Educació carga el muerto de PISA a un subalterno y da más poder a la Fundació Bofill
Simó resuelve el problema político del informe PISA y destituye a un cargo de Educació para darle más poder a los habituales
Continúa la resaca del informe PISA. Hacía falta que rodara alguna cabeza y ha rodado. Después de decir que no habría dimisiones, la consejera Simó destituye a un alto cargo y da más competencias a otro de la Fundación Bofill.
PISA y Bofill
Todo el mundo lo vio: el informe PISA arrasó con Cataluña y le dio razón a los docentes. La educación por proyectos y competencias no funciona, por lo menos hasta la fecha. Pero el problema del Departamento de Educación era otro: un problema político.
No empezaron bien. Salió un alto cargo, Ignasi Garcia Plata, y dijo que se debía a la “sobrerrepresentación” de los inmigrantes en Cataluña. Esta teoría también la defendía el que ahora es protagonista de esta historia: Joan Cuevas Expósito.
El caso es que Simó salió corriendo a decir que no, que la inmigración no es el problema. También los sindicatos, que hablaron de “racismo” y de lo que les es propio: que falta financiación. Todo esto debía pillar un poco lejos a la consejera, que necesitaba tiempo y lo consiguió creando un “grupo de expertos”.
En este grupo figuran miembros de la Fundación Bofill. Un lobby educativo que se desempeña como dispensador ideológico de la educación por proyectos, adaptada al siglo XXI, etc. También como puerta giratoria entre el Departamento de Educación y la propia fundación. Los sindicatos de profesores llevan tiempo denunciando que este grupo marque el compás de la educación.
Pues más Fundación Bofill
El cuadro ha quedado tal que así: la consejera ha destituido al presidente del Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo de Cataluña, Carlos Vega. Los sindicatos pidieron la dimisión de Garcia Plata y de Cuevas Expósito. Pero le ha tocado a Carlos Vega.
Sus funciones serán asumidas por un alto cargo de Educación y habitual de la Fundación Bofill: Joan Cuevas Expósito. De esta manera, la consejera vierte un poco de sangre, muestra perfil duro y sigue premiando a la Fundación Bofill. Mientras, la educación sigue igual. Era un problema político.
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