Plano general del hemiciclo del Parlament de Catalunya con sus diputados sentados y presidida por la Mesa de Edad
POLÍTICA

Las maniobras de la partitocracia en el Parlament: así se degrada la política catalana

Los partidos hacen y deshacen y eso dispara la desafección política de los ciudadanos

Sobre planos, la teoría se aguanta muy bien: los ciudadanos votan a unos representantes que después legislan en su nombre. Esto funcionaría si el tránsito entre el ciudadano y su representante fuera inmaculado, como un poder notarial. Pero lo cierto es que los representantes políticos no se deben más que a su partido.

Esto conduce a lo que ‘de facto’ es la democracia: una partitocracia. Es decir, un juego de competición agónica entre partidos, que son al mismo tiempo núcleos de poder y núcleos mediáticos. Por ello, la democracia realmente existente es más bien una demagogia por sectores que otra cosa.

Esta situación lleva a que los políticos puedan cambiar su postura con impunidad  o proponer cualquier cosa. Desde referéndums de independencia hasta rentas básicas y pasando por deportaciones masivas o la socialización de los medios de producción. Cuando no hay un compromiso concreto con las políticas que se proponen, el maximalismo es moneda corriente.

Salvador Illa hablando en el podio del Parlament de Catalunya frente a los otros diputados

La evidente desafección

La desafección política de la ciudadanía es un resultado no solo previsible, sino natural de esta situación. Un ciudadano corriente no puede gastar sus energías en entender y seguir unas dinámicas políticas que, al final, no le involucrarán. El caso de Cataluña es muy ilustrativo.

No hay tantos lugares en los que coincidan dos identitarismos en sentido contrario, el auge y decadencia de la izquierda ‘woke’ y el desplome de un proyecto de secesión. Esto explica que el desencanto y polarización sean máximas, empezando por el procés.  

Y lo que se ha vivido en el Parlament durante los últimos días y meses no hace más que reflejar esta situación.

Ayudas al bolsillo

El último ejemplo es de ayer mismo y es muy ilustrativo por lo que tiene de vulgar. Según desveló el diario Ara, el PSC tiene a sueldo de su grupo parlamentario a dos asesores de los Comuns. Esta fue una de las concesiones de los socialistas para que los Comuns pudieran amortiguar la merma económica que supuso su fracaso electoral.

Sobre esto, hay que dejar anotado un comentario: que los partidos dependen económicamente de las subvenciones públicas. En E-Notícies hemos explicado el negocio (o mal negocio) que suponen las elecciones para los partidos. Este es el único consenso efectivo y casi unánime entre los partidos políticos.

Volviendo a los Comuns: este un ejemplo de cómo las maniobras partitocráticas enmiendan el resultado de las urnas. ¿O es que acaso los Comuns tienen derecho a disponer de más asesores de los que contempla el resultado de las urnas?.  Sea como fuere, no es el primer ejemplo que dan los partidos progresistas.

Salvador Illa y Jéssica Albiach estrechándose la mano en una biblioteca, con cubos de PSC y comuns sobre la mesa.

El pasado julio era noticia que el Parlament había aprobado una reforma para que ERC pudiera darle un diputado a la CUP y así los cupaires tuvieran un grupo parlamentario propio. Esto se traduce en varios beneficios parlamentarios a los que CUP no tendría acceso si fuera por sus propios medios. Es tan simple como que los ciudadanos no les votaron lo suficiente (4 diputados) como para que dispusieran de ese privilegio.

Más que ilegales, estas maniobras son fraudes de ley que se amparan en acuerdos privados o en reformas del Reglamento. Sobre el grupo parlamentario de la CUP, por ejemplo, el conocido politólogo Pablo Simón lo explicó. “Es una dinámica de fraude de ley que introduce una nueva herramienta de negociación política”, dijo.

Plano medio de Laia Estrada hablando desde un escenario con una mano medio levantada y de fondo varios dirigentes de la CUP como Laure Vega o Xavi Pellicer con cara triste

Estas tretas se justifican de una manera completamente interna a la partitocracia. De hecho, el Ara explicaba que Comuns y PSC justifican su maniobra diciendo que ERC había hecho algo parecido con la CUP. Es decir, que un fraude de ley ajeno justifica un fraude de ley propio.

Estos son dos ejemplos de la degradación política catalana. Además, se trata de dos prácticas que el Parlament no tenía y que ha importado del Congreso de los Diputados. Incluso las ha empeorado porque, en el caso del Congreso, los asesores cedidos pasan a formar parte del otro grupo parlamentario.

Cordones sanitarios o la realidad no existe

Otra cara de la partitocracia son los cordones sanitarios. En el caso de Cataluña, ahora mismo hay un cordón sanitario aplicado sobre Vox y Aliança Catalana. Esto se traduce en que cerca de 400.000 personas han perdido su incidencia política. Pero si algo caracteriza a los cordones sanitarios es que, tal y como se plantean, no funcionan.

Precisamente estos días, el profesor de la UB, Xavier Torrens, que ha escrito un libro sobre AC, explica que el cordón sanitario es “inoperante”. Como dijo para La Razón, el mejor modo de encauzar a los nacionalpopulismos es “diseñando políticas públicas con impacto social que aborden seriamente la política migratoria y la inseguridad, algo que de momento no se está haciendo”.

Plano medio de Sílvia Orriols votando en el Parlament de Catalunya con la barretina de su abuelo en su mano izquierda

Europa ofrece ejemplos de cómo los cordones sanitarios son contraproducentes si no se resuelven los problemas de fondo. Sobre esto, el profesor Torrens ha descubierto una casualidad estadística muy sugerente. La primera vez que Giorgia Meloni se presentó a unas elecciones, dice el profesor, sacó exactamente el mismo porcentaje de votos que obtuvo Sílvia Orriols: 3,7%.

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