
Sánchez en el Congreso
En el Congreso de los Diputados, Pedro Sánchez se ha calificado de "político limpio" al mando de un "partido ejemplar"

Pasó el presidente por el Congreso de los Diputados como pasan tambaleándose los borrachos de madrugada: demasiado hace este hombre con tenerse en pie. Feijóo le preguntó por los prostíbulos, Abascal se burló de su maquillaje, el PNV le pidió una cuestión de confianza o la dimisión, Junts le avisó de que está viviendo "una farsa".
La respuesta fue el anuncio de una "Agencia contra la corrupción", iniciativa prodigiosamente absurda, porque si las cosas se solucionaran creando agencias, bastaría con crear una contra la pobreza, otra contra los robos y así sucesivamente. Esa instancia independiente que vigile por el cumplimiento de la ley, de hecho, ya existe y se llama Poder Judicial. Si Sánchez planea tratar a la nueva agencia como ha venido tratando a los jueces, ya se puede adivinar el resultado.

También se ha calificado de "político limpio" al mando de un "partido ejemplar". Desde luego, la famosa capacidad de Sánchez de decir cualquier cosa, la que sea, está alcanzando cotas nunca vistas. Si por él fuera, podría subir a la tribuna de oradores a cantar zarzuela o jugar al Tetris.
Eso sí, continua con su estrategia de poner carita de pena, de acuerdo con una de las normas básicas del pedroyolandismo: lo primero y lo más importante es tener a todas horas una actitud de preadolescente consentido. ¿Tratan a sus votantes como imbéciles? Desde luego que lo hacen, pero eso tiene toda la lógica del mundo, porque mira que hay que ser imbécil para votar a toda esta patulea de farsantes.
En breve, según se comenta, se abrirá la causa contra Armengol y entonces ya tendrá Sánchez que ponerse a bailar claqué, o quizás una muñeira. O tal vez se apunte a la próxima edición de Supervivientes. Lo que sea con tal de seguir centrando la atención en su persona y sus horarios de cenas y comidas.
Esta semana se convocó a las puertas de Ferraz una manifestación de apoyo a su persona y sólo comparecieron media docena de mujeres de mediana edad, absolutamente enloquecidas, que daban palmas en mitad de la calle vacía. Estas mujeres no son socialistas ni son feministas ni son nada. Son tan sólo criaturas poseídas por un tipo de cretinismo infinito, irreparable y terminal, que es la verdadera pandemia de nuestros tiempos progresistas.

Recordad, para acabar, que toda esta opereta sigue en marcha porque Feijóo, langostino supremo, es incapaz de sobornar al PNV y a Junts, cosa que tiene un mérito extraordinario. No conseguir sobornar a estos partidos es como no conseguir llevarse a Ábalos de putas: hay que ser inimaginablemente inepto.
Junts todavía lanza de vez en cuando algún discursito ideológico (ecos de Waterloo), pero el PNV ni siquiera se molesta en disimular su postura meramente recaudatoria. Para sentarse a hablar con ellos, sólo se necesita una chequera. Le bastaría pactar una moción de censura con el único punto programático de una convocatoria inmediata de elecciones. Pero claro, quién quiere ponerse a trabajar durante el verano, con el calor que hace.
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