Por qué la izquierda catalana prefiere los medios públicos a las redes sociales
Ven que el péndulo ha cambiado de dirección y lo achacan a la libertad de expresión que hay en las redes
El motivo por el que la izquierda prefiere los medios públicos a las redes sociales es porque a estas últimas no las pueden controlar. En el caso catalán, la situación es doblemente evidente porque la prensa catalana vive de las subvenciones. Esto es lo que explica que Cataluña haya estado inmersa durante diez años en algo tan inverosímil como el procés sin encontrar oposición mediática interna.
Pero el procés tal y como lo conocíamos ya está enterrado y ahora es el turno de la extrema derecha y todas sus variantes semánticas. Ante esta nueva realidad, la tesis de la izquierda es simple: las redes sociales son el altavoz de los nuevos radicalismos políticos. Esto refleja con precisión el idealismo político en el que está instalado la izquierda.
Porque si la izquierda pierde posiciones - ERC, Comuns, CUP - no es por el resultado de su actividad política, sino por los nuevos canales de comunicación. Y que esto ocurra en toda Europa no estimula a la izquierda para considerar otros factores explicativos. Por el contrario, les instala todavía más en el reduccionismo de que el problema es Elon Musk y ciertas teorías de la conspiración.
Más aún: para la izquierda parece que la sociedad ha permanecido inalterable, empezando por el hecho de que los jóvenes casi no consumen prensa. Pero de sus críticas a las redes sociales no destacan que, por ejemplo, son el único espacio en el que los jóvenes pueden dar su opinión sin ningún intermediario político.
Así mismo, tampoco consideran la posibilidad de que las caricaturas de sus adversarios sean el motivo por el que algunos ciudadanos no consumen medios tradicionales. Es decir, para la izquierda que los ciudadanos no consuman prensa no es culpa de la prensa. Y ante esto, la solución que se le ocurre es intervenir y controlar las redes sociales.
Intervención, control y educarte
En un mensaje en redes sociales, el alcalde de Gerona, Lluc Salellas (CUP), contaba la semana pasada una experiencia que tuvo en Alemania. Según explica, unos “amigos” de Leipzig le explicaron que “desde el principio la extrema derecha atacó a los medios públicos”. Esto, dice Salellas con espanto, también ocurre en Cataluña. Su conclusión es clara: “no se lo tenemos que permitir”
El desprecio que ha recibido esta publicación de Salellas ha sido máximo. Muchos usuarios le decían que precisamente por tener la libertad de criticarle es por lo que prefieren las redes. Al margen de que muchos decían no entender por qué es un “ataque” criticar que el poder político financie al poder mediático.
En una línea muy similar se ha expresado también Miquel Ramos, periodista especializado en extrema derecha. En un artículo publicado en Crític, Ramos se pregunta cómo podemos parar las ‘fake news’ de la ultraderecha. Dando por descontado que los intentos de controlar las redes son contraproducentes, Ramos dice apostar por “educación”, “códigos éticos”, “medios independientes” y otros lugares comunes del idealismo progresista.
Con este texto de Ramos estamos ante la idea de que el ciudadano no es del todo libre y necesita algún tipo de tutorización. Esto se suele traducir en más influencia para los poderes fácticos, ya sean políticos o mediáticos, que son dos caras de la misma moneda.
Pero más allá de estos lamentos lo que es irreversible es que las redes sociales han modificado por completo en panorama de la comunicación. Los medios ya no tienen el monopolio de la información y del control de las conciencias políticas. Y que esto lo haya asumido primero la derecha es solo un factor circunstancial.
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