Imagen de decenas de personas andando por la rambla de barcelona un día de calor
POLÍTICA

Barcelona y el turismo: una relación de amor y odio

El ayuntamiento vuelve a huir hacia adelante y el alcalde Collboni propone cerrar 10.000 pisos turísticos

Las imágenes han dado la vuelta al mundo. Una protesta de ciudadanos en Barcelona disparaba a los turistas en las terrazas con pistolas de agua. Todo al grito de “turistas, idos a casa” y otras proclamas contra el sector. A partir de aquí, se desató la polémica.

La prensa internacional destacó el hecho de que los barceloneses protesten contra su principal fuente de ingresos. Muchos siguieron esta idea y criticaron que no solo se ataque a un sector económico, sino también a los turistas personalmente. Las acusaciones de hipocresía fueron comunes porque al fin y al cabo un barcelonés también es turista en París, Roma, Venecia, etc.

Para otros, en cambio, la protesta representa la indignación de los ciudadanos ante las externalidades negativas del turismo. Sin justificarlo explícitamente, algunas columnas y editoriales de la prensa catalana vienen a decir que esto es una bomba y que las bombas explotan.

Entre estos últimos, pero, no se encuentran los abonados al ‘no’ como los Comuns o la CUP, que celebran y alientan de manera explícita las manifestaciones:

Más allá de las opiniones de cada sector, esta tensión social con el turismo representa una paradoja de difícil solución. Y es que ‘de facto’ la ciudad vive de un sector que tiene mala prensa.

Al mismo tiempo, este problema refleja la tensión social entre los partidarios del sector (las patronales), sus críticos (asociaciones vecinales) y los que se mueven en función de las circunstancias (los partidos políticos).

Las cifras del turismo en Barcelona

Según el Observatorio del Turismo de Barcelona, en 2023 visitaron Barcelona (ciudad y región) un total de 26 millones de personas. El impacto económico en forma de gasto directo fue de 12.750 millones de euros. De esta cantidad, casi 10.000 millones de euros se quedaron en la ciudad.

Según los datos del Ayuntamiento, el sector representa el 14% del PIB de la ciudad y ocupa a más de 150.000 personas.

Las cifras, en resumen, son inapelables y muestran una dependencia objetiva del sector turístico. Algo que permite relativizar los golpes de pecho de muchas figuras progresistas que, como la exalcaldesa Colau, han estado incluso en el poder.

Y es que, además de las cifras, hay un patrón: que el sector turístico parece haber crecido con independencia de la política municipal restrictiva contra él. BComú, por ejemplo, no evitó que durante sus ocho años de mandato el precio medio del alquiler aumentara en unos 400 euros.

El impacto social ¿Es decir, inmobiliario?

Siendo estrictos, cuando se habla del “impacto social” del turismo se habla del problema inmobiliario. Otros problemas como la masificación de algunas zonas o la desnaturalización de los barrios son en mayor o menor medida un subproducto del problema de la vivienda.

Y siendo más estrictos todavía, el problema de la vivienda es el problema de los pisos turísticos. Un tema que sistemáticamente se presta al populismo. El rosario de leyes regulatorias, añadidos posteriores, recursos judiciales y planes urbanísticos fracasados son un buen ejemplo.

La reciente ley estatal que regula los alquileres dejó el alquiler temporal como una excepción a la regulación y así lo votaron el PSOE y sus socios. Como explicó el portal Idealista el pasado mes de enero, el afán regulatorio provocó un crecimiento del 60% del alquiler temporal.

Más promesas regulatorias

Ahora, el ayuntamiento del alcalde Collboni no solo se propone enmendar esto, sino que se propone eliminar todos los pisos turísticos de aquí a 2028. Tendrá bastante trabajo: nada menos que cerrar 10.000 pisos.

Esa es la cantidad de pisos turísticos que hay en Barcelona. En términos agregados, representan el 38% de las camas turísticas de la ciudad. En total, estos 10.000 pisos corresponden a 5.000 propietarios de una tipología muy diferente y que abarca desde particulares hasta inmobiliarias y pasando por hoteleros.

Los críticos de esta medida no tienen claro que el fin de los pisos turísticos vaya a mejorar el mercado del alquiler. El motivo es el de siempre. La oferta turística se transferirá al mercado de compraventa o al mercado del alquiler, que también está tensionado por la regulación.

Así se expresaba, por ejemplo, el gerente de la Cámara de Propiedad Urbana de Barcelona, Òscar Gorgues en el programa Tot Es Mou:

Aunque lo más probable es que ocurra lo que ocurre siempre: que la regulación se pierda en problemas judiciales que mientras tanto empeorarán la situación. Que se lo pregunten, si no, a Ada Colau y el fracaso de su plan urbanístico (PEUAT), que ha obligado a Collboni a otorgar 900 licencias turísticas más por orden de la justicia.

La duda es si al sucesor de Collboni le pasará lo mismo.

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