Rodalies, un problema real en Cataluña más allá del ruido político
Los que acaban sufriendo el caos ferroviario son los ciudadanos, que asisten con desengaño al espectáculo político
Es innegable: el ruido político no hace más que aumentar. La corrupción asola al PSOE, el resto de partidos amagan con mociones de censura fantasma y ciertos sectores de la izquierda intentan monopolizar el debate de la vivienda. Al mismo tiempo, ningún fenómeno internacional nos es ajeno, desde Palestina hasta Ucrania y pasando por los bosques de la amazonía. Pero el caso es que los trenes en Cataluña funcionan cada vez peor.
Este es uno de los pintorescos efectos del actual modo de hacer política. La sensación de estar implicado en los grandes acontecimientos es máxima, a cambio, eso sí, de no estar implicado en los pequeños.
Esto conduce a que haya gente sinceramente más preocupada por la “ola reaccionaria global” (Joan Tardà) que por no poder acceder a un alquiler. Y junto a esto, la falta de unidad de acción entre los actores políticos es clamorosa. Rodalies es un buen ejemplo.
Goteo de incidencias
El pasado domingo fue un día de (más) incidencias en Rodalies. Nada menos que seis líneas sufrieron algún tipo de problema, algo que dificultó sobremanera la movilidad ciudadana. Y como es habitual, los lugares afectados se destacan por ser zonas populares, como Molins de Rei, Martorell o Rubí.
Así mismo, las obras en Roda de Berà volvían a complicarle la vida a los ciudadanos del Camp de Tarragona y las Terres de l’Ebre. Ante este problema, los vecinos solo pueden optar por un servicio alternativo que funciona mal o por coger el coche. En el caso de Tarragona, llegar hasta Barcelona se convierte en una actividad que oscila entre la impotencia y la arbitrariedad de tener suerte.
En este sentido, también es pintoresco que el protagonismo del discurso climático no empiece por garantizar unos transportes públicos eficaces. Y es que, al mismo tiempo que se ponen trabas a la circulación de los coches, el transporte público funciona mal. Ahora bien, esto no es obstáculo para que los líderes políticos aprovechen la situación.
El relato, lo primero
El domingo, el mismo día de las incidencias, el expresidente Puigdemont no perdía la oportunidad para escribir uno de sus largos mensajes en redes sociales. Haciendo un elemental juego de palabras, Puigdemont habló de que “esta es la normalidad que pregonan los dependentistas que hoy mandan en España, Cataluña y Barcelona”.
Y tampoco perdía la ocasión para vincular la situación de Rodalies con Salvador Illa y sus visitas al Rey, Felipe VI. “Hay alternativa y no nos resignaremos, ni nos quedaremos en casa”, concluyó Puigdemont, adelantando la campaña electoral:
Típicamente procesista, este discurso obvia el hecho de que Junts, ERC y la CUP han gobernado Cataluña durante toda una década. Aunque esta actitud no es exclusiva del procesismo. También el unionismo busca sacar rédito electoral a esta lacra que padecen los ciudadanos.
Hace un mes, por ejemplo, el líder del PPC, Alejandro Fernández, también hablaba del problema de Rodalies en términos de crítica política. Pero al fin y al cabo son los ciudadanos los que acaban cargando con el problema, que en la mayoría de los casos desconectan de los debates partidistas.
Un traspaso amenazado con una huelga
Por lo demás, lo único que se sabe del traspaso de Rodalies es que se producirá en enero de 2025, que en realidad será una empresa mixta entre el Estado y la Generalitat. Entre las muchas promesas de Illa para esta legislatura, culminar el traspaso de Rodalies es una “prioridad”.
Pero, de entrada, el traspaso empieza mal y los sindicatos ya han amenazado con huelgas. Por el momento, el comité de empresa de Renfe ha pedido constituir una comisión de conflictos laborales como forma de presión. Si no hay un acuerdo con la Generalitat y el Ministerio de Transportes, los trabajadores ya avisan de que irán a la huelga.
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