Si Pedro Sánchez es un Perro, ¿de qué raza es?
Pedro Sánchez es un microcosmos del sistema político, o sea, de nosotros
Servidor no es de piedra y la vanidad también le llama a la puerta, pero el caso es que este redactor ya venía diciendo que Pedro Sánchez es un figura. De hecho, fue mi primera columna en esta santa casa. Pero ahora ya no tiene mérito decirlo; lo dice todo el mundo y la palabra ‘maquiavelismo’ es moneda de curso legal:
Aun así, la cuestión se plantea demasiado psicológica, de tal manera que Sánchez oscila entre Mr. Handsome y un Ricardo III de Corte Inglés. Esta sobredimensión del perfil psíquico de Sánchez es legítima porque realmente hay que valer para ser como él. Pero el núcleo de las cuestiones políticas no está en los sujetos, sino en las circunstancias.
Y si 12 eran las tribus de Israel, pues 2 son las circunstancias que explican esta presidencia perruna. La primera es que Sanxe es un puro hombre de acción, es decir, alguien que piensa a posteriori cómo cuadrar lo que ha hecho. La segunda es la naturaleza de nuestro sistema político, que es la mezcla entre una epilepsia mediática y una fiesta de la espuma con gasto público.
La síntesis de ambas circunstancias cristaliza en una época que, como todo lo que ha conseguido imponerse, adquiere nombre propio. En nuestro caso, es el sanchismo. Para los que somos más o menos jóvenes y no tenemos vínculos con el franquismo y alrededores, el sanchismo se nos presenta como el colapso, y posterior supernova, de la estrella R-78 ¡Pam! ¡Miles de partículas de microboomers volando por el espacio!
Hombre de acción
¿Acertar? ¿Pero cómo va a acertar nadie en un mundo como este, que es tan complejo que hasta resulta irritante? Como mucho, se podrá acertar sobre planos y haciendo concesiones a la irrealidad (i.e., las matemáticas). Pero los que son de menú del día, no de biblioteca, no buscan acertar, buscan estar.
A partir de aquí, se abre una paleta de escrúpulos más bien amplia, que en el caso de la política se televisan y comentan. De hecho, cuando yo no opino, mi trabajo es ese. Según se mire, consiste en relatar las hazañas de los vencedores o en llevar un inventario de pringados. En Cataluña, el trabajo es extenuante.
Y Pedro Sánchez es un pura sangre del estar. O sea, fines sin principios. Todo en él es presente: inicio-fin-inicio-fin. ¿Mi partido me expulsa? Pues vamos a coger el Peugeot y me presento otra vez a las primarias ¿Que la corrupción me sale por las orejas? Pues me monto aquí una telenovela con la carta a la ciudadanía. Y pim-pam y el que lleva seis años en la Moncloa es Sánchez y no tú.
Sus compromisos tienen exactamente las dimensiones de la circunferencia que describe la rotación sus brazos. Fuera de eso, para él no hay nada. La fortuna política es un océano inasumible de azar, pero los hombres de acción saben que nuestra capacidad para tragar agua es la que es. Mientras tanto, tienes que estar.
De los libros que (dicen) se escribirán sobre Sánchez, el único que valdrá la pena será uno de fotos. Concretamente de fotos de sus víctimas: Rajoy, Rivera, Iglesias, Susana Díaz, próximamente la otra Díaz, Pablo Casado, Pablo Iglesias, Puigdemont, etc. La Moncloa es taxidermia de Estado.
Régimen (de adelgazamiento) del 78
Pedro Sánchez es un microcosmos de nuestro sistema sociopolítico. O sea, de nosotros. Solo hacía falta que llegara alguien como él y empezara a tocar palancas. A ver ¿qué pasa si quito la palanca del PP y pongo todas las palancas periféricas?... Pero lo importante es que las palancas ya estaban allí.
Y no tiene sentido que la estabilidad política responda a la (in)moralidad de un único hombre. Además es que es ridículo. ¿Los mecánicos de los checks-and-balances son capaces de diseñar el equilibrio de todo un Estado, pero se les cuela un tipo que lo tira todo por la borda? Es como aquellos vídeos tan graciosos de albañiles argentinos que hacen una casa y se olvidan de la puerta.
Las partitocracias autonómicas ya estaban allí, los pensionistas también, y el coro de réquiem de la prensa subvencionada, y la capacidad de endeudarse vía Europa, y el monstruo del saco de la extrema derecha, y el chicle sin azúcar del franquismo, etc, etc, PSOE.
A todo esto, Sánchez tiene delante a una derecha que no sabe salir de la socialdemocracia rebajada con powerpoints de ESADE. Ni son liberales a muerte (Milei), ni son identitarios (Le Pen), ni son trumpistas, ni son hispanistas. La derecha, en resumen, es un combo entre una regencia y una gestoría.
Por todo esto, lo que hace Sánchez, que es estar, no tiene un mérito sustantivo. Es más bien la capacidad - “falta de escrúpulos”, dicen algunos - para hacer alfarería con mierda. Pero si algo le podemos agradecer a Sánchez es que ha acelerado una descomposición que ya estaba en potencia. Juguemos a las predicciones.
El postsanchismo deja tres escenarios: i) PP y PSOE se repliegan en el bipartidismo pre-15M; ii) la derecha asume la ventaja competitiva de pactar con los nacionalistas; o iii) Vox empuja tanto que suma con el PP y tenemos una versión adaptada de lo que pasa en medio mundo. Por lo demás, y precisamente ahora, que ha estallado el géiser de pus de Aldama, aprovecho para mantenerme en mi posición inicial: a Sánchez solo le saca de la Moncloa una crisis económica.
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