
La indefinición le pasa factura a Junts
Entre una renovación fantasma y la presión de Aliança Catalana, la situación de Junts es delicada
En un primer momento, el colapso procesista parecía que iba a perjudicar más a ERC que a Junts. Los republicanos optaron por estar en el foco de las críticas durante un tiempo (las negociaciones y la investidura) a cambio de no repetir elecciones, es decir, de hundirse todavía más. Ahora, en cambio, observamos que el despliegue de la legislatura afecta más a Junts, y el motivo no es otro que la inconsistencia del discurso.
Antes de nada, cabe tener presente que Junts afronta esta situación sin haber hecho una renovación interna real. Esto significa que el partido encara el fin de las mayorías indepes igual que antes. La prueba está en que el actual líder del partido, el expresidente Puigdemont, es la figura procesista por antonomasia de los últimos diez años.

A partir de aquí, Junts se ha instalado en una bipolaridad ideológica que no termina de comprometerse con ninguna línea clara. Por una parte, el partido todavía da juego a la cuota ‘progre’ que arrastraba el Procés en su conjunto y que el establishment catalán ha interiorizado. Por otra parte, los juntaires endurecen el discurso de manera reactiva para neutralizar la competencia de Aliança Catalana.
A la postre, esto se traduce en hacer lo único que se le da bien a Junts: Convergencia. Es decir, un nacionalismo moderado, cercano a los empresarios y que ve en el inquilino de La Moncloa un cajero automático. Esto es lo que explica que el expresidente Mas gane mucha ascendencia en el partido, máxime cuando Puigdemont está (auto)anulado en Waterloo por haber caído en las trampas del PSOE.
La línea ideológica, pues, quedaría en una segunda versión de la ‘Casa Gran’ del nacionalismo catalán. Esto significa repetir la estrategia que usó Mas antes del primer tripartito: pragmatismo y dejar la apelación a la independencia para un momento en el que la calle empuje. Todo esto sin perjuicio de que, después, el Govern de Mas empezara con el Procés un viaje sin retorno.

El fondo del problema: Sílvia Orriols
Los ejemplos de juego a dos bandas han sido constantes, y el último que hay sobre la mesa es curiosamente Podemos. En estos momentos, Junts y Podemos se necesitan tanto como se desprecian. Junts necesita aprobar el traspaso de competencias de inmigración, y Podemos necesita aprobar una regularización masiva de extranjeros sin papeles. De esta manera, Junts saca a Sílvia Orriols por la puerta y la mete por la ventana.
Y es que, si algo es máximamente evidente, es que Junts hace todo esto con el único objetivo de competir con Aliança Catalana. Y tienen razones para poner esa competición como una de sus prioridades. Según el último CEO - que Puigdemont quiso desacreditar -, AC le roba a Junts en estos momentos unos siete diputados.

La prueba de que Junts explota el juego a dos bandas es la política municipal, que refleja mejor que ninguna otra instancia la inmediatez de los deseos ciudadanos. Más en particular, Turull está de gira por los municipios de Cataluña con el objetivo de taponar la fuga de votos a AC. Y, más en concreto, ponen el acento en Vic, donde Aliança Catalana se proyecta con mucha fuerza.
Paralelo a esto, Junts se encuentra con que, por el lado de la gestión y el pragmatismo, tiene la competencia de Salvador Illa. Y es que, si a algo ha apostado el PSC, es a la idea de reconstruir Cataluña después de los desmanes procesistas. Esto solo puede ser signo de algo de que sobra algún actor dentro de la muy fragmentada política catalana.
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