El expresidente de la Generalitat de Catalunya y candidato de Junts a las elecciones catalanas, Carles Puigdemont, interviene durante un acto de campaña, en Jean Carrère Space, a 1 de mayo de 2024, en Argelès (Francia)
POLÍTICA

Nervios en Junts: intento a la desesperada de torpedear un acuerdo entre ERC y el PSC

Como último recurso, Puigdemont podría volver para ser detenido y llevar al límite al procesismo de ERC

Con un nacionalismo instalado en el abstencionismo más desengañado, el procesismo se empezó a caer por piezas el pasado 12M.

El máximo interesado en revertirlo es Junts y, más en particular, el expresidente Puigdemont. Si la estrategia de Pedro Sánchez sale adelante y Salvador Illa acaba de president, toda la épica del “exilio” y de su vuelta a Cataluña habrán sido impotentes. Al margen, claro, de que Puigdemont ya dijo que, si él no es presidente, deja la política.

Por otro lado, las paradojas parlamentarias han llevado a que ERC sea el partido más determinante a pesar de haber sido también el más castigado. Con una mayoría procesista imposible y un tripartito que llega por la mínima, desde el primer momento se supo que una eventual presidencia de Illa pasaba por Calle Calàbria.

Montaje de Puigdemont y Salvador Illa con el proyecto de Hard Rock de fondo

Ambos fenómenos explican que ahora Junts haya puesto en marcha toda la maquinaria para presionar a ERC y evitar un acuerdo de gobierno con el PSC. Se trata, en definitiva, de otra de las llamativas formas en las que tiende a expresarse la famosa “unidad independentista”.

El origen: el descalabro procesista en el 12M

Para el que conozca las dinámicas políticas del subsistema catalán, los resultados del 12M trajeron cambios de calado en la sociología política de Cataluña. El más importante fue que la ilusión nacionalista empezó a cotizar a la baja. Es decir, que se perdió la mayoría indepe.

Si esto no hubiera sido así, el resultado habría sido igualmente previsible: un procesismo que se hubiera juntado para actualizar (otro) ‘acontecimiento histórico’. En esta ocasión, bajo la forma de haberle ganado un pulso al Estado con la amnistía. Sería, en definitiva, añadirle meses al calendario de la marmota. Pero no.

El caso es que el ineficaz recorrido de la épica de Puigdemont y la caída libre de ERC cambiaron por completo esta lógica política. David Madí lo vio claro y también la cúpula de ERC (aunque ahora tengan que bailar con las bases). Pero no Junts per Catalunya.

Y es que, al mismo tiempo que Sánchez otorgaba la amnistía, le abría una irreparable grieta al procesismo gracias a la centrada figura de Salvador Illa. El objetivo era Puigdemont y este disparo de francotirador sí acertó.

Montaje con dos primeros planos de Salvador Illa a la izquierda y Pere Aragonès a la derecha, mirándose uno a otro

Los desesperados intentos de Junts para dar marcha atrás así lo atestiguan y el algodón no engaña. Cuando Junts y sus altavoces empiezan a desempolvarle a Illa el 155 o su “vasallaje a los intereses españoles” (palabra de Rahola) y dan voz a manifestaciones anecdóticas de la ANC, es que tienen un problema.

Definitivamente, han visto tarde la fuga de agua. Su única esperanza es que el espíritu kamikaze de las bases de ERC fuerce una repetición electoral.

ERC se hace la dura

Ahora mismo, ERC es como un péndulo doble: impredecible. A larga, pero, algo es seguro: que se para.

Después del fracaso electoral y el adiós de Aragonès, se abrió la guerra interna en el partido. Aderezada, además, con la agónica polémica de los carteles y de la sombra de corrupción (porque los carteles se pagan y es difícil elevar una factura en concepto de “burlarse de un enfermo de Alzheimer”).

Por lo demás, si los republicanos miran al exterior, se encuentran con lo mismo: una repetición electoral sería un suicidio. Esto se traduce en intentar firmar un acuerdo de gobierno con el PSC todo lo digno posible.

Hablamos de un nuevo sistema de financiación, mucha defensa del catalán, folklore ideológico en torno a Igualdad y Feminismos, compromisos fantasmales en torno a la más fantasmal “autodeterminación”, etc.

Marta Rovira, secretaria general de ERC, dando un discurso

Pero firmar con el PSC tiene sus riesgos para el relato y la única manera de minimizarlos es mostrar un perfil duro para evitar que desde Junts te lancen la piedra de “traidores”. Esto explica que incluso Marta Rovira - cuya épica ha sido una parodía de sí misma - haya dicho que al principio las negociaciones avanzaban a “buen ritmo” y ahora, en cambio, un poco más lentas.

En cualquier caso, ayer, Marta Rovira repartía juego desde el centro del campo y ponía fechas. El preacuerdo con el PSC debe estar listo antes de agosto, dijo. Esto acelera los tempos en el PSC y, sobre todo, en Junts, que tiene dos semanas para hundir un acuerdo ajeno.

Por tierra, mar y aire... ¿Y cárcel?

Como decimos, a Junts solo le queda estimular la indignación de las bases de ERC para evitar que la dirección republicana tome la decisión menos mala a corto plazo. Esta no es otra que plegarse al PSC y decirle al electorado catalán que ellos han sacado un nuevo sistema de financiación.

Por esto, desde Junts apuntan a la militancia republicana. Algo que explica que alguien como Joan Canadell haya dado circulación en redes sociales a mensajes como estos:

Ciertamente, en Junts intentan apurar al máximo las modestas concentraciones de la ANC y de Lluís Llach. Como es evidente, estas manifestaciones tienen una naturaleza exclusivamente funcional porque, por el resto, han pasado sin pena ni gloria entre la ciudadanía. En esta línea, Laura Borràs también ha compartido publicaciones como esta:

Por el lado mediático, Pilar Rahola escribía este domingo una de sus columnas en ElNacional. Su texto - en resumen - intenta introducir la culpabilidad dentro de ERC ante la posibilidad de apoyar a Illa al mismo tiempo que detienen a Puigdemont. Los términos son inclusos religiosos.

“Ahora, en cambio, la detención parece altamente probable si el president vuelve para investidura y, si esta fuera la del Illa, el comportamiento de ERC sería un pecado que no se perdonaría en la memoria independentista”, decía Rahola.

Tuvo espacio incluso para llamar a ERC al camino de la virtud procesista. “Si ERC quiere volver a ser uno de los grandes partidos independentistas, no puede optar por Salvador Illa en ningún caso, porque esta será una losa que pesará mucho y por muchos años en su credibilidad”, advertía Rahola.

Plano medio de Carles Puigdemont con cara de circunstancias saludando con el brazo derecho levantado

¿Posibilidad desesperada? Una huida hacia adelante y que Puigdemont vuelva para ser deliberadamente detenido por el juez Llarena.

Es decir, para poner a ERC ante el espejo procesista y ver si tienen el cuajo para hacer presidente a Illa - “españolista”, de ahora en adelante - con Puigdemont en el calabozo. El mismo ante el cual ha hecho todo lo posible para librarse durante años.

➡️ Política

Más noticias: