevando carpetas y libros.
POLÍTICA

El giro estratégico de la CUP para acabar como una nueva ERC

Anticapitalistas y republicanos compiten por el mismo premio: presentarse como la muleta más útil del PSC

Con la marca habitual de la casa, el fin del ‘Procés Garbí’ de la CUP estuvo envuelto en muchos conceptos y palabras difíciles. Pero lo cierto es que la CUP hizo algo tan sencillo como abandonar una estrategia que no funcionaba y probar con otra. Y la estrategia que ahora prueban consiste en no automarginarse en nombre de la “lucha anticapitalista” o cosas por el estilo.

Esto se traduce en ejercer como otra institución partitocrática más. En el caso de la CUP, hemos visto cambios en la cúpula, creación de altavoces (como ‘Nexe Nacional’), modificaciones en la comunicación y alianzas con otros partidos. Por motivos circunstanciales, estas alianzas se concretan en ser otra de las muletas del PSC.

En este contexto, la CUP quiere vender la idea de que, desde dentro de las instituciones, es más sencillo realizar una transformación revolucionaria, anticapitalista, socialista, etc. De paso, el establishment le da recorrido en radios, televisiones y periódicos, y publicita sus habituales performances, como aplaudir la violencia contra los Mossos. Es decir, que la CUP pide su espacio y el establishment, amparado ahora por el PSC, le da el que considera oportuno.

Plano medio de Laure Vega de la CUP hablando con un micro en la mano

Esto explica, por ejemplo, que la nueva cara conocida de la CUP sea Laure Vega, y no Laia Estrada, autora esta última de la frase “el PSC[de Illa]más de derechas y españolista de la historia”. Esto no es ninguna sorpresa si tenemos en cuenta que los partidos que funcionan se caracterizan por silenciar voces y buscar la uniformidad ideológica. Y ahora, sobre los temas importantes, como la OPA del BBVA al Sabadell, se pronuncia Vega, que ayer pedía una “banca pública catalana” en el Parlament:

A la CUP, en definitiva, ahora no le interesa enredarse otra vez en la pluralidad de voces y asambleas. Todo lo contrario: la CUP continúa con su intención de influir en el Govern del PSC para, después, vender esa influencia como determinante. También ayer, por ejemplo, Dani Cornellà, diputado de la CUP en el Parlament, invitaba al presidente Illa a no cambiar su postura en materia de energía nuclear:

El problema de esta estrategia

La estrategia de convertirse en un partido normal tiene un profundo inconveniente: y es que hay mucha competencia. A pesar de que la “izquierda soberanista” dice buscar la unidad, lo cierto es que tienen que luchar entre sí para quedarse con una parte del pastel. Porque, dejando de lado al PSC, en la izquierda woke catalana ahora hay tres partidos: ERC, Comuns y CUP.

Además, estos tres partidos tienen la agravante de que compiten por un espacio político que no solo es pequeño, sino que cada vez es más pequeño. Y es que, con la crisis de la vivienda, el aumento de la inseguridad y la inmigración, la izquierda catalana ya perdió su momento. Nuevamente, esto no es nada extraordinario: la ciudadanía les dio su confianza durante unos años hasta que dejó de hacerlo.

Plano medio de Laia Estrada hablando desde un escenario con una mano medio levantada y de fondo varios dirigentes de la CUP como Laure Vega o Xavi Pellicer con cara triste

Y, en lo que a la CUP respecta, los anticapitalistas actúan ‘de facto’ como la competencia de ERC. De hecho, su estrategia comunicativa es calcada: hacer ver que, gracias a su presión, dirigen la acción del PSC. ERC, por ejemplo, hace esto con la financiación singular o el traspaso de Rodalies.

En conclusión, se confirma que esta es una legislatura de reorganización después del vendaval que supuso el procés. Las próximas elecciones autonómicas (y municipales) serán clave para depurar la política catalana.

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