Carles Puigdemont en una conferencia con una bandera catalana de fondo.
POLÍTICA

Los Presupuestos del Estado, la última batalla estéril de Junts

Mucho ruido y pocas nueces: mientras Puigdemont no se atreva a una moción de censura, Sánchez puede estar tranquilo

Por lo menos desde las últimas elecciones generales que Junts muestra un perfil todo lo duro posible.

En el fondo, se trataba de tumbar al Estado para coger fuerza de cara a las elecciones autonómicas. Además, había un efecto multiplicador en todo esto: si se le arrancaba la amnistía al Estado a cambio de colocar a Sánchez en Moncloa, Puigdemont ganaría el relato y, triunfante, volvería a Cataluña.

En la cabeza de Puigdemont todo esto debía funcionar muy bien. Pero lo cierto es que siempre fue una estrategia hecha sobre planos, típicamente idealista: puro procesismo político. El verdadero ganador ha sido Pedro Sánchez y, por remisión, Salvador Illa. Entre una cosa y otra, tienen la Moncloa, Palau y el Ayuntamiento de Barcelona ¿Qué tiene Junts?

Plano corto de Pedro Sánchez y Salvador Illa con rostro sonriente en un acto del PSOE

Los socialistas optaron por las ganancias constantes en lugar de por la promesa de un botín. Si necesitaban aprobar unos decretos importantes y Junts se mostraba muy maximalista, les prometían la inmigración o lo que hiciera falta. Mientras tanto, cebaban la figura de Salvador Illa en una Cataluña ya empachada de chucherías procesistas.

Esta realidad se muestra cada vez más evidente. Con la presidencia de Illa, los de Junts se han visto con la amnistía en la mano y sin saber qué hacer con ella. Cuando se quisieron dar cuenta, les entraron las prisas y solo les quedó atemorizar a ERC invocando la mitológica unidad independentista.

Desde el principio se dijo que Sánchez era rehén de Puigdemont, pero el caso es que i) Sánchez sigue en la Moncloa; ii) Junts no le ha dejado caer; iii) el maximalismo de Puigdemont no da resultados fácticos; y iv) la amnistía depende del TC, o sea, de Sánchez.

Fue Jaume Giró el que ya avisó de que el único que sabía cuántas cartas había encima de la mesa era Pedro Sánchez.

Carles Puigdemont con traje oscuro hablando frente a un micrófono.

Mucho ruido y pocas nueces

Se podrá responder que Junts sí va en serio y que, por ejemplo, ahí está julio, cuando le tumbaron la senda de déficit al Gobierno. Y eso, además, solo sería un aperitivo. Según la prensa más crítica con Sánchez, Puigdemont está rabioso y en Moncloa dan por descontado que le tumbarán los presupuestos. Como es natural, los populares lo explotarán y no sin razón.

Pero lo cierto es que se tiende a sobredimensionar (y mucho) el papel político de los presupuestos. De hecho, Sánchez gobernó con los presupuestos de Rajoy en dos ocasiones. Y, sin ir más lejos, en Cataluña también hay precedentes que muestran el escaso impacto electoral de este asunto.

Además, es muy ingenuo pensar que no tener presupuestos propios es una condena insalvable.

Mientras no supere el techo de gasto de los presupuestos heredados, el Gobierno puede modificar las partidas. En fin, por ser claros: mantener el poder adquisitivo de funcionarios y jubilados. Mientras haya ingresos vía impuestos y deuda pública amparada por Europa, como si llueve. 

Míriam Nogueras, con cara de enfadada, sentada en su escaño en el Congreso de los Diputados

El caso es que el fondo de la cuestión es político y tiene que ver con que si Junts se atreverá a dar un vuelco y a ponerse de lado de PP y Vox para organizar una moción de censura. Es eso o Sánchez en el poder. El resto es como el chotis, que se baila en una baldosa.

Por no hablar de que hay un acuerdo de legislatura en cuyo centro Junts colocó una amnistía que, por el momento, no está operativa; depende del Tribunal Constitucional, que a todos los efectos es una sucursal del Gobierno. Es decir, que hasta que no llegue la amnistía Junts tiene menos margen de lo que quiere hacer ver.

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