¿Y si ganamos?
La mediocridad de la clase política procesista es tan abrumadora que tendrían el mismo problema tanto si ganaran como si perdieran un referéndum
En realidad, la política catalana no es un gran misterio. Se trata de una partitocracia como otra cualquiera. Su particularidad, eso sí, está en el discurso independentista, que es como un chicle infinito. Sobre planos, esta situación se resolvería con un referéndum. Pero solo eso: sobre planos. Porque, más que el referéndum, lo que el procesismo necesita es la reivindicación del referéndum.
Una de portugueses
Esto es verídico. Hace tiempo, estaba yo en Galicia con un amigo (R.I.P.) que me decía que si los españoles somos particulares los portugueses son para darles de comer aparte. Me lo ilustró con una anécdota.
Estaba él en un restaurante, comiendo, y tenía al lado una mesa de portugueses; se conoce que era la época dura del crac del 2008. Los portugueses debatían entre sí sobre cómo sacar de la crisis a su país. En un momento dado, uno de ellos ofreció una solución: “Declaramos la guerra a los Estados Unidos, nos conquistan y nos convertimos en el Estado número 51”. Acto seguido, se hizo un sugestivo silencio en la mesa hasta que otro de los portugueses dijo: “Mais... ¿Y si ganamos?”.
¿Papá, qué es el procés?
Dejemos por ahora a los portugueses en Portugal. Decíamos: ¿Qué es la política catalana? Pues el caso particular de una partitocracia. Y se acabó. Todo lo demás es ruido y el folklore que cualquier partitocracia necesita presentar como trascendental; pero nada: folklore, sentimientos y marketing político. Lo que se puede tocar con las manos es eso: una partitocracia. Y en un ambiente tan ruidoso como este es difícil señalar hasta qué punto esto es así.
Para captar el asunto en toda su extensión hagamos lo que se llama una definición ostensible, o sea, definir algo indicando un ejemplo ¿Papa, qué significa ‘verde’? Y señalas la hierba ¿Papá, qué es ‘dos’? Y señalas dos nueces. Eso es una definición ostensible. Y si se trata de la política catalana hay que proceder radicalmente de este modo. De lo contrario, a la mínima ya estaremos empantanados con la democracia, los derechos humanos, 1714, 'volem votar', en Alguer se habla catalán y demás.
Pues total, la definición ostensible: imaginemos al Aragonès de turno y al Sánchez de turno. Están reunidos en Palau. Por aquello del folklore, Aragonès dice “Bueno, presidente, idealmente nosotros buscaríamos un referéndum porque pensamos que el derecho a la...”. Entonces, el presidente español le interrumpe y le dice “el mes que viene”. Se hace un silencio, como el de los portugueses ¿Os imagináis el careto de Aragonès? ¿Sí? Pues ese careto, exactamente ese careto, es la definición ostensible de la política catalana ¿Papá, qué es el procés? La cara que se le quedaría a un presidente de la Generalitat si le dieran el referéndum. Y todavía falta una cosa más para completar el cuadro.
Prohíbeme el referéndum
Muchas veces se ha dicho que los ‘indepes’ estarían en un aprieto si de repente tuvieran que montar un Estado propio. Y, efectivamente, hay razones para sospecharlo. Porque si te sorprende que te espíe el CNI, prepárate si consigues la independencia. Y con el máximo - y sincero - respeto a la persona: alguien como Ruben Wagensberg tal vez no sea el paradigma de alguien capaz de lidiar con el crudo, crudísimo, realismo de la política de verdad.
El caso es que una victoria del 'sí' en nuestro hipotético referéndum habla del futuro, del problema futuro que tendría el procesismo si de repente tuviera que hacer política de alto nivel. Pero a nosotros nos interesa el presente. Y lo que explica el presente - la partitocracia catalana - no es la hipotética victoria del 'sí', sino la del 'no'. O sea, Mais... ¿Y si perdemos? Esta es la situación que, junto al careto de Aragonès, ya nos permite ver hasta donde llega la lógica de la partitocracia ¿Qué harían Junts y ERC en ese caso? ¿Qué pasaría si perdieran ese referéndum sorpresa? Y aquí está la clave de la política catalana: nada, no pasaría nada.
Porque cuando el procesismo pide un referéndum ¿Cómo lo pide? ¿Que si gana el ‘sí’ sí que pase algo y si gana el ‘no’ que no pase nada? El procesismo llevado a su máxima expresión sería la situación en la que, tras perder un referéndum, mantuvieran las instituciones, el sistema electoral que les beneficia, la infraestructura de chiringuitos, las subvenciones a la prensa, el control de la educación y, sobre todo, la reivindicación de otro referéndum. Vamos, lo que les da de comer ahora.
En fin, que la mediocridad de la clase política procesista - y española también - es tan desarmante que el problema lo tendrían en cualquiera de los dos sentidos. Mais... ¿Y si ganamos o si perdemos? O lo que es perfectamente equivalente: ¿Y si nos dan el referéndum?
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