Lluís Llach, la cara visible de la decadencia del 'procés'
El declive imparable del presidente de la ANC va al mismo ritmo que el del procesismo en general
El declive evidente del procesismo tiene muchas caras. Una de las más destacadas (o la que más) es Lluís Llach, actual presidente de la ANC (Assemblea Nacional Catalana).
Lluís Llach fue diputado en el Parlament cuando el procesismo se presentó unido a las elecciones bajo la marca de Junts pel Sí. Gracias a su trayectoria como cantante y activista, su figura era reconocida, admirada o, por lo menos, respetada en el mundo independentista.
Y esto, a pesar de haber protagonizado algún que otro acto que podría definirse objetivamente de vergüenza ajena. Quizás no lo recuerden, pero durante el juicio a los políticos del 'procés', Llach nos dejó una de las imágenes que representan mejor que nada el victimismo procesista.
"¿Ha estado usted alguna vez procesado, acusado o investigado en algún proceso penal?", le preguntó el juez Marchena. Llach contestó que "desde el 78 seguro que no, me parece que", dando a entender que fue perseguido durante el franquismo. A lo que el magistrado repreguntó: "¿Y con anterioridad lo estuvo?. La respuesta fue de las que pasarán a la historia por ridícula: "No, me parece que no". Brillante.
Sin embargo, con el paso del tiempo, Lluís Llach no ha hecho más que evidenciar su declive y el del procesismo en general. En los últimos años, el excantante se ha convertido en uno de los principales y más activos brazos mediáticos del puigdemontismo. Por ejemplo, fue de los pocos en comprar la moto a Puigdemont del chiringuito del Consell de la República. Un artefacto que todavía hoy muchos no saben qué utilidad tiene, pero ahí estaba él para apoyar al expresident de la Generalitat.
Eso sí, la culminación de su decadencia llegó al ser proclamado presidente de la ANC a principios de junio. Y es que sus polémicas acciones y declaraciones al frente de la entidad procesista han llegado hasta tal punto que incluso muchos indepes se avergüenzan de su figura.
Empezó atacando a Sílvia Orriols y a Aliança Catalana, tachándolos de “extrema derecha” y de “fascistas”. También culpó “a España” del cierre de centenares de camas en los hospitales catalanes este verano. Además, durante las negociaciones para la investidura se alineó por completo con las tesis de Junts per Catalunya, evidenciando así que su proclamación como presidente de la ANC era una simple operación de los juntaires para controlar la entidad.
En los actos que ha participado también ha habido mucha controversia. Y es que en los eventos de la ANC ya no se ven jóvenes, básicamente hay jubilados, prejubilados y funcionarios que no son precisamente chavales. Que la Assemblea Nacional Catalana ha perdido su capacidad movilizadora se ha hecho evidente en las últimas protestas que han organizado, ya sean manifestaciones por la Diada o actos todavía menos masivos como la marcha para pedir a ERC que no invistiera a Illa, en la que asistieron apenas 2.000 personas.
En los últimos días, Lluís Llach ha seguido mostrando su deriva y decadencia y la del procesismo en general. Fue muy criticado al definir a Salvador Illa como “fascista” y también le llovieron las críticas por asistir a un acto en Córcega en el que aparecieron varios terroristas encapuchados con pistolas a los que aplaudió sin problemas.
El procesismo no sabe hacia dónde va y Lluís Llach, como una de sus principales caras, tampoco. Sus actos ya no movilizan a más que unos pocos convencidos de avanzada edad que han hecho de las protestas procesistas su modo de vida social. Y mientras, cada vez más indepes se preguntan por qué este hombre, de 76 años, sigue dilapidando de esta forma la fama que un día se ganó entre el independentismo.
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