
Guía para situarse en el colapso inmobiliario de Cataluña
Mercado negro, espiral reguladora, tensiones sociales y un sumidero político: la vivienda es el gran lastre
Habiendo llegado adonde hemos llegado, que la vivienda sea inaccesible ya es lo de menos. Ahora lo relevante es que el problema inmobiliario se ha infiltrado en la estructura social, económica y política como una termita. El problema, pues, avanza y muta, tomando formas muy inciertas.
Esto hace necesario un análisis general que vaya más allá de un tipo de noticia que ya es tristemente monótona. Nos referimos, cómo no, a que el precio de la vivienda sube y sube. Los últimos datos, por ejemplo, indican que el alquiler ha subido otro 14% en España, con Barcelona, claro, a la cabeza con casi cinco euros por metro cuadrado más caro que Madrid:
Esto indica que el problema inmobiliario ha tomado vida propia. Y para conocer toda su extensión hacemos ahora un análisis con sus cinco aspectos más destacados. De esta manera, con una imagen general, observamos una realidad social que augura un futuro muy complicado y, además, que no tiene solución.

Primero: ¿Qué ha pasado?
Antes de nada, hay que entender por qué la vivienda es tan sumamente cara. Como se ha explicado en E-Notícies en multitud de ocasiones, el problema está más vinculado a un exceso de demanda que a una falta de oferta. Esto último sin perjuicio de que, desde 2008, la regulación financiera haya llevado al sector inmobiliario a ofrecer mucha menos oferta.
Pero el problema originario, a diferencia de lo que viene diciendo la prensa subvencionada, es de demanda. Bien mirado, esto no es ninguna novedad. Por el contrario, es otra manifestación del factor social que de verdad lo modifica todo: la demografía.
Además de haber ganado mucha población inmigrante, que va desde ‘expats’ cualificados hasta personas de países pobres sin añadidos productivos, esta población tiende a concentrarse. Esto es la contrapartida del globalismo, que permite la movilidad a elección, y de un modelo económico que necesita mano de obra barata. En resumen, es el sector servicios llevado a su máxima expresión.
Esto no puede considerarse como un análisis radical desde el momento que el Banco de España lo ha admitido (además de diversas casas de análisis). En su informe económico del 2023, el BdE era perfectamente claro sobre este asunto. “Existe una fuerte correlación positiva entre el crecimiento de la población y el avance de los precios de compra y de alquiler desde el inicio de la recuperación económica en 2014 hasta 2022”.(...). “El crecimiento demográfico experimentado desde 2016 es un factor fundamental para explicar el aumento de la demanda de vivienda residencial tanto en régimen de alquiler como de propiedad”.

Las cuatro derivadas del asunto
Teniendo en mente la causa fundamental del problema, ya podemos analizar los cuatro factores que presagian un colapso, primero, económico, y después, social.
1. Mercado negro
Esto también se ha explicado en E-Notícies: el intervencionismo regulador sobre un mercado saturado de demanda lleva al mercado negro. Más todavía con un bien bastante inelástico (es decir, que es difícil de renunciar a él), como es la vivienda. La gente necesita donde vivir y, en consecuencia, se tiene que plegar a las dinámicas informales del mercado.
Es importante destacar que un mercado negro puede ser relativo o parcial, es decir, no hace falta que sea un nido de crimen organizado. Es suficiente con que haya dinámicas cada vez más informales. Esto ya lo hemos empezado a ver en Cataluña con la falsificación de contratos, de nóminas, de vidas laborales, etc. Como es natural, esto solo añade incertidumbre a los propietarios, que o bien se retiran del mercado o bien refuerzan los controles informales.
2. Fiscalidad y espiral intervencionista
El plan fiscal de Illa es ‘de facto’ un aumento de impuestos a la vivienda en varias de sus formas. Se crean más tramos de transmisiones patrimoniales, un impuesto para compras de edificios enteros o aumento de la tasa turística. Estas son algunas de las nuevas fuentes de ingresos del Govern del PSC para su plan de “prosperidad compartida”.
Como también es natural, esto es un tipo de intervencionismo indirecto sobre el mercado de la vivienda, aunque sea con cara fiscal. De hecho, se puede considerar como otro avance en la espiral intervencionista en la que ha entrado el mercado de la vivienda. Esta espiral es el resultado entre un mercado agónico y la necesidad de los partidos de ‘hacer algo’.
Y en Cataluña nos podemos considerar campeones de la regulación. En un mercado saturado de demanda y acosado por el intervencionismo, el mercado se adapta a los diferentes huecos legales por la simple razón de que el mercado es mucho más ágil que la regulación. Pero esto también estaba escrito: de regular el alquiler residencial hemos pasado al temporal y ahora al de habitaciones.

3. La calle se calienta y la izquierda lo sabe
La calle no entiende de análisis económico o de planes a largo plazo, menos todavía con bienes económicos necesarios. Esto provoca un aumento de la tensión latente, que empieza a expresarse en forma de manifestaciones y proliferación de entes semipolíticos que vehiculan esa tensión. Cataluña también es paradigmática en este sentido, con los sindicatos de vivienda más radicales y oportunistas de España.
Esto entra en armonía con la actual y desesperada necesidad de la izquierda catalana de agarrarse a algún problema para revertir su decadencia electoral. Por esta razón, los Comuns y la CUP se infiltran en la calle a través del Sindicato de Inquilinas y del Sindicato Socialista. La prueba de este intento de capitalización política está en que, en la habitual tradición de la izquierda, las peleas y las tensiones entre ellos están a la orden del día.
Por el momento, son peleas internas y con una trascendencia efectiva nula. Ahora bien, estos sindicatos juegan con un arma que verdaderamente podría poner patas arriba el mercado. Hablamos de una huelga de alquileres general, que sería el shock de oferta definitiva para zombificar el mercado inmobiliario.

4. Sumidero social y político
Que el PIB suba es irrelevante en la medida en que el PIB per cápita se estanca; en algunos casos, como el de los jóvenes, la situación es directamente dramática. Esto es el efecto de la pérdida de poder adquisitivo, o sea, de la inflación. Y, en este auge de la inflación, el principal culpable es el precio de la vivienda.
Hablamos de que una vivienda inaccesible - y más en un país con los hábitos financieros de España - es la sentencia casi definitiva de falta de capitalización, esto es, de ahorro. Sin acceder a una propiedad y abocados a un mercado de alquiler insostenible, el grueso de los ciudadanos no capitaliza su trabajo. Estamos ante el pienso que da de comer al monstruo de la desigualdad social y, sobre todo, intergeneracional.
Cuando este punto se da la mano con el anterior (tensiones en la calle), se observa un foco de polarización social. Y, en contextos partitocráticos como el nuestro, esta polarización se traduce en partidos más radicales. A modo de predicción, se puede sospechar que la izquierda coqueteará cada vez más con ideas radicales, como puede ser la expropiación.
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