Sánchez en la era de la total polarización
Sánchez se ha postulado como la Casa Grande de la Democracia frente a la Involución Reaccionaria
Un país dividido en dos es una máquina de infelicidad para la población, pero un paisaje muy cómodo para el gobernante, porque suprime todos los dolores de cabeza que suponen la pluralidad y la diversidad.
Sánchez, que nunca ha destacado por su laboriosidad y ni por prestar atención a la felicidad de nadie, se encuentra muy a sus anchas en este nuevo episodio de Las Dos Españas. Con su sonrisa de celofán y su moral de carterista, ha conseguido que cuaje la idea de que rechazarle a él (con su sonrisa de anuncio de Hemoal y su moral de cuatrero) supone entregar al país al franquismo, al fascismo, al caos y al pillaje.
A los que podían tener duda, les ha bastado contemplar la versión caricaturizada de las protestas que han ofrecido los medios generalistas: señoras rabiosas, jóvenes neonazis, carlistas y requetés con sus rosarios, cayetanos de juerga, youtubers insidiosos.
Sánchez se ha postulado como la Casa Grande de la Democracia frente a la Involución Reaccionaria y la jugada (bien regada con el dinero de los contribuyentes) parece que va a salirle bien.
Viendo la imagen de una mujer envuelta en una bandera con el águila de San Juan, alguien escribía en Twitter: “si esto es lo que viene, que me pongan mil amnistías”. A esto ha quedado reducido el debate en tiempos del autócrata de sonrisa de maniquí y moral de pianista de cruceros.
Sus mentiras ya no son mentiras: son reajustes de las posiciones de defensa contra la ofensiva trumpista. Todo se le va a perdonar a Sánchez, todo le está siendo perdonado: esta es la amnistía oculta, la más terrible de todas. En el sentido clásico, Sánchez por fin ha devenido un líder. Estas, por supuesto, son las peores noticias para España desde la Peste Negra, pero como ya se ha dicho, Sánchez está a otra cosa.
Que Argelia e Israel nos odien, que la inflación siga al 10%, que nunca más un joven vaya a comprarse un piso, que la educación haya sido devorada por las idioteces woke, que los jueces se sientan como John Wayne en “El Álamo” y los sanitarios como Kirk Douglas en “Senderos de Gloria” – todo eso para Sánchez es un ruido blanco de fondo, como una llovizna lejana. Se mira al espejo y sabe que ha triunfado, que va a Ser el Trudeau europeo, con su sonrisa de cinexin y su moral tabernaria.
Quiere decirse que con la Total Polarización llega la Total Inmoralidad como contrapartida. Sánchez ha comprobado que puede cómodamente gobernar desde su hábitat natural (la mentira obscena, la mentira hipertrófica, la mentira implacable) preocupándose tan solo de que La Sexta y El País saquen cada dos o tres semanas a alguien cantando el Cara al sol.
Con su sonrisa de guante blanco y su moral viperina, Sánchez ya contempla nuevos horizontes. Sin embargo, ha descuidado un pequeño detalle: España desde siempre ha tolerado a golfos, incompetentes e idealistas estúpidos. Pero nunca a los traidores.
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