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POLÍTICA

El crecimiento del PIB o cómo hacerse trampas al solitario

El Gobierno presentó como un éxito lo que es una profecía autocumplida: aumentar el consumo público para aumentar el PIB


El único que acertó con sus previsiones de crecimiento para España durante 2023 fue el Gobierno. El mismo que ha tenido la llave para hacer crecer el PIB mediante el consumo público. Del aumento del 2,5% del PIB, un 2,3% se debe al consumo público. Algo que va a cargo de los presupuestos, o sea: déficit, deuda e impuestos.

Crecer sin crecer

El crecimiento del PIB tomó a todos por sorpresa. En 2023, España batió a nada menos que a toda la eurozona y creció un 2,5%. Ningún centro de análisis económico acertó con sus previsiones, que fueron mucho más pesimistas. El único que sí acertó fue el Gobierno y el resultado ha sido incluso mejor de lo que esperaban.

Dada la situación económica de fondo que hay en España esto representa una especie de misterio. Al mismo tiempo que crece el PIB la deuda sigue disparada y el déficit igual, que es marca de la casa (España lleva quince años consecutivos de déficit). Además, el aumento del empleo - otro éxito histórico según el Gobierno - resulta que es un 65% en sectores de poco valor añadido y en el sector público. Concretamente, ya hay 3,6 millones de nóminas públicas a cargo de los presupuestos del Estado.

La pregunta es cómo ha podido crecer tanto el PIB y la respuesta es en el consumo público. Si el PIB ha aumentado ha sido porque, por el lado de la demanda, el Estado ha consumido a manos llenas. Nos referimos a sanidad, educación, administración, defensa, proveedores, etc. O sea, bienes y servicios ofrecidos por el Estado.

En última instancia, esto es más de lo mismo de esta época: que el Estado gaste para darle vida a la economía. Pero esto adquiere su sentido cuando el gasto es productivo y no es estructural. Es decir, cuando el gasto del Estado es otra variable y no la única que explica el crecimiento económico. Y la razón es evidente: si el Estado gasta es porque ha sacado el dinero de algún sitio.

¿Hasta cuando?

Y esta es la crítica de muchos economistas al crecimiento del PIB español: es un crecimiento artificial. De facto, esta estimulación de la economía se hace a costa de aumentar el déficit, la deuda y subir los impuestos. O sea, que no hay un crecimiento real a partir del cual sí se pueden obtener recursos para gastarlos en inversión pública. Es como esa famosa imagen del hombre que se cayó al agua y, para salir de ella, se estiraba del pelo hacia arriba.

En este sentido, la AIREF señala una obviedad. “Cabe destacar que, aunque en el momento de la entrega de estos bienes y servicios el hogar o la colectividad no paga por ellos, de manera indirecta los ciudadanos los están financiando vía impuestos u otros pagos que realizan a las Administraciones Públicas, ya que su  provisión tiene un coste para estas últimas”. Y que se financie con deuda es un coste como cualquier otro porque la deuda es un impuesto futuro.

El asunto es que el consumo público no contribuye a la economía productiva real y, si sí lo hace, es con una situación general muy diferente a la que tiene España en estos momentos. Con respecto a 2019, por ejemplo, la inversión privada ha caído un 5%. Y el consumo privado es muy modesto y es la mitad que el público. Y todo ello contando con los anabolizantes monetarios que el Banco Central ha dispensado en forma de compra de deuda.

En diciembre, los ministros de economía de la UE se pusieron de acuerdo (otra vez) para pedir disciplina fiscal y reducción de la deuda. Pero no hay ninguna razón para que ahora la UE sí que se ponga seria con España. En cualquier caso, lo significativo es que si España reduce el déficit al 3% y un punto anual de deuda desaparecerá esta dinámica de consumo público. Por el lado de los impuestos no hay mucho más margen.

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