Al filo de lo imposible: Empieza la batalla de Pedro Sánchez
Nace un gobierno amenazado por la división interna y la presión exterior
Pedro Sánchez lo ha conseguido, y este jueves ha sido investido presidente con 179 votos a favor y 171 en contra. Algo impensable hace sólo medio año, cuando el PSOE perdió casi todo el poder territorial y convocó elecciones anticipadas. Pero así es el sanchismo, imprevisible, voraz, irreductible.
El nuevo gobierno PSOE-Sumar nace con las calles en contra, la oposición en pie de guerra y la amenaza latente de sus propios socios. Pese al optimismo en Moncloa, donde piensan que lo peor ya ha pasado, por delante se extiende un camino lleno de obstáculos. Está por ver si a Sánchez le bastará con el manual de resistencia para superarlos todos.
En el seno del nuevo gobierno hay otra convicción, y es que los dos primeros años de la legislatura serán los más difíciles. Primero, por la inestabilidad social que no solo no cesará sino que irá en aumento cuando se apruebe la amnistía, probablemente en primavera de 2024. Y segundo, porque los acuerdos de investidura incluyen la obligación del Gobierno de cumplir sus concesiones a los independentistas.
Objetivo, llegar vivo al 2026
Pedro Sánchez ha sido investido tras un duro debate con dos llamativas amenazas. Una la de Podemos, que advierte que “al consumar el veto, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz están asumiendo que los morados sigan una trayectoria independiente del nuevo gobierno. Otra, la de los independentistas, que le aconsejan a Sánchez “que no tiene la suerte”.
El flanco de Podemos preocupa menos en Ferraz, ya que por ahora el partido no tiene el músculo político y económico suficientes para romper con Sumar. Yolanda Díaz parece haber cumplido eficientemente su cometido de someter a los morados. Una de las claves del nuevo gobierno es precisamente la afinidad entre Sumar y el PSOE.
Tampoco preocupa demasiado en Ferraz una posible rebelión de los socialistas críticos con el sanchismo. Pedro Sánchez ha conseguido disciplinar al partido y que todos, incluso los díscolos, se sometan a sus directrices. El ejemplo es Emiliano García-Page, que expresa su oposición a la amnistía pero nunca yendo más allá.
Lo verdaderamente inquietante para el gobierno es el botón nuclear en manos de Junts per Catalunya. Más allá de si Puigdemont se atreve o no a hacer caer el gobierno, lo que preocupa es la inestabilidad que esto introduce en el día a día del ejecutivo. Sin duda, este gobierno tendrá mucha más presión que en la anterior legislatura, y esto puede condicionar su labor legislativa.
Hay otro elemento que no gusta en Moncloa, y es que se transmita la sensación de que Pedro Sánchez está en manos de los independentistas. El PSOE ha prometido cumplir su palabra, pero también deja claro que es Pedro Sánchez quien controla el relato y que no aceptarán ningún chantaje. Los socialistas creen que si llegan vivos a la mitad de la legislatura, en 2026, el resto será pan comido.
Sánchez contra la calle
Solucionados los problemas internos, Pedro Sánchez tendrá que enfrentarse a los peligros exteriores. El presidente tiene claro que se encontrará con una de las oposiciones más duras que se recuerdan en España. Vox dará guerra para desestabilizar, y el PP ya ha avisado de que no aprobará ni una sola ley con el PSOE mientras sigan adelante con la amnistía.
Moncloa contempla una inestabilidad social con conatos de tensión en las calles durante al menos el primer año de legislatura. Una vez aprobada la amnistía, la presión irá bajando hasta desaparecer. La estrategia del gobierno es implementar las medidas sociales y aprobar nuevos avances en estos dos primeros años.
La ventaja para Sánchez es que las leyes más polémicas ya se aprobaron en la legislatura anterior, y ahora pueden dedicarse a medidas más populares. El presidente anunció en su discurso la bajada del IVA, la subida de los salarios y la reducción de jornada, el transporte público y la inversión en salud mental. ¿Le bastará para silenciar el ruido en la calle?
La oposición ha prometido una “movilización permanente” para desgastar a un gobierno que considera “ilegítimo”. El PSOE quiere utilizarlo para reforzar la imagen de Pedro Sánchez como alternativa a la extrema derecha. Pero la realidad es que la tensión social amenaza con desgastar a un gobierno que nace ya con un amplio rechazo popular.
Dos momentos clave
Pedro Sánchez teme dos momentos clave en la legislatura, el retorno de Carles Puigdemont y las elecciones catalanas de 2025. Junts querrá vender el regreso del expresident como un momento histórico, y esto puede dañar gravemente la imagen del PSOE. Será el momento en el que se visualizará con toda su gravedad los costes de la amnistía.
Los comicios catalanes serán también un punto de inflexión para los socialistas. El PSC se había convertido en el partido hegemónico en Cataluña, rompiendo la política de bloques y ganando las elecciones tres veces consecutivas. Pero en su empeño por salvar el Govern de ERC, Salvador Illa ha preferido la oposición al poder.
Ahora el PSC podría pagar los platos rotos de la amnistía y ser severamente castigado en los próximos comicios. Esto sería desastroso para el PSOE, que necesita recuperar poder territorial en una España pintada de azul. Pero este será otro frente dentro de la batalla que hoy empieza a librar Pedro Sánchez, al filo de lo imposible.
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