Indultos sí, amnistía no
“Nos encontramos cerca de sentirnos estafados por la actitud que está tomando el gobierno en funciones”
Parece que deberíamos tener motivos para estar contentos. Deberíamos estar felices, deberíamos estar encantadísimos de estar en las puertas de un momento histórico, de un hito que será parecido (¡qué digo parecido, pobre de mí: infinitamente superior!) a la transición de 1978. Pero no lo estamos.
Hablo en nombre de los votantes del PSC-PSOE que nos encontramos, en estos momentos, cerca de sentirnos estafados por la actitud que está tomando el gobierno en funciones respecto al papel que debe tener Junts (no necesariamente Esquerra) en la próxima legislatura.
No estamos felices, amigos; estamos gravemente preocupados. Y no es la menor causa de esa preocupación la voluntad de conceder una amnistía extensa a los perpetradores del 1 de octubre de 2017 y de la posterior declaración de independencia.
Sinceramente, pienso que la fotografía de Yolanda Díaz haciendo ‘moxaines’ y festejos a Carles Puigdemont hará más mal que bien a PSOE y Sumar. Ahora mismo, pasada la sorpresa inicial de la imagen, esta empieza a parecer ya una pésima idea; mi pronóstico es que acabará siendo uno de esos episodios que querrán amagar bajo la alfombra, pero que irá volviendo y haciéndose presente en los momentos más inoportunos, como ese tío alcohólico y molesto que insiste en cantar “Rosó” en las reuniones familiares.
Puigdemont abrazado a la vicepresidenta es como el albatros atado al cuello del viejo marinero (en el poema de Coleridge); le llevará a la desgracia, y el marinero se lo habrá buscado, por irresponsable. La vicepresidenta representa a todo el gobierno español, quiera o no quiera, y aquí en Cataluña sabemos muy bien lo que España puede esperar de nuestro expresidente: nada. Bien, algo sí: desgracia, desprecio y prepotencia.
Pero el corazón del asunto no es este. Esta escena más bien da risa, y, en cambio, el fondo del asunto tira más bien hacia el género trágico. ¿Acaso el PSOE y Sumar intentan decirnos que quienes declararon la independencia son, desde el punto de vista moral, iguales que los ciudadanos que se mantuvieron fieles a la Constitución? Es posible.
Ahora bien, si el cumplimiento de la ley es moralmente equiparable a reventarla, entonces es exactamente igual el robo que la caridad, o la evasión de impuestos que el pago de estos. Parece una broma, pero no lo es. En 2017 no regía la ley de la selva en Cataluña, aunque el independentismo lo deseara. Regía el Estatut, que es lo mismo que decir que regía la Constitución.
Y no era nada fácil expresar la discrepancia en medio de concentraciones masivas en la calle, o de cánticos exaltados y desfiles patrióticos (algunos con antorchas) todos los días. Aquellos que aguantamos el tipo entonces, ¿debemos entender que no hacía falta que lo hiciéramos, o bien que era correctísimo y encomiable saltarse todos los límites de la legalidad? Porque una amnistía generalizada nos estaría diciendo exactamente eso.
Yo no tengo ningún deseo de que Carles Puidgemont es pase años en prisión, ni siquiera que continúe en Waterloo por la duración de nuestros viñedos mortales. Para mí, que vuelva a casa cuando quiera, que esté por la familia y que se vayan todos a tomar unas patatas bravas, tal y como hacemos todos los ciudadanos. Pero cuidado: antes debe pasar por los juzgados, a responder de los delitos que cometió.
Una vez juzgado, se le puede aplicar el indulto que sea necesario, tal y como se ha aplicado a Oriol Junqueras o a Raül Romeva; estos indultos pueden de hecho ser bastantes y diversos, si conviene (no generales, sin embargo).
Efectivamente, el indulto implica el perdón, aunque la persona perdonada no abjure de sus delitos ni tenga ninguna intención de cambiar su mentalidad, por oscura o por extravagante que esta sea. La democracia puede ser muy generosa, como lo ha sido ya con otros líderes del proceso; puede serlo más aún con Puigdemont y con otros encausados… A condición de que pasen por el Tribunal Supremo antes. Y entonces sí, que haya olvido, y que haya perdón (justo al contrario de lo que quisieran los indepes).
Si lo que queremos es que haya un reencuentro (que en realidad ya se está dando ahora, y que es sincero) entre los ciudadanos “indepes” y los que no lo son, será necesario que no se elija el camino de la amnistía generalizada. Esta amnistía, si finalmente se da, será muy malinterpretada por los encausados, que la verán como una carta blanca o como unas palmaditas de ánimos en la espalda, o como el reconocimiento (erróneo) de que ellos no cometieran ningún delito…
E inmediatamente se pondrán a buscar nuevas formas de destruir el Estado, que les parecerá igual de perverso y maligno que ahora. Convencidos, encima, de que sus conciudadanos cumplidores de la Constitución no solo están del todo errados, sino que se les puede tomar el pelo masivamente y sin consecuencia alguna.
El olvido y el perdón, sí; la desmemoria selectiva y la impunidad, no. Indultos, sí; amnistía, no.
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