Montaje con Tània Verge y un símbolo feminista

OPINIÓN

¿Feminismos o Feminismo?

¿Hasta qué punto las políticas “feministas” están haciendo retroceder el movimiento feminista real?

Esta semana hemos conocido que hay una cifra bastante alta de catalanes (más de un 30%) que considera que el feminismo ha ido demasiado lejos, un porcentaje que es bastante más alto entre los hombres jóvenes. Más allá de sí os encontráis en el grupo de este 30% o del otro 70%, creo que los datos son muy preocupantes, son preocupantes porque demuestran que las cosas no se están haciendo bien. No se están haciendo bien a pesar de dedicar la cantidad de recursos económicos, materiales y personales, más elevada de la historia.

Creo que todos coincidimos en el hecho de que es necesario que las mujeres recuperen el terreno perdido durante años de menosprecio, violencia y segregación que han sufrido, especialmente durante el franquismo, quien crea que esto no es necesario, sinceramente creo que vive en un mundo equivocado. El problema radica en que de este movimiento político llamado feminismo, del cual yo me sentía parte, se ha hecho un negocio, un negocio de particulares, pero aún más grave, un negocio político y gubernamental.

Un claro ejemplo lo tenemos en la Conselleria d'Igualtat i Feminismes (de la cual nunca he entendido el plural de “Feminismes”, que contrasta con el singular de Igualdad). Lo grave de este caso es que se crean unas duplicidades y unos órganos para hacer exactamente las mismas tareas que se hacían antes desde el Instituto Catalán de las Mujeres y el actual Departamento de Derechos Sociales. Pero aún más grave es la cantidad de altos cargos que se crean: más de una decena de personas con carnet de partido a sueldo del erario público. Esto sin contar gabinetes y asesores de la consellera, que aumentan hasta 25 los cargos repartidos a dedo. De los amigos de la consellera ya hablaremos próximamente, no os preocupéis.

Primer plano de Tània Verge

Volviendo al tema que nos ocupa, el negocio que se ha generado en la Conselleria d'Igualtat i Feminismes ha hecho que mucha gente vea con incredulidad y escepticismo la tarea que se hace allí, sobre todo porque el bienestar real de las mujeres no ha mejorado desde que existe esta Conselleria, sino al contrario. Gastarse decenas de miles de euros en campañas publicitarias estériles que no sirven para nada o contratar a decenas de amigos para que ocupen plazas recientemente creadas hace que la gente cree una pantalla frente al movimiento.

Probablemente, será un error, pero es comprensible. Yo no he dejado de ser feminista y creo que para el país es necesaria una reparación para las mujeres. Sin embargo, puedo entender que haya gente que se sienta engañada porque han jugado con su dinero y sentimientos, lo que les ha provocado un alejamiento del movimiento que antes apoyaban.

Lo mismo que explico es totalmente aplicable al Ministerio de Igualdad español, pero en este caso con una agravante: sus modificaciones incompetentes al Código Penal han provocado que gente que debería estar entre rejas por sus agresiones hacia las mujeres hayan salido antes de tiempo o, como hemos conocido esta semana con el Caso Alves, se pasen muy poco tiempo a cambio de un fajo de billetes, como si una violación se pudiera arreglar con dinero.

Sinceramente, pienso que una vez entran en política, algunos viven un alejamiento brutal de la sociedad, tanto que no ven que las políticas que hace tiempo tenían un apoyo mayoritario comienzan a perderlo por el populismo en el que están basando su discurso. El máximo exponente de esto es la consellera d'Igualtat i Feminismes, que no solo no se da cuenta, sino que se enorgullece de sus acciones contraproducentes en las redes sociales.

Tània Verge sentada en un sofá, con gafas de pasta rojas y sonriendo

Lo más grave de esta señora es que su incoherencia aún agrava más esta situación, con ejemplos claros como cuando denuncia agresiones sexuales a niñas de once años mientras apoya a los violadores diciendo que se les debe hacer un acompañamiento. O cuando silencia casos de agresiones que no van en la línea de su discurso habitual, por ejemplo cuando las cometen extranjeros, cosa bastante habitual en nuestro país como un servidor demostró hace poco con datos de Mossos d’Esquadra.

Con todo, hay que ver que el declive del movimiento feminista no es porque la gente haya dejado de creer que las mujeres necesitan una reparación y una recuperación de derechos, sino que la manera en la que se están haciendo las cosas ha hecho que la gente perciba que el feminismo se ha convertido en un negocio más de los partidos y los lobbies políticos de turno, defendiendo sus ideas de manera hipócrita solo por motivos económicos y electoralistas.