Imagen de varios obreros sentados encima de una viga
OPINIÓN

Cuando la izquierda abandona a la clase trabajadora

El delirio ha llegado hasta tal punto que han tenido más empatía por los reclusos que por aquellos que se juegan la vida por el solo hecho de ir a trabajar

Editorial Arnau Borràs

Que gran parte de la izquierda haya abandonado a la gente que teóricamente debería defender no es algo que vayamos a descubrir en pleno 2024. El ejemplo más claro es que, mientras cada vez cuesta más llenar la nevera o pagar el alquiler, esa izquierda (que, por cierto, lleva años gobernando tanto en la Generalitat como en la Moncloa) sigue poniendo el foco en cuestiones como la ideología de género, la defensa de la prostitución o el supuesto racismo que implica decir “voy a comprar al chino”.

Más allá de esto, en Cataluña estamos teniendo un caso claro de abandono (cuando no ataques) de la izquierda a la clase trabajadora. Las recientes protestas de los funcionarios de prisiones, que luchan por esa cosa tan fascista y reaccionaria como pedir no ser asesinado en tu puesto de trabajo, han dejado en evidencia a la mayoría de esos defensores de la working class.

Ellos han abordado la polémica bajo la premisa de que los funcionarios de prisiones no son trabajadores. Son carceleros. Da igual que quiénes sufren la agresividad de una parte de los reclusos (los sindicatos estiman que se trata del 5 o 10% de los internos) sean cocineros, profesores o médicos. Los ponen a todos en el mismo saco. Son malvados agentes represivos que ya cobran un plus de peligrosidad y, por lo tanto, si hay agresiones, que se jodan.

El delirio ha llegado hasta tal punto que han tenido más empatía por los reclusos que por aquellos que se juegan la vida por el solo hecho de ir a trabajar. Su obsesión por los derechos de los delincuentes les ha hecho olvidar -voluntaria o involuntariamente- los derechos (de protesta, de seguridad y a la vida) de los trabajadores de las cárceles. Aquellos que, como nos comentaba esta semana Alberto Gómez, custodian a los “malos de la calle”.

De lo que (creo) que no se dan ni cuenta es que la inmensa mayoría de la clase trabajadora que dicen defender va a sentir más empatía por otro trabajador que por un delincuente al que se le ha privado de la libertad porque ha cometido un delito. 

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