Paisaje tras las investiduras
Queda claro que, para algunos, la cuestión es gobernar, aunque sea con el demonio
La escasez de mayorías suficientes, tras las elecciones municipales del 28 M, para lograr investiduras, ha hecho que se alcanzaran un sinfín de acuerdos de todo tipo para lograr alcaldías. Desde los más lógicos y razonables por afinidad ideológica, hasta los más estrambóticos y contra natura que se puedan imaginar.
Eso es algo que ocurre desde siempre en la política local. En ese ámbito, a menudo, pesa más la relación entre las personas y el “feeling” entre los aspirantes a alcalde que los grandes ejes programáticos de los partidos. Y eso es más frecuente cuando menos habitantes hay en una población. En las grandes ciudades es distinto y ahí se suelen imponer los criterios de los partidos para obtener las codiciadas varas de mando.
Son muchas las lecturas que podemos hacer de las alianzas que se tejieron el 17 de junio: una es la entrada masiva de la derecha extrema en la mayoría de los ayuntamientos de España; se calcula que gobernará en coalición con el PP en unos 150; para que vayamos tomando nota de cara al 23 J.
En Cataluña la situación no es muy diferente: Aquí, además de la entrada de Vox en un buen puñado de consistorios, la ultraderecha local, Aliança Catalana, se ha hecho con la alcaldía de Ripoll tras sortear la mayoría insuficiente que habían trabado ERC, PSC y CUP, a la que no se sumaron los concejales de Junts, lo que ha permitido que Silvia Orriols, lideresa de los ultras, alcanzase la vara de mando y que en su discurso de toma de posesión dijese “que son la esperanza de Cataluña”.
Otra de las lecturas que hemos de hacer de esas investiduras es constatar el éxito del PSC. Los socialistas gobernarán en tres de las cuatro capitales catalanas; además de retener las de Sabadell, Mataró, l’Hospitalet de Llobregat, Vilafranca del Penedès o Blanes entre otras y recuperar Vilanova i la Geltrú y Reus.
También está vinculada al PSC la candidatura de Gael Rodríguez en Portbou (Girona), que el pasado sábado se convirtió, con 19 años, en el alcalde más joven de Europa.
En Girona, la CUP logró la alcaldía gracias a un pacto independentista. A pesar de que la candidata socialista Sílvia Paneque fue la alcaldable más votada en las elecciones, pero ese pacto la deja en la oposición.
No cabe duda que Esquerra Republicana fue la gran damnificada en las elecciones del 28 de mayo, perdió más de 300.000 votos. Por eso, el día de las investiduras los republicanos no estaban para celebraciones. Gobernarán en Amposta, Sitges o Falset como poblaciones destacadas y también en Manresa, gracias a un pacto con el PSC. Por cierto que el alcalde de ERC, Marc Aloy, fue abucheado y tildado de “botifler” durante la investidura.
Junts per Catalunya ha perdido Girona y Tortosa, pero ha recuperado Sant Cugat del Vallès, Figueres y Santa Coloma de Farners, a la vez que conservan Vic, aunque en minoría, tras la marcha de Anna Erra del consistorio para presidir el Parlament.
Pero, como no podía ser de otra forma, el foco mediático estaba puesto en Barcelona. Tanto Junts como ERC querían suavizar su batacazo del 28 M con la gobernanza de la capital. Cuando lo lógico hubiese sido un gobierno progresista porque entre PSC, comuns y republicanos sumaban 24 concejales, pero una vez más a ERC le ha podido su alma identitaria por encima de la de izquierdas y de progreso.
La cuestión es que, hasta bien entrado el mediodía del sábado, casi todo el mundo daba por hecho que la coalición de Trías per Barcelona y los republicanos gobernarían la capital catalana, pero hete aquí la reconsideración de Barcelona en Comú de apoyar al candidato socialista sin integrarse en su Gobierno, abrió la puerta a que el Partido Popular hiciera lo que había apuntado los últimos días: apoyar a Collboni siempre que se comprometiera a no incorporar a los de Colau a su Ejecutivo.
Pero claro, Xavier Trias montó en cólera y al ver que la alcaldía se le esfumaba y reaccionó con un “que us bombin a tots”. Ernest Maragall no se ha quedado atrás. A su edad, estos pipiolos no han aprendido que la política tiene estas cosas. Trias olvida que en campaña dijo que no pediría los votos del PP, pero si llegaban no los rechazaría. También olvida que del año 2000 al 2004 fue portavoz del grupo parlamentario de CiU en el Congreso y votaron 960 veces junto al PP de Aznar que tenía mayoría absoluta. Y hay que recordarle que en el año 2006, su entonces jefe de filas, Artur Mas, marchó a Madrid para pactar con Rodríguez Zapatero que en Cataluña gobernase la lista más votada, y mientras aquí, José Montilla pactaba el segundo tripartito.
También habría que recordar a estos jabatos de la política que en la Generalitat hoy gobierna la segunda lista más votada, es decir ERC, lo mismo que ocurre en Girona con la CUP; y eso es perfectamente legítimo, entonces ¿por qué no lo ha de ser en el ayuntamiento de Barcelona? Encima, que todo un president de Cataluña, en un acto institucional, le diga al alcalde de la capital que “sobre su elección se proyecta una sombra de pacto de Estado”, es, además, de una falta de respeto, una frivolidad inadmisible en la primera autoridad catalana: primero, porque si es un pacto de Estado (que no lo es) ¿qué? Y segundo, nuestro sistema democrático está basado en un sistema parlamentario en el que se escogen parlamentarios (en la variante municipal, concejales) y estos al presidente, en el caso de los municipios al alcalde.
Pero que no cunda el pánico porque los de Trías ya han anunciado que renovarán su acuerdo con el PSC para gobernar la diputación de Barcelona. Tampoco ERC revertirá sus pactos con los socialistas para controlar las diputaciones de Tarragona y Lleida.
Queda claro que, para algunos, la cuestión es gobernar, aunque sea con el demonio.
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