Vuelve Convergència
La pelea orgánica tras el viraje estratégico
La guerra abierta en Junts per Catalunya se recrudece. El sector institucional encabezado por Jordi Turull ha puesto la directa contra la vicepresidenta Aurora Madaula, afín al sector de Laura Borràs. De esta forma se confirma la vuelta del partido de Carles Puigdemont a las esencias de la vieja Convergència.
La nueva guerra empezó con el discurso de Madaula señalando las violencias machistas de compañeros de partido desde la tribuna del Parlament. Algo que desató la indignación entre sus rivales internos. Hasta el punto de que Anna Erra, presidenta del Parlament, ha citado a Madaula para tratar su continuidad en la Mesa.
Esto es relevante, porque Anna Erra fue la apuesta personal de Jordi Turull para relevar a Laura Borràs en la presidencia del Parlament. Se confirma así el órdago de la antigua Convergència a la presidenta. Una pelea que va más allá de lo orgánico y que coincide con el viraje estratégico del partido de Puigdemont.
La lucha por el poder en Junts
El espacio postconvergente arrastra desde hace tiempo una guerra que somete a Junts a una tensión constante. Por un lado está el secretario general, Jordi Turull, representante de la línea continuista con la tradición convergente. Por otro està la presidenta, Laura Borràs, portadora de una línea rupturista.
Los de Turull son partidarios de la moderación y el pragmatismo, y de reconstruir la unidad independentistas con ERC. Los de Borràs defienden la tesis de la confrontación y la guerra total contra Esquerra. Los convergentes defendían el acuerdo con el PSOE, los rupturistas el bloqueo y nuevas elecciones.
En el medio está Carles Puigdemont, que no tiene ningún cargo orgánico pero actúa como árbitro en la sombra. Su decisión de investir a Pedro Sánchez confirma el retorno del partido a la vieja Convergència, cuya seña siempre fue la negociación en Madrid y el “peix al cove”. Esto acelera la lucha por el poder en Junts.
¿Hacia la escisión?
La desaparición del PDeCAT ha dejado huérfano al espacio nostálgico del pujolismo, con figuras como la del expresident Artur Mas. Él fue uno de los que defendió desde el principio la necesidad de encontrar vías de acuerdo con el PSOE. Este sector, en el que hay también un importante sector empresarial del país, ha encontrado en Turull el vector político para arrastrar a Puigdemont a su terreno.
Para ellos, Laura Borràs representa los excesos que tanto en las formas como en la estrategia aleja a Junts de su gen convergente. La presidenta consiguió imponer la ruptura con el Govern de Pere Aragonès en octubre pasado. Pero eso no hizo más que recrudecer los recelos entre las dos almas del partido.
Los convergentes aprovecharon el escándalo de corrupción de Borràs y su salida de la presidencia del Parlament para debilitarla. A regañadientes, esta acabó aceptando a Anna Erra como su sucesora en el cargo. Pero a cambio blindó su cargo como presidenta, y las inminentes elecciones generales aplazaron el debate de la escisión.
Borràs, acorralada
El caso Madaula vuelve a propiciar una oportunidad para acometer la ofensiva final contra Laura Borràs. Esta ha mostrado su respaldo incondicional a la vicepresidenta, frente a las voces que piden su dimisión como el líder comarcal Carles Bosch. Este fue uno de los que se opuso con más ahínco a la salida del Govern en 2022.
Estos ven la liquidación política de Aurora Madaula como la antesala del derribo de Borràs. La presidenta ha dejado claro que no tiene intención de rendirse, al menos hasta el próximo congreso nacional. Pero el nuevo contexto político y el aval de Puigdemont a las tesis de la vieja convergencia decantan claramente la balanza a favor de Turull.
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