Montaje Santiago Abascal, Yolanda Díaz, Pedro Sanchez y Feijóo
OPINIÓN

Apuntes de campaña

Pocas horas para que se acabe la campaña del 23-J: una de las más polarizadas y ásperas de la democracia recuperada

Cuando este artículo salga a la luz, faltarán poco más horas para que se acabe la campaña electoral del 23 J. Habrá sido una de las campañas más polarizadas y ásperas de la democracia recuperada. 

El PP inició la carrera (supuestamente a La Moncloa) con la idea de pasar página cuanto antes de sus pactos con Vox, para minimizar el efecto tóxico de los mismos y blanquear su imagen de partido escorado a la derecha, 

Por su parte, los socialistas arrancaban confiados, porque desde que Alberto Núñez Feijóo es el líder de la oposición, ha mantenido cinco cara a cara con Pedro Sánchez en el Senado y en las cinco ocasiones el presidente salió victorioso. Ante esa situación, en la calle Ferraz daban por hecho que el debate televisado de los dos candidatos, del día 10 de julio en Atresmedia, serviría para empezar a dar la vuelta a las encuestas e iniciar la remontada. 

Sin embargo, tanto Feijóo como sus asesores sabían que la capacidad oratoria del líder del PP es bastante limitada y sus argumentos, para enfrentarse a Sánchez, poco convincentes. Por consiguiente, decidieron qué, para salir políticamente vivo del encuentro, la única posibilidad era fajarse con el presidente en un intercambio de reproches y así, entre mentiras y medias verdades desconcentrar a Pedro Sánchez y sacarle que quicio. Y, para ser sinceros, hay que decir que, esa estrategia, no le fue nada mal al jefe de la oposición. Además, el candidato del PSOE tampoco tuvo su mejor noche. 

Un par de días después, más de 300 personalidades de la cultura y las artes, de orígenes tan dispares como Pedro Almodóvar, Nicolás Sartorius, Joan Manuel Serrat o Marisa Paredes, pero que tienen como común denominador, un innegociable anhelo de libertad, igualdad y justicia social, hicieron público un manifiesto, fechado el 28 de junio, en el que no se pide el voto expresamente para ningún partido político, pero remarca que sería “injusto y miope” no reconocer el “resultado muy favorable” en “avances sociales, el crecimiento y la estabilidad de empleo” de la legislatura que ahora termina.

Y señala: “Cara al inmediato futuro electoral, la disyuntiva es bastante meridiana”, plantea el texto. “O seguir consolidando y avanzando en el Estado social y democrático de derecho que define nuestra Constitución (...) o retroceder con políticas regresivas”. Entre esas políticas cita el enfrentamiento identitario entre españoles o derogar leyes como la reforma laboral o la de Memoria Democrática. El documento también denuncia los pactos entre Vox y PP, y advierte del retroceso que se puede padecer en ámbitos tan sensibles como la educación y la cultura. 

Sin solución de continuidad, RTVE ofrecía otro debate, pero en esta ocasión eran los portavoces de las siete principales formaciones parlamentarias los que se ponían ante las cámaras. Desgraciadamente, esa confrontación despertó bastante menos interés mediático y de telespectadores, si bien allí se confrontaron modelos de país y se hicieron propuestas de futuro, cosa que no sucedió en el cara a cara de los dos candidatos. 

Sea como sea, quedó clara la polarización política que estamos viviendo y la sintonía entre el grupo de progreso que ha dado soporte al Gobierno de coalición a lo largo de la legislatura y la comunión entre el discurso del PP y el de Vox, perfectamente intercambiables, unidos en un objetivo común: “Derogar el sanchismo”; o lo que es lo mismo: cercenar las conquistas sociales de los últimos cuatro años.

Pero fue el segundo lunes de campaña, cuando se hizo evidente el estilo Feijóo: mentir sin sonrojarse. En una entrevista en RTVE, tuvo la desfachatez de decir y reiterar que “los gobiernos del PP habían subido siempre las pensiones”. Olvidó que con la reforma de Rajoy subían un misérrimo 0,25%. Luego, publicó un tuit en el que decía que “se habían malinterpretado sus palabras”. 

Otra cuestión no menor, en esta campaña, ha sido el aumento de las solicitudes de votar por Correo. La empresa pública ha admitido 2.622.808 solicitudes de voto mediante esta vía, habiéndose incrementado las solicitudes en un 94,71 % con respecto a las elecciones generales de 2019. Pues bien, el líder del PP ha puesto en tela de juicio, la imparcialidad y pulcritud de los jefes de la empresa y “pidió a los carteros que pasen de ellos,”, introduciendo así la sombra de la duda. 

Casi como colofón de campaña, la televisión pública había programado un debate, para el día 19, entre los cuatro candidatos de las fuerzas parlamentarias más votadas, pero Feijóo declinó asistir “porque no tenía interés electoral”. Ahí Sánchez y Díaz aprovecharon para plantear sus proyectos de futuro y su predisposición a seguir cooperando, a la vez que intentaban movilizar a la los progresistas. Ambos eran conscientes de que estaban quemando los últimos cartuchos.  

Mientras, pudimos ver a un Abascal desatado, en estado puro. Las intervenciones de líder de la ultraderecha estuvieron llenas de disparates, falsedades y planteamientos decimonónicos. Una intervención que merecería un lugar destacado en el museo de los horrores.

Desconozco cuál será el escrutinio de las urnas el próximo domingo. Pero es muy posible que, al final, sean esos tres millones largos de ciudadanos que, según los expertos, aún no han decidido el sentido de su voto los que inclinen la balanza 

En cualquier caso, veremos si se cumple eso que España es sociológicamente de izquierdas o esa afirmación es un anacronismo histórico. En cualquier caso, el lunes, 24 de julio, el combate democrático seguirá: si se conforma un gobierno de progreso porque deberemos impulsarlo para seguir consiguiendo mayores cotas de bienestar y libertad, pero si quien nos ha de gobernar en la próxima etapa es un ejecutivo conservador o directamente de derechas, también estaremos ahí, para que sepan que no vamos a dar ni un paso atrás y no vamos a renunciar a lo que tanto nos ha costado conseguir.

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