No son tránsfugas
Lo bonito de todo esto es que Podemos, en su actual fase microcósmica, parece que va a mantener el mismo Catálogo de Virtudes Heroicas que los llevó de 72 a 5 diputados
Son solo cinco diputados que abandonan el grupo con el que se presentaron a las elecciones, para pasarse al grupo mixto con el escaño bajo el brazo, como una barra de pan.
Lo bonito de todo esto es que Podemos, en su actual fase microcósmica, parece que va a mantener el mismo Catálogo de Virtudes Heroicas que los llevó de 72 a 5 diputados: la consabida mezcla de monsergas, regañinas y desquiciamiento general, con especial énfasis en las leccioncitas paternalistas y los berrinches en nombre de su "gente". El misterio radica en averiguar quién es esa "gente" toda vez que a Podemos ya no le vota ni el tato. A juzgar por los "encuentros por la militancia", se trata de un tutti fruti de hombres de mediana edad y bramido cazallero, grupitos de señoras besadoras de irenes, cuatro obesos víctmas de bullying y un par de senegaleses que pasaban por allí. Normalmente, se reúnen una veintena en algún teatro de barrio y se pasan dos horas encantados viendo a Irene y a Ione gritar como si les estuviera arañando un gato.
Esta gente tuvo 72 diputados, doscientas mil alcaldías y el mundo a sus pies. Qué tiempos aquellos.
Esta fase final, diminuta e histérica, parece ser solo el comienzo de una nueva era, en la que Podemos pasará de partido político a podcast, con Pablo Iglesias jugando a Marshall MacLuhan. Lo cómodo del formato podcast es que en no se necesitan escenarios grandes como el Parlamento, que además suele estar lleno de personas que le contradicen a uno. Para los cuatro que han quedado, una mesita con un par de micros va de maravilla. Se pueden pasar la mañana comentando las declaraciones que se hacen ellos a ellos mismos y retuiteándose de manera endogámica, frenética e inútil. Resulta casi enternecedor. Llaman "tertulia de análisis" a encuentros cerrados en los que tres "analistas" aterrorizados asienten a todo lo que diga Pablo, pero también a sus toses y estornudos. "Bien estornudado, compañero", sueltan, y siguen con lo suyo.
Les quedan cuatro años y cinco diputados. De seguir el ritmo de miniturización, en las próximas elecciones quedarán por debajo de un diputado, y tendrán que sentar en un escaño a medio maniquí del Primark, eso sí, con camiseta violeta y un mapa de Galapagar tatuado en sus ciegas retinas de plástico.
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