El catalán necesita un país
Las nuevas y grandilocuentes propuestas electorales no saldrán hacia adelante si detrás no tienen un país que las apoye
Mientras vemos cómo el País Vasco recupera lentamente el porcentaje de ciudadanos que usan la lengua propia de Euskadi, en Cataluña esta cifra no hace más que descender, y mejor que no hablemos del resto de los ‘Països Catalans’.
Hay rasgos diferenciales que hacen que la realidad lingüística de ambos territorios sea diferente. La inmigración, la línea educativa en euskera o la autoridad del gobierno vasco (y el poco servilismo de este con Castilla) son tres ejemplos. Sin olvidar la voluntad expresa que tiene el Estado español en la despersonalización de Cataluña, voluntad probablemente más difuminada en el caso de Euskal Herria.
Últimamente, hemos visto grandilocuencias de los partidos por, supuestamente, tener más herramientas para defender la lengua. Nada más alejado de la realidad. Me refiero a la promesa de ERC de crear una Consejería de Lengua Catalana. Soy el primero que defiendo que esa conselleria, compartida con la de Cultura o no, debería existir. Sin embargo, que lo proponga Pere Aragonès en campaña electoral solo denota oportunismo. Un oportunismo clientelar, porque en lo que se convertirá esta conselleria es en otro ente lleno de Secretarías y Direcciones Generales para asegurar que cargos del partido tienen un asiento y le remiten el diezmo mensual al partido.
Lo que necesita en la lengua catalana, en mi opinión y en la de cualquier persona que aprecie verdaderamente esta lengua, son dos cosas. Dos cosas que son necesarias tanto para la lengua catalana como para el occitano aranés.
Las dos cosas que necesitan el catalán y el aranés
La primera, la oficialidad única. El catalán y el aranés son las lenguas propias de Cataluña y deben ser las dos únicas lenguas oficiales, junto con la lengua de signos catalana. Esto evidentemente sin perjuicio de las otras lenguas que se hablen en las fronteras nacionales, sean el árabe, el castellano o el coreano.
Esta oficialidad única dotaría al catalán de una importancia primordial para el funcionamiento, la integración y, sobre todo, la NECESIDAD de saber la lengua catalana (el aranés en Arán) para vivir dentro del País. Esta oficialidad única incluye varios frentes como, por ejemplo, que los médicos tengan que saber catalán obligatoriamente, que las personas que atienden de cara al público tengan que acreditar conocimientos oficiales de lengua catalana o que los cargos públicos dejen de desdoblar las declaraciones a la prensa y así volver a dar salida a un trabajo que nunca debería haberse perdido, el de traductor de catalán a castellano.
El otro elemento clave son las escuelas. Los jóvenes catalanes salen de la ESO con un nivel C1 de lengua catalana. Un nivel falso, impostado, como muchas de las evaluaciones que se realizan hoy en día en las escuelas modernas que los gobiernos de izquierdas han impulsado. Unas escuelas que hacen a los jóvenes menos propensos a la cultura del esfuerzo, facilitando aprobados o haciendo planes individualizados a la mínima que un alumno tiene un problema.
Una de las asignaturas más perjudicadas de esta forma de proceder es la de lengua catalana. No voy a decir que quiero un modelo de escuela catalana paralelo a la escuela convencional, como tienen los vascos, porque mi objetivo es que todas las escuelas sean escuelas catalanas, como en cualquier país normal.
Sin embargo, todos sabemos que para que esto suceda lo que hace falta es algo que últimamente cuesta de escuchar por parte de todos los partidos políticos, de todos quiere decir todos; y se llama independencia. Por lo tanto, probablemente a corto plazo sí que una escuela paralela podría ser un puntal para evitar que el catalán se hundiera aún más en porcentajes irrisorios del uso habitual, pero a largo plazo el efecto global pesaría tanto que acabaría haciendo caer también ese puntal.
Como he dicho, son políticas que hacen necesario un estado propio, bastante utópico a corto plazo, viendo las tendencias de voto de los catalanes y los residentes en Cataluña. Ningún partido que defienda esta realidad lingüística parece que tenga demasiadas posibilidades de entrar en la cámara catalana en las próximas elecciones de mayo. Vistos los programas publicados de todos los partidos políticos, lo único que habla de esta oficialidad única es el FNC, y las encuestas no lo sitúan actualmente en el arco parlamentario proyectado.
No quisiera terminar sin tener unas palabras de recuerdo por el ente que debe velar por nuestra lengua. Un Institut d'Estudis Catalans (IEC) que está permitiendo que la propia Generalitat destroce nuestra lengua, con los desdoblamientos constantes en documentos oficiales o el uso del femenino genérico, a menudo usando adjetivos como nombres de manera incorrecta (personas trabajadoras), como ya advirtió la añorada Carme Junyent. O un mismo IEC que fulmina a unos diacríticos con la excusa inaceptable de que la lengua catalana resulta que debe ser “más fácil” para que la gente lo use, como si este fuera el motivo de su retroceso, sin comentarios… Pero bueno, qué podemos esperar de un ente que calla mientras el Presidente de Aragón desprecia a los hablantes de su lengua y que solo reacciona a golpe de moción de un partido político nacionalista en La Masó y Manresa.
En definitiva, parece claro que gane quién gane y gobierne quién gobierne, a partir del próximo 12 de mayo la lengua catalana seguirá igual de amenazada que ahora, y que por más que haya más cargos o consejerías simulando que velan por su defensa, en la calle, que es donde es más importante, irá perdiendo relevancia a marchas forzadas. Si desea ver qué pasará en las siguientes temporadas de esta serie sobre la desaparición del catalán, puede mirar la serie sobre la desaparición del aranés, que ya va por la temporada final.
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