Una familia sonriente sentada junta sobre un fondo rosa con un diseño de líneas negras.
OPINIÓN

El epitafio de Cataluña: ‘No hace falta que se integren en Cataluña. Sois Cataluña’

Cataluña ha experimentado un crecimiento demográfico acelerado e inorgánico durante las últimas décadas

En esta última sesión de control en el Govern, el presidente Illa quiso apropiarse de las palabras de su predecesor en una intervención ante la comunidad islámica de Martorell: “No hace falta que os integréis en Cataluña. Sois Cataluña”. Esta frase es el epitafio perfecto para quienes ya desean una Cataluña enterrada, un país reducido a la simple gestión administrativa de la Generalitat. Hace falta mucha animadversión hacia nuestra identidad para regalarla a quienes solo la pisan, sin ningún tipo de arraigo, y sin exigir nada a cambio, ni siquiera el conocimiento de su lengua propia. Aceptar que alguien “es Cataluña” por el simple hecho de estar aquí, sin un esfuerzo real de integración, es una claudicación que hace inviable la continuidad del país.

Estas palabras no solo ignoran la esencia cultural e histórica de Cataluña, sino que representan un paso más en el intento de anular cualquier rastro de cohesión nacional en favor de un concepto de multiculturalismo vacío y peligroso. Detrás de esta afirmación hay una clara intención: que Cataluña deje de ser Cataluña para convertirse en un conglomerado indefinido, una masa inconsistente de conceptos, para que la colonia pueda ser administrada más fácilmente desde Madrid y Bruselas. Todo ello bajo una concepción meramente materialista, centrada en la distribución de recursos, donde los catalanes dejan de ser catalanes para convertirse únicamente en un número en la Seguridad Social.

Un hombre con gafas y traje oscuro está sentado en un banco de madera con tapicería roja.

Cataluña ha experimentado un crecimiento demográfico acelerado e inorgánico durante las últimas décadas. Hemos pasado de 6 a 8 millones de habitantes en tiempo récord, sin un incremento proporcional en infraestructuras, servicios ni creación de riqueza. Al contrario, la política de subsidios se ha convertido en una forma de vida, y el país se empobrece a marchas forzadas. Ciudades como Manresa ejemplifican este fenómeno: en pocos años, su población ha crecido de 60.000 a más de 80.000 habitantes. Este aumento no se explica por un crecimiento vegetativo, sino por una política migratoria sin límites, gestionada de manera improvisada, sin prever su integración ni una planificación adecuada de infraestructuras.

Este modelo no solo ejerce presión sobre los servicios públicos, sino que fragmenta el tejido social, transformando Cataluña en un territorio de paso, más que en un lugar donde echar raíces. Las heridas provocadas por esta gestión irresponsable del fenómeno migratorio pueden ser irreversibles: la creación de sociedades paralelas, mucho más cohesionadas y resistentes que nosotros, podría fracturar aún más el país. No hace falta ser demasiado perspicaz para prever que, como nación receptora, podemos quedar completamente barridos si continuamos atrapados en el relativismo infantil de cierta progresía, que con una visión inmadura tiene una perspectiva limitada de los fenómenos sociales.

En nombre de un multiculturalismo malentendido, se está promoviendo una sociedad donde todas las culturas se consideran iguales, pero solo de manera superficial. Esta igualdad nominal tiene un precio altísimo: la cancelación de la cultura propia y de las raíces históricas que definen a un pueblo. Roger Scruton, en su concepción de la oikofobia, advertía del peligro de este proceso. La oikofobia, o el rechazo a “la propia casa”, describe ese sentimiento autodestructivo que lleva a las sociedades occidentales a renegar de su identidad y sustituirla por una amalgama insustancial y genérica.

Una pareja de personas mayores caminando por una calle urbana, el hombre lleva una maleta con ruedas y la mujer viste un atuendo tradicional.

Esta oikofobia no es casual. Forma parte de una concepción materialista y colonial que reduce a Cataluña a un territorio administrativo dentro de un Estado español centralista y una Unión Europea tecnocrática. Cataluña debe dejar de ser Cataluña para convertirse en una región sin identidad propia, más fácil de gestionar desde Madrid o Bruselas. Este mismo principio impulsa el crecimiento demográfico descontrolado: más habitantes, más consumo, más observatorios para los amigos, pero sin sentido de pertenencia ni proyecto de futuro.

Así como la burbuja inmobiliaria transformó el paisaje catalán en nombre de un crecimiento ficticio, la burbuja demográfica que vivimos actualmente pone en riesgo el equilibrio social. El aumento de la población sin un crecimiento proporcional en servicios, infraestructuras o cohesión social generará tensiones insostenibles. Pero, a diferencia de la burbuja inmobiliaria, los daños de esta burbuja demográfica son más profundos y duraderos: afectan a la identidad cultural y a la cohesión nacional.

Un grupo de personas con abrigos hace fila afuera de un edificio por la noche.

Cataluña necesita una política clara que establezca límites y exija una integración efectiva, basada en el respeto y el conocimiento de la lengua y la cultura catalanas. No se trata de rechazar la diversidad, sino de entender que una sociedad plural solo es viable si tiene unas bases comunes sólidas. El multiculturalismo, entendido como una celebración acrítica de todas las diferencias sin buscar puntos de unión, es una trampa que destruye más de lo que enriquece.

Las palabras de Illa, pronunciadas con la indiferencia de quien apenas le importa el destino de lo que entierra, son el epitafio de una Cataluña que abandona su esencia para convertirse en un territorio sin alma. Sin embargo, aún estamos a tiempo de reaccionar. La integración real no es opcional; es la condición necesaria para garantizar la continuidad de nuestra lengua, cultura e identidad en un mundo cada vez más homogéneo. Pero solo lo lograremos si el nacionalismo encuentra liderazgos que superen nuestra oikofobia y refuercen nuestra oikofilia.

➡️ Opinión

Más noticias: