Montaje fotográfico con los 2 líderes independentistas Puigdemont y Junqueras, con Pedro Sánchez en primer plano y una manifestación llena de esteladas de fondo
POLÍTICA

De la República a la amnistía: seis años del 1 de octubre

El independentismo, debilitado y dividido, conmemora el sexto aniversario del 1-O centrado en la reivindicación de la amnistía

El referéndum del 1 de octubre de 2017 es, en el imaginario del independentismo catalán, una fecha de elevadísimo valor simbólico. Hablar del 1-O es referirse a la gran fecha del secesionismo, que tuvo en esa movilización el clímax absoluto del movimiento. Los años previos fueron un ‘crescendo’ del simbolismo, con una sucesión de 11-S “históricos” y otras fechas elevadas a la categoría de memorables, como el 9 de noviembre de 2014.

Seis años del 1 de octubre de 2017

Lo cierto es que el 1-O representó un antes y un después no tan solo para el independentismo, sino para la política catalana y española. Más de 2.200.000 personas participaron en la votación convocada por el gobierno catalán, pilotado entonces por Carles Puigdemont y, pese a su pésima relación, con Oriol Junqueras como número 2. La jornada estuvo marcada por las cargas policiales contra los participantes en numerosos puntos de la geografía catalana.

Tras ese domingo del que se cumplen hoy seis años vino un octubre de altísima tensión. La huelga y protestas del 3 de octubre, la independencia en suspenso de Puigdemont y, finalmente, el desenlace que todos conocemos. La proclamación de la independencia en el Parlament, su nulo reconocimiento internacional, la aplicación del artículo 155 y la huida y encarcelamiento de Puigdemont y el resto del gobierno.

El 1-O es, en definitiva, el inicio de una etapa de declive del independentismo que hoy, seis años después, parece mantenerse. El movimiento se encuentra en un momento de prolongado y profundo letargo, faltado de músculo, de unidad entre facciones —más bien en constante fragmentación— y de una estrategia clara. La conclusión parece evidente: el golpe tras el 1-O de 2017 fue contundente y el movimiento continúa desorientado.

Numerosas personas concentradas, con esteladas, para conmemorar el 5º Aniversario del referéndum ilegal de autodeterminación

Desorientación y división tras el 1-O y la DUI

La aplicación del artículo 155 de la Constitución, el encarcelamiento de medio gobierno autonómico y la marcha a Bélgica del otro medio supusieron un auténtico trauma en las filas independentistas. El reclamo de la República que se había proclamado tan solo unos días atrás se diluyó, ya en otoño de 2017, en la reivindicación por la libertad de los “presos políticos” y la vuelta de los “exiliados”.

Las banderas “estelades” y los gritos de “independencia” cedieron progresivamente el protagonismo a los lazos y símbolos amarillos. Fue una etapa de movilizaciones sistemáticas en los que el independentismo inició su quiebra interna. La República era la reivindicación principal del sector más radical, mientras que otra facción destacada priorizaba la libertad y el retorno de presos y exiliados, respectivamente.

Primer plano de Quim Torra con cara de circunstancias

La división por la no-investidura de Puigdemont y la llegada de Torra a la Generalitat y de Sánchez a la Moncloa contribuyeron al desorden interno. Si la calle ya presentaba división, los partidos —Junts per Catalunya-PDeCAT, ERC y CUP— se alejaban estratégicamente de forma cada vez más clara. Se hicieron evidentes las divergencias entre Puigdemont y Junqueras, con durísimas declaraciones cruzadas por parte de ambos.

Ni la sentencia del ‘procés’ sirvió para que el independentismo retomara un rumbo común. Las heridas entre partidos y facciones ciudadanas eran ya demasiado profundas. Pese a unos días de enfrentamientos en la calle, la falta de unidad, de estrategia y de rumbo hicieron imposible una recuperación del músculo social que el movimiento tenía hace hoy exactamente seis años.

De la República a la amnistía

En 2019, la puesta en marcha de una nueva legislatura en España supuso la ruptura definitiva entre ERC y Junts. El apoyo de los primeros al gobierno español y la oposición rotunda de los segundos desató una guerra abierta entre ambas formaciones que, a su vez, compartían ejecutivo en Cataluña. Con un presidente Torra incapaz al frente, al enfrentamiento independentista se le sumó la etapa de la pandemia y el independentismo quedó en una reivindicación cada vez más minoritaria y con menos unidad interna.

De hecho, el reclamo de la proclamada “República Catalana” pasó a ser prácticamente inexistente. Lo han ido enterrando, de forma persistente, el gobierno de ERC, la pérdida de fuerza y liderazgo de las entidades sociales independentistas y el gobierno Sánchez, con la concesión del indulto a los presos independentistas.

Plano medio de Pere Aragonès con cara de asco y Carles Puigdemont hablando

Ahora, tras las elecciones del 23 de julio, el movimiento catalanista parece unirse —aunque con discrepancias sobre su alcance— a una idea: la amnistía. Una solución que elimine cualquier posibilidad de factura penal para los implicados en los hechos de hace seis años. Hoy, aquel independentismo que clamaba por una República recupera vagamente su unidad para obtener una amnistía a cambio de investir a Pedro Sánchez.

De reivindicar la independencia proclamada unilateralmente a negociar una amnistía con el gobierno español: la frase resume la involución que, en seis años, ha protagonizado el movimiento secesionista catalán. Su debilitamiento, por el azote externo y sus guerras internas, ha provocado, pues, una rebaja sustancial de pretensiones. Hoy, seis años después del 1 de octubre, el independentismo catalán constata su debacle: de la República a la amnistía.

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