Un estudiante durante un examen de la convocatoria extraordinaria de la Evaluación para el Acceso a la Universidad (EvAU), en la Facultad de Farmacia de la UCM

OPINIÓN

¿Quién fracasa en la ESO? ¿Culpables o víctimas?

Sin límites ni rutinas impuestas todo resulta demasiado fácil y el escolar en nada valora lo que se le ofrece

El fracaso escolar no clínico, sino propiciado por las familias, se da sobre todo cuando los padres o tutores no saben o no quieren preocuparse por la enseñanza de sus hijos, los llamados padres ausentes.

Si a ello añadimos demasiada libertad de movimiento con la televisión, Internet, amistades o paseos fuera de casa se da con la guinda del asunto. Por tanto, y a nivel familiar, la principal causa del desastre escolar es el ausentismo de los padres. Un escaso tiempo de calidad dedicado a los hijos sin compartir juegos y deberes aumenta claramente el riesgo de que estos no terminen la ESO con éxito y que sus capacidades lingüísticas sean limitadas.

Yo no puedo pelearme a diario con mi hijo – aseguraba una madre —. Apenas lo veo unas pocas horas al día y prefiero verle feliz durante ese rato conmigo. Por eso le alquilo videojuegos cada noche y no le obligo demasiado a esforzarse.

Estudiantes esperan a que comience un examen de la convocatoria extraordinaria de la Evaluación para el Acceso a la Universidad (EvAU), en el exterior de la Facultad de Farmacia de la UCM,

Ya se argumentó que la falta de esfuerzo halla una clara correlación con estudios neurobiológicos. El equipo del doctor Vincent J. Schmithorst del Hospital Infantil de Cincinnati describió la relación entre la memoria y el desarrollo de la sustancia cerebral blanca o mielina, responsable, esta, del aprendizaje humano y del cociente intelectual de los chavales.

Vincent y su equipo descubrieron que en niños desatendidos por sus familias la sustancia blanca era un 17 por ciento menor que la de los bien atendidos. En fin, a menos mielina, menos capacidad de aprendizaje y más fracaso escolar. Veamos ahora algunos ejemplos.

Ya me dijeron un día que mi hijo sufría de hiperactividad, ¿sabe? Y aunque yo jamás le castigo durante el poco tiempo que estoy en casa, eso que haga campanas, falsifique mi firma en las notas y suspenda el curso, es algo previsible dada su hiperactividad, ¿cómo quiere que le diga que NO lo haga?

Algunos se daban cuenta de su error, pero no podían admitirlo externamente.

Mi Carlos sabe disimular muy bien sus fechorías, hasta me convence para que NO le sancione por las noches cuando llego a casa. Esto que usted me dice, que ha falsificado las firmas para que no hubiera entrevista entre ustedes y nosotros, la verdad, me cuesta creerlo. Yo esperaba esta conversación hacía meses.

Y hay padres ausentes que van más allá de la justificación, llegan a la acusación.

Fueron ustedes, y no yo, quienes no le educaron bien. De hecho, y esto lo sé de buena tinta, lo han estado acosando durante todo el curso a pesar de todas mis llamadas desde el trabajo —en casa poco coincidían —. Y no me nieguen eso, mi hijo, a mí, jamás me engañaría.

Los alumnos de una clase de 1º Bachillerato del Instituto Calderón de la Barca en Gijón realizan una prueba piloto de PAU, a 14 de marzo de 2023, en Gijón, Asturias

Hasta una madre, y ante el alud de partes de su hijo, supo dar una respuesta demoledora.

— Es que su hijo ha dicho cosas muy contundentes en el aula – expuso un tutor a la madre.

— ¿Cómo qué?

— Pues le dijo —carraspeó el docente antes de empezar—, imbécil al conserje, rastrera a la mujer de la limpieza, moro a un compañero marroquí, negro de mierda a un senegalés, e hijo de puta al profesor de historia.

— Eso es normal dada su hiperactividad.

— ¿No entiendo? Llamar negro de mierda o hijo de puta a alguien es un insulto muy ofensivo.

— Al contrario, es que mi hijo les dice lo que piensa, simplemente es muy sincero.

Y todo lo anterior implicaba que este tipo de progenitores estuvieron muy poco con sus hijos para revisarles los deberes, procurarles la merienda, jugar con ellos, marcarles pautas y darles amor justo. En fin, que la tarea educativa recae más en el colegio que en la familia ante unos rapaces con un 17 por ciento menos de sustancia cerebral blanca.

A lo anterior suele sumarse la discrepancia educativa entre la pareja, una baja disciplina por parte de estos y el deseo de ser amigos de sus hijos, toda una guinda para el pastel del fiasco escolar. Sin límites ni rutinas impuestas todo resulta demasiado fácil y el escolar en nada valora lo que se le ofrece, aprender. Añadamos que las leyes educativas en nada pretenden resolver todo lo anterior y ya tenemos un gran problema.