Laia Estrada hablando frente a un micrófono con un fondo amarillo y el logo de "cup" parcialmente visible.
POLÍTICA

Israel, Irán y la flagrante contradicción de la izquierda catalana

La complejidad del conflicto en Oriente Medio no resiste la maniquea simplificación de los líderes progresistas

La liquidación del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, a manos del ejército israelí, provocó el pasado fin de semana una profunda conmoción en la izquierda española e internacional. No faltaron las loas al propio Nasrallah, un sangriento criminal al que convirtieron en héroe de la "resistencia árabe". Ni el acostumbrado blanqueamiento de regímenes tiránicos como el de Irán y organizaciones terroristas como Hezbolá.

Como era de esperar, la entrada de Israel en el Líbano fue recibida con ira por la izquierda globalista. Pero la lluvia de misiles iraníaes sobre Israel ha sido celebrada con gran euforia por los líderes progresistas.

Rastros de luces en el cielo nocturno sobre una ciudad con edificios iluminados.

La izquierda catalana no escapa al paradigma imperante en la izquierda internacional, y de hecho lo representa mejor que nadie. Estos días, las redes sociales se han llenado de loas a Irán y a Hezbolá y de ataques a Israel, cuando no de celebraciones por el ataque de este martes. La dirigente de la CUP Laia Estrada ha culpado a Occidente del “genocidio” en Palestina, y ha pedido a la Generalitat que cierre la oficina de exteriores en Tel-Aviv.

La simplificación maniquea de un conflicto de semejante complejidad solo puede llevar a flagrantes contradicciones. Es lo que le sucede a la izquierda, que en su empeño por analizar el conflicto desde el estrecho marco de la política de bloques (imperialismo/antiimperialismo), acaba defendiendo de forma acrítica actores como Hamás o Irán. Eso les condena a la complicidad con un sistema de valores radicalmente opuesto a los suyos, que de hecho acaba negando lo que son.

¿Por qué la izquierda woke odia a Israel?

Hay que empezar por el principio, preguntándose por qué la izquierda posmoderna odia con tanta vehemencia al Estado de Israel. De hecho no siempre fue así, si nos atenemos a la admiración que siempre despertó Israel en la izquierda por su tradición de comunas socialistas (kibutz). Pero cuando Israel aplastó a los países árabes en la Guerra de los Seis Días de 1967, pasó de ser el país oprimido a ser visto como la potencia opresora.

Y esto cambió para siempre su posición sobre Israel. Porque en esencia -y aquí está la clave de todo- la izquierda defiende siempre desde su superioridad moral a la parte más débil en un conflicto. De ahí que empatice con los judíos solo cuando son las víctimas, y en cambio niegue sistemáticamente su derecho a defenderse.

Varias personas se manifiestan contra Israel con carteles de 'Boicot Israel' o 'Stop Genocidio'

Hay otras razones, como el hecho de que Israel representa el bastión en Oriente Medio de aquello que la izquierda odia: el capitalismo y los valores de la civilización. Esto se ve más reforzado aún por la alianza de Israel con Estados Unidos, el gran anticristo de la izquierda. La lucha por la supervivencia de Israel en un contexto adverso, rodeado de enemigos, es visto como la culminación del "imperialismo yankee" en el mundo. 

Esto está relacionado con el relativismo cultural -según el cual todas las culturas son igual de respetables- que la izquierda ha llevado al extremo. Con el paso de los años, el relativismo cultural ha llevado a la izquierda a un autoodio hacia el mundo occidental que consideran opresor del resto de culturas. Sobre todo de la cultura islámica, lo cual explica la afinidad enfermiza de la izquierda hacia el islam y que sus análisis partan siempre de su obsesión contra la islamofobia.

¿Por qué callan sobre la atrocidades de Irán?

La izquierda actual analiza todos los conflictos desde el prisma del antagonismo entre el imperialismo y el antiimperialismo. Desde su prisma, Israel es una potencia imperialista que oprime a los pueblos vecinos. Pero su análisis incurre en al menos dos grandes contradicciones.

Una, la diferente vara de medir con el judaísmo -que consideran racista e imperialista- y el islamismo -a quien otorgan las aspiraciones legítimas de su desarrollo social y cultural. En su análisis de buenos y malos, el sionismo es el gran malvado de la película mientras que el panarabismo es el resultado de la lucha contra la opresión.

Montaje con fotos de personaje

La otra contradicción es que la ambición de Israel sobre los territorios vecinos es visto como colonización y el más alto ejercicio de imperialismo. Pero en cambio no son analizadas del mismo modo las ansias expansionistas de Irán sobre territorios como el Líbano, Irak y Siria. 

Esto se explica por el enfoque acrítico de la izquierda hacia aquellos actores de la región que forman parte de la lucha contra Israel, y por extensión contra Estados Unidos y Occidente. 

La manifestación más dramática de esta realidad es el silencio atroz de los progres hacia la vulneración sistemática de los derechos humanos en Palestina, el Líbano o Irán. Esto explica que líderes de la izquierda -también en Cataluña- hace solo unos días glorificaran al líder de una organización terrorista como Hassan Nasrallah que en un vídeo llamaba a matar homosexuales. Y explica también que los defendores del feminismo radical abandonen a su suerte a las mujeres iraníes en su lucha contra el régimen que las oprime.

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