Carles Puigdemont no convence y se olvida de una de sus condiciones
El líder de Junts per Catalunya intenta justificar sus votos a Pedro Sánchez
Carles Puigdemont sabía que no tenía una papeleta fácil este 9 de noviembre de 2023. Salir a justificar el acuerdo con Pedro Sánchez merecía mucha dialéctica, mucha épica y pasar de puntillas en los resultados reales, más bien escasos. Antes de su rueda de prensa en Bruselas se filtraba el pacto entre Junts y el PSOE, donde se acuerda la ley de amnistía y empezar a hablar de cualquier cosa. Una especie de mesa de diálogo como la de 2021, pero "mucho más histórica", ha querido vendernos Puigdemont.
"Para hacer lo mismo que se ha hecho y decir lo mismo que se ha dicho hasta ahora, Junts no hace ninguna falta", empezaba afirmando Puigdemont. Porque lo más importante para el expresident hoy era diferenciarse de ERC, pese a que el pacto recuerda mucho a los firmados por Junqueras y Rufián.
Quizás por este motivo hoy a Carles Puigdemont le interesaban más las palabras que lo firmado.
Porque el acuerdo según Waterloo es histórico porque se inicia "una etapa inédita" que toca explorar. "La ambición dependerá de nosotros", afirmaba Puigdemont, dando a entender que el pacto regula el marco para una negociación que ya nace sesgada, con líneas rojas. El PSOE ya afirma que su límite es el Estatut y hablar de un nuevo modelo de financiación, hasta aquí hemos llegado.
a firmar un texto que no recela del uno de octubre y que asume la culpa del Estado
Puigdemont, que se ha catalogado a él mismo de víctima, ha tenido solo buenas palabras para el PSOE. De hecho se ha situado en el mismo nivel: no son de fiar ni uno ni otro y las dos formaciones tienen motivos para desconfiar. Por eso, según él, el pacto es histórico, porque "significa un cambio de enfoque en la narrativa oficial".
Lo curioso del caso es que Junts ha afirmado hoy mismo que se han dado las dos condiciones previas para llegar al acuerdo. El partido de Puigdemont pidió la ley de amnistía y que el independentismo fuera eliminado de los informes sobre terrorismo de la Europol, algo que ha sucedido. Pero ha olvidado la que era la condición más importante, que el catalán fuera oficial en la UE. De esto no hay noticia alguna de momento, pero ya no debe ser tan importante.
La preocupación de Carles Puigdemont
El líder de Junts hoy estaba más preocupado de convencer que de felicitarse. Y esto es un síntoma de que el pacto no es extraño. Ha lanzado varias pullas a Esquerra: "el apoyo a cambio de nada ha ido a la papelera de la historia", afirmaba. Retórica pura, pues lo firmado es casi lo mismo que ERC: una ley de amnistía y una mesa de diálogo para hablar de todo.
Parece que Carles Puigdemont pide un voto de confianza ciega a sus bases. Asegura que en estos encuentros con el PSOE se hablará de Rodalies -otro sopapo a Junqueras-, del aeropuerto, de impuestos y de la luna. Pero será solo eso: hablar. Es probable que consigan transferencias, nueva financiación. El autonomismo de toda la vida.
"No hay ningún otro límite que la voluntad del pueblo de Cataluña", afirmaba Puigdemont. Y añadía: "Solo el Parlament puede representar el pueblo de Cataluña". Junts quiere hacer creer que no renuncia a nada, que solo se debe a lo que aprueba el Parlament. Pero el acuerdo dice literalmente otra cosa: "PSOE y Junts apuestan por la negociación y los acuerdos como método de resolución de conflictos y acuerdan buscar un conjunto de pactos que contribuyan a resolver el conflicto histórico sobre el futuro político de Cataluña".
"No nos ha hecho falta pedir perdón, no hemos cambiado", repetía Puigdemont. Y esta es su pequeña victoria, haber conseguido que el PSOE lo rehabilite como actor político. A cambio, olvida sus promesas y entierra la unilateralidad. Para algunos, Puigdemont consigue algo impensable: volver de rositas a Cataluña sin rendir cuentas. Para lo suyos, el expresident cae del pedestal y se suma a la larga lista de traidores a la patria.
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