La percepción de inseguridad

El problema de la delincuencia, parece ser, no tiene que ver con criminales y maleantes campando a sus anchas por nuestros barrios, sino con temas de percepción.

Si el ciudadano, claro está, no percibiera que le están violando y robando, el trabajo de los responsables de Interior sería mucho más fácil. Lo malo es que el ciudadano lo percibe, lo ve, lo toca. Este es el problema. 

La política orwelliana se basa en la disonancia cognitiva: en decirte que no es verdad lo que tienes delante de tus mismas narices, delante de tus ojos, al alcance de la mano. Tú ves al soldado Francisco, o al camarada Cambrollé y te dicen: eso es una mujer.

Tú ves a los magrebíes celebrando el Ramadán y te dicen: eso es cultura catalana. Tú ves que para “defender la naturaleza” arrasan la naturaleza poniendo placas de silicio donde había huertos y terrenos de cultivo y te dicen: es por el planeta (al parecer al planeta le molestaban los huertos de naranjos).

Lo divertido de a disonancia cognitiva es que tiene efectos emocionales y psicológicos inmediatos. O bien uno se convierte en un zombi espectador de la Sexta o bien se radicaliza a un nivel entre John Rambo y Charles Manson. ¿De verdad hay que aceptar que día a día nos tomen por discapacitados mentales, incapaces de verificar conceptualmente los más básicos contenidos de la percepción humana?

Ayer se viralizó el vídeo de una chica hablando del barrio de Sant Antoni. Ella misma decía que no opinaba, solo contaba lo que veía.

Robos diarios, excrementos humanos en los portales, drogadictos en estado sonambular paseando como almas en pena, borracheras y peleas a navajazos. En una palabra: explicaba lo que percibía, no lo que pensaba. 

Los medios generalistas, es decir, los medios de propaganda, aprendieron su nueva misión durante el COVID y se les dio una temporada para practicar. Ahora están en modo automático. Negar la percepción, ni más ni menos.