Infierno, buenas intenciones y la ley de alquileres
Como un cóctel que ni hecho a propósito, todo se ha organizado para reducir al máximo la oferta de alquiler en España
El sol, la playa, el PSOE y los mercados financieros parece que se han puesto de acuerdo para hacer imposible el acceso a la vivienda. La reducción crónica y estructural de la oferta nos ha traído hasta aquí. Alquilar o comprar una casa en España es ya un buen chiste.
Por ahora, el que tenga pisos está salvado
Hoy, el feudalismo es tener pisos. La sociedad se divide progresivamente entre aquellos que disponen de viviendas y los que no. Los jóvenes son los más afectados: por el momento, su futuro inmobiliario pasa por que las familias tengan patrimonio. Más o menos dramáticos, los datos van por esta línea: ni alquilar ni comprar. Aunque todo ello, en realidad, ocurre en media docena de ciudades españolas. Pero vayamos por orden.
Si el precio sube es porque no hay oferta y si no hay oferta es por una multitud de motivos. Viene de lejos: España, se dice, es un “país de propietarios”. Lo raro sería que no lo fuera. Tenemos un largo historial de intervenciones en el mercado inmobiliario que no han hecho para nada atractivo alquilar. Y como dicen los economistas: la mejor forma de destruir una ciudad es o bombardearla o limitar el precio de los alquileres.
Para no perder las costumbres, el gobierno de Sánchez ha hecho una ley de vivienda que, en resumen, retira más oferta del mercado. Limitación de precios, prórroga de los contratos, protección a vulnerables y asignación de los gastos inmobiliarios al propietario. Pero ocurre que quedan fuera del ámbito de la ley los alquileres temporales. Resultado: el que explicaba ayer el Idealista, que se hunde la oferta de alquiler permanente y se dispara un 60% la temporal. O sea, que los propietarios se ponen a salvo en el alquiler temporal.
Inversión y de paso vivir en Mallorca
Si se insiste en la intervención del mercado, el criterio de asignación de la oferta dejará de ser el precio. Es decir, que se empezarán a hacer ‘castings’ a los candidatos y se lo quedará el que menos estimule el miedo del propietario. O directamente al mercado negro y aquí no ha pasado nada.
En cualquier caso, llueve sobre mojado: la regulación del mercado del alquiler es uno de los varios factores que explican la reducción de oferta y, por ende, la subida de los precios. El alquiler turístico, por ejemplo, también ha podido reducir la oferta de alquiler residencial. El motivo es financieramente diáfano: en determinadas zonas, la vivienda renta más como bien de capital si se destina a alquiler turístico. Zonas que, por lo general, coinciden con los lugares en los que se concentra la población y hay aún más demanda de vivienda.
Finalmente, la joya de la corona: la vivienda ya tiene más interés como bien de inversión que como otra cosa. El algodón no engaña: según Funcas, en 2023 solo el 38,9% de la compra de viviendas fue con hipoteca. O sea, que casi todo se compra a tocateja: gente con liquidez, mucha liquidez.
Esto indica que, efectivamente, la vivienda funciona mejor como un bien de inversión mayorista y no-residencial. Sin perjuicio de que dada la naturaleza del bien inmobiliario también se puede disfrutar: alemanes en Mallorca, por ejemplo. El mundo inmobiliario, en definitiva, es una de las maneras que ha encontrado el mercado para dar salida a la gigantesca cantidad de liquidez que hay en circulación. Pero ese ya es otro tema.
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