Ofensiva de la Generalitat para justificar su política inmigracionista

Que el debate sobre la inmigración será una cuestión importante en la precampaña y campaña electoral en Cataluña es algo que todo el mundo tiene asumido. Ya era un tema que se trataba en las comidas familiares, en la cola del mercado o en conversaciones entre amigos. Sin embargo, ahora la clase política catalana se ha visto obligada a afrontar este fenómeno. 

La presión ejercida por Vox en los últimos años, la aparición de Sílvia Orriols y Aliança Catalana en el panorama político y la insistencia de algunos alcaldes de Junts de abordar la cuestión han provocado este giro. Muchos partidos que hasta ahora querían obviar este tema, como es el caso de ERC, ya están empezando a ver que no pueden seguir haciendo como quien oye llover. Es una cuestión que preocupa a la gente y, como tal, obliga a las formaciones a tomar posición respecto a ello.

Por este motivo, el Govern de ERC lleva unas semanas poniéndose las pilas. Y ha optado por aprovechar todas las herramientas a su alcance para amplificar, justificar y reforzar su postura inmigracionista. Unas herramientas que pasan por dar entrevistas a los medios afines para defender sus posiciones y, lógicamente, también por la utilización de dinero público.

Solamente esta semana hemos tenido dos ejemplos claros de ello. Por un lado, el Centre d’Estudis d’Opinió (el CIS catalán) publicó una encuesta respecto a lo que piensan los catalanes sobre la inmigración. Concretamente, preguntaba si era buena para la economía, para la vida cultural y si hace de Cataluña un lugar mejor para vivir.

El resultado fue que la mayoría de catalanes consideran como algo positivo la inmigración (valorando con un 6,6, un 6 y un 5,6 cada uno de los tres factores). Eso sí, el estudio también tiene, como siempre en estos casos, su letra pequeña.

Inmigración sí... en general

El primer pensamiento del resultado general es que gran parte de los ciudadanos de Cataluña están, igual que el Govern de ERC, a favor de la inmigración. Pero claro, el estudio del CEO (que es un órgano público pagado por todos los catalanes) preguntaba por el fenómeno global de la inmigración, así en general. 

De hecho, la encuesta evitaba este término y hablaba exactamente por “personas de otros países que vienen a vivir aquí”. Y tampoco iba más al detalle. Por ejemplo, no se preguntaba concretamente por los nómadas digitales que vienen de otros países occidentales, por los inmigrantes que llegan de forma ilegal o por los MENA.

Nunca sabremos qué opinan los catalanes de estas tres formas de inmigración, ni si las respuestas hubieran sido diferentes, al tratarse de fenómenos que (aunque estén todos relacionados con la inmigración), tienen un impacto diferente en la sociedad y en la economía.

Cuidar a TV3

Una vez utilizado el órgano público de encuestas, la Generalitat tenía que ir un paso más allá para reforzar su discurso ideológico. Y qué mejor para asegurarlo que una buena inyección de dinero público a su principal brazo mediático, que aunque no lo parezca, no es ni el Diari ARA ni NacióDigital: es TV3.

El Govern aprobó una aportación para los próximos cuatro años de más de 1.300 millones de euros para una cadena pública que, en los últimos tiempos, ha exprimido al máximo su capacidad de ideologizarse. Llegando incluso a criticarse esta tendencia desde Junts (que también tienen presencia en los mandos de la ‘Corpo’). 

La televisión que contrata a redactores en función de su ideología, que tacha de extrema derecha a quien no tiene un discurso que interesa, que silencia a otras opciones políticas como el caso de Sílvia Orriols o que nos dice que TikTok está convirtiendo a tu hijo adolescente en un facha, puede estar tranquila porque tiene la aportación para los próximos cuatro años asegurada. 

El Govern de ERC va con todo. Falta menos de un año para las elecciones catalanas y toca reforzar su discurso ideológico. El del partido, claro. Primero apuntaló el ejecutivo con el exjefe de campaña del partido y ahora utiliza el resto de herramientas que tiene a mano para no perder una batalla que, por lo menos en redes, ya tiene perdida.