Carlismo woke
De tan singular que quería ser, Cataluña optó por ser contradictoria
Para el que tiene vocación literaria, el mundo se le presenta máximamente generoso. Si eres sensible, ves desfilar perlas. En autobuses, salas de espera, en terrazas, he llegado a oír maravillas. ¿Los albinos? Ah, sí... de Albania, ¿no?, escuché hace poco. Y una vez, en un bar, escuché a una chica decirle a otra, a propósito de culpables confesiones amorosas, Tía, eres una zorra del infierno. Bueno, la realidad, que es deliciosamente intratable.
Una de mis secretas fuentes de realidad son los comentarios que deja la gente en noticias, vídeos, mensajes en redes sociales, etc. Me he llegado a abrumar ante la síntesis de ingenio y agudeza que tiene la gente. Es como si te recortaran un trocito de realidad y te lo pusieran en la mano; pesa.
Y uno de los conceptos que han entrado a formar parte de mi cosmovisión se lo debo a un lector de esta casa. No recuerdo cuál era la noticia o a quién se le ocurrió, pero si recuerdo esa maravillosa impresión que nos produce la precisión estética. El concepto estaba referido a Cataluña y era el de Carlismo woke. Muchas gracias.
La ideología oficial
De tan singular que quería ser, Cataluña optó por ser contradictoria. Y esto, pues sí, es garantía de ser especialito, pero también un neurótico más o menos intratable. Es que ya se sabe que a partir de una contradicción se puede deducir cualquier cosa. Principio de Explosión, se llama esto, por cierto.
Y así, en poco tiempo, pasamos del carlismo a la CUP, pero con la agravante de que el tránsito no es perfecto; quedan trazas de todo. Haz el favor de defenderme a los delfines heteroflexibles, pero en catalán. “Las feministas españolas no son nadie para decirnos qué somos nosotras”, oí ayer decir a una feminista catalana. Me recuerda a mí cuando era pequeño, que estaba convencido de que los Reyes Magos no existían, pero Papá Noel sí.
La conclusión de toda esta socialización de la neurosis fue el procés, que era básicamente una élite nacionalista subcontratando la ideología en el progresismo salvífico. El pegamento que unía las piezas de este collage esquizoide era la idea de proceso, muy socorrida para huir hacia adelante. Y de aquí que todavía sobrevuele por el ambiente, Perro Sanxe mediante, la pintoresca idea de que Junts tiene remotamente algo que ver con el progresismo.
Esta combinación de nacionalismo y wokismo fue un Red Bull para la soberbia local. Juntas la superioridad mitológica del nacionalista con la superioridad moral del izquierdista y ¡Dios, Patria y O sea! Y cuando este esquema Ponzi de infelices se derrumbó, asistimos a uno de los resultados más curiosos de la política contemporánea: el colapso del wokismo en Cataluña.
En esta alta costura de la vanidad desempeñó un papel clave una de las subespecies más odiosas y venenosas de los parásitos: las élites universitarias de letras. Yo, que tengo el C2 de chiringuitología, puedo asegurar que la forma de corrupción más extendida en Cataluña es el tránsito entre las facultades de letras y los chiringuitos nacionalcuquis (ecología, pacifismo, género, antirracismo, etc.). No es una tontería. El más tonto de estos se levanta 40K por contar nubes o teorizar sobre el feminismo afgano.
Orografías cambiantes
Y nada, pues eso, provincianos universales, cosmopolitas con boina. Ahora parece que el alma nacionalista se practica una sangría de progresismo. Tal vez la próxima subida del ciclo la empuje el alma carlista del personal. Lo que es seguro es que esta legislatura será de pura reordenación de las piezas. De hecho, hoy tenemos que ver si el padre Junqueras se hace con el control de ERC o gana el otro.
Mientras tanto, la realidad hace gala de su inapelable habilidad para amasar la variedad. Y más o menos podemos ver por dónde va el guionista. A medio plazo, parece que Cataluña será una mezcla entre un emirato, una clase de salsa y la ciudad-Estado de Barcelona. Ya veremos, como siempre.
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