Illa no tendrá presupuestos, pero el foco está en otro sitio: la financiación singular
Si el nuevo sistema de financiación lo implementa el PSC, la incógnita está en cuál es la utilidad de ERC
Cataluña no tendrá presupuestos. Así lo confirmó ayer el presidente Illa ante los micrófonos de Catalunya Ràdio: “no llegaremos”, dijo. De la misma manera, aseguró “respetar mucho” los procesos internos de ERC y los Comuns. “Me importa más tener un buen presupuesto que tenerlo el 1 de enero”, concluyó Illa.
Es decir, que el PSC y el Govern no tienen prisa. Y por su parte, ERC no cumple las condiciones ni para tener ni para dejar de tener prisa. En todo caso, los republicanos estuvieron apurados cuando el contador de la repetición electoral se puso en marcha. Pero una vez superado ese obstáculo, a ERC solo le queda terminar su catarsis colectiva el próximo 30 de noviembre.
El PSC quiere quedarse en Palau y ERC no tiene margen de maniobra
Cuando ERC tenga una nueva directiva, la política catalana entrará en una fase de tanteos y faroles mutuos entre ERC y PSC, que ahora mismo son el núcleo de la estabilidad política catalana. Además, ambos partidos se han atado de pies y manos entre sí, cosa que cada cual manifiesta con su particular retórica. Desde ERC, por ejemplo, ninguna candidatura deja pasar la ocasión para decir que no tendrán miedo en “tumbar” el Govern.
Lo dijo Xavier Godàs, el candidato de Rovira, y también lo ha dicho Junqueras. De hecho, Junqueras ha dicho ya en dos entrevistas que Illa no continuará si no cumple los acuerdos. Así mismo, también ha remarcado “la poca confianza que tenemos con el PSC”, dijo para el Diari de Tarragona.
Pero a menos que gane una candidatura unilateralista, todo esto son palabras. Porque si un partido no se puede permitir ir a las urnas, ese es ERC. Paralelo a esto, el PSC solo se puede mantener en Palau si es con los apoyos de ERC. La suma de los dos factores es la garantía de que, más lenta o más rápida, la legislatura avanzará (presupuestos, actividad legislativa en general, acuerdos, etc.).
Es decir, que será una legislatura muy marcada por el tiempo, sobre todo por parte de ERC, que ahora tiene por delante un largo proceso de reconexión con el electorado. Esto explica que el comodín en esta partida de cartas tenga nombre propio: financiación singular.
¿Quién se lleva el mérito de la financiación singular?
La financiación singular es el gran cajón de sastre que le permitirá ganar tiempo a unos y a otros. Esto lo vimos al principio del debate, cuando no había ni consenso (tampoco lo hay ahora) sobre el nombre del nuevo sistema. De hecho, en la misma entrevista en Catalunya Ràdio, Salvador Illa dijo que no quería entrar en un “debate nominalista”.
¿Qué sabemos entonces sobre el estado de la financiación singular? De entrada, solo sabemos dos cosas.
La primera es que el PSC asegura que respetarán el acuerdo y los tempos con ERC. La segunda es que la Generalitat ya está en conversaciones con el Gobierno central y que incluso han organizado un “grupo de expertos” para pilotarlo, como dijo la consejera Alícia Romero en una entrevista para La Vanguardia del pasado domingo.
De hecho, la consejera Romero dio fechas: durante la primera mitad de 2025 tendrán “definido” el modelo de financiación, y en 2026, Cataluña ya recaudará el IRPF. Y para el resto de detalles (incorporación de trabajadores, cálculo de la cuota de solidaridad, etc.), Romero lo remite todo al grupo de expertos.
Finalmente, cuando lo tengan todo terminado, el resultado se negociará con ERC y, después, con el Gobierno central. Es decir, que el nuevo sistema de financiación para Cataluña es un asunto que tendrá que pasar sí o sí por el tamiz del PSOE. Con este planteamiento tan diáfano, incluso calendarizado, la pregunta es qué función tiene ERC.
Tal y como se presenta la situación, parece que ERC se ha limitado a firmar un acuerdo que después capitalizará el PSC. Porque cabe la posibilidad de que, efectivamente, el PSC cumpla el acuerdo de Govern con ERC. Ante esto, la duda está en que tipo de alternativa representará ERC si los socialistas capitalizan un acuerdo que los propios republicanos vendieron como bueno.
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