La amnistía, una solución personal
2.315 días son demasiados días, Waterloo ya no es un santuario, cada vez llegan menos peregrinos
Se llena la boca de palabras vacías, falaces, tergiversadoras de la historia, del presente, del 1 de octubre, de Cataluña, de España, del mundo que nos mira. Sabe comunicar bastante bien, “España tiene un pollo de cojones”, es un buen (mal)periodista, sin titulación, pero efectivo. Conserva un nivel inexplicable de adhesiones, menos que antes, más emotivas que racionales, pero adhesiones, al fin y al cabo. Ha creado el mito de sí mismo, el presidente legítimo que se exilió no para eludir su responsabilidad, sino para mantener viva la llama de la libertad, el derecho a decidir, la autodeterminación, la independencia de Cataluña.
“No queremos atajos, pedimos explícitamente que no se busquen soluciones personales para ningún exiliado”. El suyo ya es un exilio de 2.315 días, de vivir con el alma en un hilo no sea que un juez remirado le dé por acabar con la ficción del exilio político. Waterloo está bien para estarse allí un tiempo, es un exilio dorado, no como aquel (de verdad) que sufrieron los desgraciados republicanos y los afanados que durante tantos años lucharon inútilmente contra la represión (de verdad). Pero 2.315 días son demasiados días, Waterloo ya no es un santuario, cada vez llegan menos peregrinos, ya no tiene la gozada de esperarlos a la puerta de la mansión mayestática y, al mismo, tiempo campechano. Se divisan tiempos difíciles, de irrelevancia y de olvido.
Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Sus “soldados” retroceden, el 23-J pierden votos, solo obtienen 7 escaños de 350, pero resultan cruciales, decisivos. La gobernabilidad de España le importa un pepino, que se jodan los españoles, más verdad que nunca aquello de “España tiene un pollo de cojones” (con él). Saca el jugo a los 7 escaños, que son 7 votos. Ha hecho saber que no tiene bastante con el indulto, tendría que pasar por trances enojosos: la detención, quizás la cárcel, el juicio, testigos poco afines con verdades incómodas, la sentencia, el indulto sería parcial, permanecería inhabilitado unos años. La amnistía es la solución, una solución colectiva, los “soldados” también se beneficiarán. Con el ariete de los 7 votos, fuerza la presentación de un proyecto de ley de amnistía con más preámbulo que ley, toda una proeza.
¡Eh! ¡Cuidado, hay jueces vengativos! Es necesario que la amnistía sea segura al cien por cien, y solo lo será a medida. Hace falta, pues, una amnistía personal, tanto da que una amnistía así sea una aberración jurídica, una obscenidad política, una inmoralidad, otra traición a quienes esperan, a quienes el día siguiente irán a los despachos y algunos pronto a juicio. Cada día añadido a los 2.315 días los hace más pesados, más insoportables. La tentación del “ja soc aquí” se vuelve irresistible.
Lo tiene claro, la solución tiene que ser personal, cueste lo que cueste a quién sea (menos a él), aunque lo paguen los “soldados”. Lo justificará envolviéndose con la bandera, pero, la bandera ha encogido, ya no le tapa las vergüenzas del alma, queda moralmente desnudo a la vista de todo el mundo. Hará de tripas corazón, no tiene otro remedio porque no tiene más justificación que la bandera.
El gobierno de coalición del PSOE y Sumar es el cooperador necesario, necesita imperiosamente los 7 votos, tiene una justificación, que no es el tópico estúpido de querer conservar la poltrona, todo el mundo que la tiene la quiere conservar, Pere Aragonès es un ejemplo, quien no se afane en conservar la poltrona no es de fiar. Es una justificación de peso el poder desarrollar una agenda social de izquierdas en un país de una desigualdad tremenda, una agenda de izquierda que pasa por la increíble paradoja de hacerla posible, 7 votos de la derecha más ramplona y carlista.
Mira por dónde, el aumento del salario mínimo interprofesional de este año a 1.134 €, la próxima actualización de las pensiones en base al IPC, la preservación de todo un paquete de leyes sociales que son la envidia de muchos de nuestros vecinos europeos, que la gran derecha española con el auxilio escabroso de la ultraderecha quiere derogar o, cuando menos, “ajustar”. Todo esto y algunas cosas más dependen de la amnistía personal de un personaje políticamente insignificante de la pequeña derecha catalana, que nada ha aportado a la mejora de la sociedad. España pendiente de Flandes como a principios del siglo XVII. Es para hacerse cruces.
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