Ursula Von Der Leyen en primer plano con Giorgia Meloni de fondo

OPINIÓN

Stop Lampedusa

Si la UE no pone remedio, la ultraderecha seguirá creciendo en toda Europa

Imagen del Blog de Xavier Rius La Puntita

Cuatro días antes de la visita relámpago de Ursula von der Leyen a Lampedusa la comisaria de Interior, la sueca Ylva Johansson, estaba haciendo calceta durante el pleno del Parlamento Europeo que debatía sobre el tema.

Es seguramente una metáfora de la impotencia de la UE en esta materia. O todavía peor: de lo que le importa el tema.

Y no deja de ser curioso que, en España, han hecho dimitir al presidente de la Federación de Fútbol por un pico, pero esta señora sigue en su cargo.

Porque la visita de Von der Leyen a la isla italiana ha sido eso: una visita. Eso sí, a todo trapo y con un amplio séquito.

Basta leer los titulares de la prensa al día siguiente: “Meloni y Van der Leyen juntas” (El País) “Bruselas visita Lampedusa” (La Vanguardia), “Von der Leyen lleva promesas” (El Punt-Avui).

Incluso el anuncio de sus diez puntos no aporta nada nuevo a lo expuesto en otras ocasiones. No lo digo yo, lo dice también La Vanguardia en su crónica de este lunes: “El plan de Von der Leyen no presenta grandes novedades”.

Tanto los ciudadanos de Lampedusa como los recién llegados tras una dramática travesía debieron tomarse como un insulto tanto despliegue de coches oficiales para nada. 

En el bien entendido que ahora es Lampedusa o Canarias. Pero que maña puede ser Grecia o Ceuta y Melilla. Hasta que nuestras autoridades no cojan el toro por los cuernos no hay nada que hacer.

Y ya que no lo dice la presidenta de la Comisión Europea lo diré yo: 

1) La inmigración es un drama humano. Los que llegan -a veces incluso embarazadas o menores- se han jugado la vida en el Sáhara o en el mar. Nadie puede morirse ahogado en medio del Mediterráneo. Solo faltaría. Hay que rescatarlos. Europa es el continente de los derechos humanos.

2) Pero dicho esto luego habría que devolver inmediatamente. Es duro pero es así. Redistribuir los recién llegados por toda Europa no soluciona el problema, sino que lo agranda. Seguirán viniendo

3) A pesar de ello las devoluciones son casi imposibles sin la colaboración del afectado. Y difícilmente alguien que se ha jugado el pellejo te dirá de qué país procede.

4) Las devoluciones son todavía peor. En España, la legislación establece 60 días de permanencia en un CIE (Centro de Internamiento de Extanjeros) antes de su expulsión. 

En ese período hay que contactar con las autoridades consulares o diplomáticas del país de origen, estas a su vez con su ministerio de Asuntos Exteriores, que este acepte la repatriación y que esta llegue a producirse. Todo en menos de dos meses. 

La mayoría de países son estados fallidos o países en guerra. Y sin mencionar, por ejemplo, lo que puede costar una repatriación a Pakistan o Bangladesh por poner un ejemplo. Con dos policías acompañando al expulsado, billetes de avión, hoteles, etc. 

Sin olvidar, por otra parte, la resistencia de ONGs y las polémicas en los medios. 

Hace años, el entonces presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, y el Síndic de Greuges se plantaron ante el CIE de la Zona Franca para pedir su cierre. 

Si cierras un CIE como lo haces después si un juez ha ordenado la expulsión de un inmigrante. ¿Lo vas a buscar a su casa, en el caso que sepas su paradero, y le pides amablemente que se deje expulsar?

Por eso, mientras las autoridades europeas no aborden el problema de cara seguirá imparable. No sólo las llegadas sino el crecimiento de la ultraderecha. Basta ver los últimos resultados electorales.

En las elecciones en Suecia de septiembre del 2022 los Demócratas de Suecia quedaron segundos. No han entrado en el gobierno conservador pero obviamente influyen y, si no lo hace Bruselas, han empezado a endurecer ellos la política de inmigración. 

Y en las de Finlandia de abril del 2023 los socialdemócratas de la exprimer minsitra Sann Marín quedaron terceros mientras que los ultras del Partido de los Finlandeses quedó segundo.

Que bien se lo pasaba la prensa española Sanna Marin. Pues ya ven. Creo que ya no está en política. Mientras que la mayoría todavía cree que Suecia es sociedad con el espíritu de Olf Palme rondando las calles. 

Ya sé que la política tiende a la burbuja y a encerrarse en sí misma: los ujieres, los coches oficiales, las alfombras rojas. Todo ayuda. Esta especie de síndrome debe ser todavía más acusada en las instituciones europeas.

Pero que no digan que no lo saben o que miren hacia otro lado. El pasado mes de febrero, aprovechando que un hijo vivía en Bélgica, estuve por Bruselas.

Mujeres musulmanas de paseo por Ripoll

Primero me di una vuelta por Molenbeek, el barrio islámico. La verdad, acostumbrado a Martorell, no me pareció tan distinto a mi propia localidad -gobernada por Junts desde tiempo inmemorial- o cualquier otra ciudad catalana. 

Dense una vuelta por los cascos históricos de Igualada, Manresa, Cervera, Lleida, Reus o Tortosa, por citar solo algunos de los visitados recientemente.

Pero después de pasar por el Parlamento Europeo enfilamos la primera calle a la derecha. Nos adentramos en pleno barrio congolés de Bruselas. 

No seré yo el que exculpe a Leopoldo II de las atrocidades cometidas en el Congo, pero recomiendo a sus señorías -y por supuesto a la señora Van der Leyen- que se den una vuelta por la zona.

Por eso, no sé si la UE -en esta materia- está a tiempo de coger el toro por los cuernos como decía o ya es demasiado tarde. Se juegan el futuro no de la UE sino de la propia Europa. Y si siguen sin hacer nada que no se quejen luego del ascenso de la ultraderecha en toda Europa.