OPINIÓN

Caseros contra inquilinos

El movimiento de los inquilinos ha conseguido aunar todo lo más estúpido de la izquierda posmoderna

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Como la izquierda solo puede considerarse ya como “luchadora contra el fascismo” (una vez ha quedado claro que no solucionan los problemas de verdad, sino que los agravan de manera maníaca), cualquiera que no encaje en sus parámetros pasa a ser considerado fascista. Pues bien, ahora les ha tocado a los caseros.

Tener un piso alquilado es fascista. Ni más ni menos. El movimiento de los inquilinos ha conseguido aunar todo lo más estúpido de la izquierda posmoderna: su gusto por el alarido callejero, sus estropicios ideológicos, su fanatismo cerril. Por supuesto, cuanto más griten que los caseros son fascistas y que no piensan pagar el alquiler, más les va a costar que nadie les alquile un piso. Cualquiera mete en casa a esta pandilla. 

Un cartel de 'Se alquila' pegado a un edificio, a 28 de diciembre de 2022, en Madrid.

Llaman a la regulación del precio. La idea podría tener gracia si no se hubiera puesto a prueba en mil ocasiones. En Venezuela toparon el precio de los alimentos y produjeron un desabastecimiento dramático, dado que ninguna empresa está obligada a vender sus verduras o sus latas de conserva a un precio inasumible.

Se buscan otras salidas para el producto y santas pascuas. Lo mismo pasará con el alquiler: se retirarán masivamente los pisos disponibles y se llegará al estrangulamiento total del mercado.

Nadie parece percibir que la inflación no proviene de conspiraciones fascistas, sino de la política expansiva de los bancos centrales desde la crisis de 2008. Como que los medios generalistas son estúpidos, informan del tema de manera estúpida: si suben los precios de las acciones es que “la Bolsa va bien”; si sube el precio de la gasolina o de los alquileres es que “la economía va mal”.

Carteles de aqluiler en una fachada

En realidad, todo aumento de precio (cuando la calidad de los bienes o servicios no ha variado) viene dada por la pérdida de valor de la moneda. No es el piso el que sube de precio, sino que los billetes que usamos para comprar el piso cada vez valen menos. Y eso sucede porque desde el 2008 pusieron en marcha las impresoras en la Reserva Federal y en el BCE y el aumento de la masa monetaria ha depreciado el valor real de las divisas, arrasando el poder adquisitivo de la clase media, que vende su trabajo a cambio de papelitos que a cada minuto valen menos.

De modo que harían bien los inquilinos en dirigir su ira no contra la pobre señora que heredó un piso, sino contra quienes han forzado una espiral de autodestrucción económica, financiando los continuos déficits presupuestarios con emisiones de deuda. Y de esto son tal culpable las llamadas izquierdas como las llamadas derechas.

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