El silencio de Carles Puigdemont mientras arde Junts per Catalunya
Él está con la amnistía y que Turull apague los fuegos: no se pronunció sobre la inmigración y tampoco con la expulsión de Cristina Casol
Puigdemont ya tiene bastante con la amnistía como para ensuciarse con la guerra interna del partido. Hizo lo mismo con la cuestión migratoria, sobre la cual no se pronunció. Y ahora, entre acusaciones cruzadas de machismo dentro de Junts, Puigdemont no dice nada y deja hacer.
Le ha cogido gusto al silencio
Hay muchas razones por las que Puigdemont puede guardar silencio. La más probable es que quiera mantener una cierta aura de líder moral que está más allá del barro. Llevar sus planes a la realidad es algo que ha dejado en manos de Turull. Y para eso, la lucha ideológica con el sector de Laura Borràs es demasiado inconveniente en este momento.
Porque a menos que tenga un plan oculto que supere incluso a las capacidades maquiavélicas de Sánchez, parece claro que Puigdemont está en trámites de resurrección. Más concretamente de la suya y la del partido. Esto implica un cambio de rumbo que no es fácil llevar a la realidad, ni pragmática ni ideológicamente.
Hasta hace poco, Puigdemont estaba instalado en una mezcla de impotencia e idealismo político. Pero las circunstancias quisieron que de la noche a la mañana tuviera una de las llaves de la investidura. Algo que aprovechó aun sabiendo que sería difícil de gestionar de cara a la galería. Porque no es tan sencillo pasar de decir “Sánchez no será presidente con los votos de Junts” a hacer presidente a Sánchez con los votos de Junts.
Puigdemont assegurava a l'ARA que no investirien Sánchez
Y el caso es que este cambio de rumbo implica que el partido refleje de manera inmediata y certera sus decisiones. Lo cual se traduce en un férreo control de la maquinaria interna. Y por lo que respecta a la ‘realpolitik’, parece que Puigdemont ha aprendido algo durante estos agónicos años. Concretamente, que el líder partido se tiene que mojar lo menos posible.
Para eso ya está Turull
El que no apuesta no gana y el que no se pronuncia no recibe. Excepto si tienes a Jordi Turull. El procedimiento es de una regularidad milimétrica: Puigdemont decide algo, lo habla con Turull, lo ejecuta Nogueras y Turull sale al día siguiente a justificarlo en prensa. Véase lo que pasó con la inmigración:
Y otro tanto se puede decir de la ley de amnistía: Puigdemont dijo que no y al día siguiente ya estaba Turull justificándolo. Todo esto sugiere que, en definitiva, Puigdemont avala el castigo ejemplar que se le ha dado a Casol. Después de hacer efectiva su expulsión del grupo parlamentario, figuras de Junts se encargaron de justificarlo a través de las redes. Tocado y hundido.
Y luego, claro, está lo fundamental del asunto: que Borràs representa el sector unilateral de Junts, o sea, el discurso perfectamente inconveniente ahora. En pleno tránsito hacia Convergencia y en negociaciones para conseguir la amnistía, lo último que necesita Puigdemont es ruido de sables. Y si lo hay, que los empuñen otros.
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