Mujeres musulmanas de paseo por Ripoll

POLÍTICA

Ripoll no és un sol poble

La comunidad magrebí no se integra

A la una estoy como un clavo delante del colegio público Joan Maragall, el centro con más inmigración de Ripoll. No obstante, tengo que confesar que no he visto a más madres magrebíes que las que yo veía cuando llevaba a mis hijos a la escuela Els Convents, situada en Martorell.

Recuerdo que, con el pequeño, siempre íbamos él y yo solos. Delante, cuatro mujeres con velos y ocho o nueve hijos en total. En segundo se pasó todo el ciclo escolar en minoría. De veinte alumnos, quince eran de fuera o de padres extranjeros. Por eso la mayoría de ciudadanos de Martorell -incluido el alcalde- preferían llevar sus hijos a una escuela concertada. No lo decían, claro, pero era por la inmigración.

Claro que aquí también se repite la tónica: la mayoría de mujeres magrebíes van con más de un hijo y son dos grupos aislados aparte de algún saludo esporádico. Las magrebís, con las magrebís. Las autóctonas, con las autóctonas. Luego, a la salida de la escuela, en los parques infantiles, se mantiene la frontera mental y la distancia física.

Pero, lo que decía, tras seis horas dando vueltas por la capital del Ripollés no he visto más magrebíes que en mi municipio o en otras localidades catalanas. Por eso me asalta una duda: ¿Lo de Ripoll es un “caso aislado” o la excepción que confirma la regla?

Si con un 13% de inmigrantes, Aliança Catalana ha sacado seis concejales, ¿cuántos podría sacar en Martorell, por ejemplo, qué estamos en un 18%?

Además, hay que tener en cuenta que las estadísticas oficiales, como los presupuestos públicos, siempre van a la baja. Los sin papeles no salen y los nacionalizados tras diez años de residencia dejan de salir. Pero lo que decía: ¿si en Ripoll han sacado seis concejales de 17 -la mayoría absoluta son nueve- qué puede pasar en otros municipios? 

En Badalona hay un 15% -lo que explica también el éxito de Albiol-, en Terrasa un 14% -Vox acaba de entrar con tres-, en Lleida un 20%: el PP ha ganado a ERC. Y ya no digamos en localidades como Salt, con casi un 40%. En las municipales del 2019 Vox entró sin bajarse del autobús -ni siquiera hicieron campaña. En estas han pasado de tres a cuatro.

Ripoll -unos 10.000 habitantes: ha perdido población desde los años 80- se asemeja a muchos otros municipios catalanes. Con un centro a veces degradado, tiendas cerradas -probablemente esto es también culpa de que compremos en Amazon- y elevada población extranjera.

Por eso, cuando me acerco a la sede de Aliança Catalana hacia las seis de la tarde le digo a Sílvia Orriols:

- No sé de qué os quejáis. Hay municipios catalanes con más inmigración que vosotros.

Alguien a su lado me corrige: “Pero aquí somos menos, se ven más”. Lo cual tampoco es cierto porque es proporcional.

La comparecencia tiene lugar en la sede social. Una estelada gigante preside la sala. Porque Aliança Catalana és también independentista a tope. En un balcón he visto colgado una pancarta en la que reprochaban a ERC, Junts y la CUP no haber cumplido el mandato de las urnas.

Hasta en eso pueden recoger votos del independentismo más desencantado. Al fin y al cabo, en efecto, dijeron en el 2015 que iba a ser cosa de 18 meses. Luego que si “marxem”, “hem passat pantalla” y ahora están con el “embate” y la “confrontación democrática”.

Me siento al lado de una señora, Margarita, que no tiene para nada apariencia de fascista, más bien de té con pastas. Como el resto de asistentes, dicho sea de paso. Me aclara que fue una de las fundadoras del partido: “A los cinco días de los atentados empecé a llamar a gente”.

Porque, ciertamente, la visión que han transmitido el ayuntamiento, el Govern y los medios -empezando por TV3- es que Ripoll era un modelo de convivencia multicultural. Nada que ver con la realidad. Si no, no hubieran votado a Aliança Catalana 1.400 ripollenses.

Sílvia Orriols empieza la rueda de prensa junto al resto de concejales electos. En la sala está también Roger, que ha salido en Manlleu. Me promete enseñarme un día esta localidad.

Nadie podrá decir que Orriols tiene pelos en la lengua. Empieza denunciando la “campaña de desprestigio” -creo que esta misma mañana en TV3, Catalunya Ràdio y Rac1 la han dejado verde- y el “cordón sanitario” del resto de fuerzas políticas. Luego reivindica el famoso derecho a decidir de las 1.401 personas que los han votado. En algunas mesas llegaron casi al 40%.

A continuación reparte estopa contra ERC y Junts. Respecto a Esquerra se centra en la exconsejera Teresa Jordà, y detenta su alcaldía entre el 2003 y el 2011. En cuanto a Junts, lo hace desde entonces hasta ahora. Además, les recomienda que vayan “al rincón de pensar” y saquen sus propias conclusiones.

Entre los medios presentes, sospecho que la mayoría locales, no veo las cámaras de TV3 ni a nadie de La Vanguardia desplazado desde Barcelona para intentar averiguar qué ha pasado en Ripoll. Aprovechando la falta de preguntas le planteo varias a Sílvia Orriols.

“Quien quiera venir aquí a integrarse es bienvenido; quien venga a vivir al margen de Ripoll pues no”, explica en la primera respuesta.

“No hay ningún modelo de convivencia ejemplar en Ripoll, hay dos comunidades: la convivencia era nula antes de los atentados y es nula después de los atentados”, prosigue.

“El colectivo musulmán no es un colectivo que venga a interactuar, a integrarse y a formar parte de la sociedad”, insiste.

Imagen de la señal de tráfico de entrada a Ripoll

Aprovecho también para hacerle una pregunta que he venido haciéndome desde los atentados:

- “Los diez terroristas eran de Ripoll. Uno de Ribes de Freser. Cuesta de creer que nadie de la comunidad islámica no hubiera percibido alguna cosa”.

La respuesta me deja helado:

- “Es evidente, y está reconocido en el sumario, que el imán hacía llamamientos para matar a infieles y europeos desde el altavoz de la mezquita”, contesta.

No se corta: “Había muchos que vivían en Ripoll que escucharon estas prédicas y que en vez de irse a los Mossos a poner la denuncia pertinente hicieron oídos sordos y se fueron a casa tranquilamente. Podrían haber evitado la tragedia y no lo hicieron”.

“Los ripollenses hemos sido obligados a vivir en los mismos bloques y a pasear por las mismas calles que todos estos individuos que escucharon estos llamamientos a matar europeos y no hicieron nada para evitar el desastre”.

Orriols explica para terminar que “hemos aumentado mucho el número de afiliados en todo el territorio catalán, la nación catalana”. Incluye, sin ambages, Valencia y Baleares.

Acaba anunciando que no solo repetirán en las próximas municipales en más localidades, sino que se presentarán también en las elecciones al Parlament.

El tiempo dirá, pero tienen todas las condiciones para crecer. Ripoll, como otros municipios catalanes, no es “un sol poble”, sino dos comunidades aisladas y, en buena parte, enfrentadas.

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