¿Podría llegar la violencia de Francia a Barcelona?
Las autoridades temen un 'efecto contagio' en la ciudad condal
Jaume Collboni se estrena como alcalde de Barcelona con el temor a un “efecto contagio” de los disturbios en Francia. Xavier Trias ha alertado de un peligro de la extensión a Barcelona de la “revuelta francesa”. Y ha solicitado al nuevo alcalde un plan de contingencia para estar prevenidos.
Collboni se presentó como alcalde precisamente con la promesa de “poner orden” en Barcelona. La seguridad y la limpieza son sus dos grandes preocupaciones, según dijo tras ser investido. Ahora, el fantasma de los disturbios galos sobrevuela la ciudad condal.
Pero, ¿puede realmente suceder en Barcelona lo que está ocurriendo en Francia? ¿Puede Cataluña sufrir también el estallido de violencia de los suburbios franceses?
Francia-Cataluña, inquietantes similitudes
Hay inquietantes similitudes entre el caldo de cultivo de la revuelta francesa y la situación social en Cataluña. Los estallidos en Francia se producen en las banlieues, suburbios con un gran porcentaje de inmigración en la periferia de las grandes urbes. Una segregación racial que recuerda mucho a las grandes ciudades catalanas.
Según los últimos datos, Barcelona lidera las ciudades con más inmigración. Le siguen, por este orden, L’Hospitalet, Badalona, Terrassa, Lleida, Sabadell, Santa Coloma, Tarragona, Girona, Mataró, Reus y Manresa. Hay otro dato significativo, y es que Cataluña es de largo la comunidad de España con más inmigración de origen magrebí.
Esto es importante, porque los recurrentes episodios de violencia en Francia están siendo protagonizados por inmigración de origen árabe. En la raíz están los problemas de integración y respeto a los valores del país de acogida. Tanto en Francia como en Cataluña, lo que se evidencia es el fracaso del modelo multicultural.
Barcelona es la expresión de esa situación, con bolsas de población inmigrante en barrios periféricos y deprimidos. La Guardia Urbana señala una extensión de la delincuencia desde el centro a la periferia en los últimos años. El 76% de los detenidos son extranjeros, según fuentes policiales.
Las crisis económica y migratoria han agravado el problema de la seguridad en zonas que son auténticas bombas de relojería.
¿Puede ocurrir en Barcelona?
La crisis de Francia, al borde de la guerra civil, es de hecho una crisis europea que tiene como trasfondo la ola migratoria.
En el caso francés, los primeros inmigrantes argelinos se integraron relativamente bien en el país. La segunda generación se sintió mayormente marginada. Y la tercera entra en choque con la sociedad laica francesa y busca volver a sus raíces islámicas.
Lo mismo sucede con otros tipos de inmigración de matriz árabe y africana.
Cataluña no ha sido ajena al ascenso del islamismo radical, que tuvo su trágica expresión en los atentados de Barcelona y Cambrils. Tampoco al aumento de la delincuencia en barrios donde la policía ha perdido el control del orden público.
En Barcelona, como en París, Lyon o Marsella, el día a día de los grandes barrios de la periferia discurre al margen de la ley. Esas zonas están controladas por los clanes de la droga y són susceptibles a la penetración del islamismo radical.
El reto migratorio
España y Cataluña fueron ajenas a las primeras oleadas migratorias sobre Europa fruto del desmoronamiento de los imperios coloniales. Pero está de lleno en el centro de la segunda y tercera oleada. Una inmigración masiva de tipo económico, fruto de las sucesivas crisis del continente africano, especialmente en el norte.
Lo que está sucediendo en Francia no es para nada descartable en Barcelona, donde muchos barrios ya son ingobernables.
En 2012, en Sant Adrià del Besòs, un senegalés murió a manos de una familia gitana y dio lugar a una escalada de tensión. Aquello pudo atajarse a tiempo y no derivó en disturbios graves. Pero ya entonces el consistorio advirtió de que en los barrios de la periferia se podían producir estallidos violentos.
Han pasado más de diez años y la Cataluña y la Barcelona de hoy no son las de entonces. El problema se ha agravado y cada vez son más voces las que piden afrontar el problema sin tabús ni prejuicios. De momento, la única respuesta parecen ser los planes de contingencia y la mano dura para mantener el orden público.
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