Carles Puigdemont denuncia que 'hay un golpe de estado' en España
Poco después del archivo de la causa del Tsunami, el expresidente vuelve a criticar al sistema judicial español
La situación política en España es tan variada que de tanto en tanto se dan alianzas llamativas. Esto es lo que ha ocurrido ahora entre Pablo Iglesias, exvicepresidente de España, y Carles Puigdemont, expresidente de Cataluña.
Y es que es ya un patrón habitual que personas que han dispuesto del poder político en sus máximas instancias denuncien toda clase de indefensiones. Sin ir más lejos, el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que por definición controla el Gobierno, denuncia cada día ser atacado por tal o cual grupo.
Por norma general, se denuncia la existencia de un Estado paralelo o de un Estado dentro del Estado, las famosas “cloacas”. Ahí dentro, se dice (el expresidente Puigdemont lo remarca cada vez que tiene ocasión), caben desde periodistas hasta jueces y pasando por empresarios. Es decir, todo el mundo.
A partir de aquí, cada cual se aferra a su particular necesidad: el exvicepresidente Iglesias, por ejemplo, se focaliza en la prensa (desde la prensa) y el expresidente Puigdemont en los jueces (que aplicarán la ley que él ha negociado con el presidente Sánchez).
“Golpe de Estado híbrido”
El caso es que el expresidente Puigdemont ha publicado uno de sus largos mensajes en redes sociales. Y lo ha hecho como respuesta o comentario a un editorial de Pablo Iglesias en su periódico digital, Diario.red. Ambos vienen a decir que el Estado español está podrido en su interior y que ellos han sido sus ilustres víctimas.
“Hace tiempo que en España hay una suerte de golpe de estado híbrido”, empieza por decir Puigdemont. Según explica, los resultados de este “golpe de estado híbrido” son idénticos a los de un golpe de estado tradicional, aunque más sutiles.
“Como visiblemente no son guardias civiles entrando en el Congreso con la metralleta en la mano, el golpe de estado no es percibido como tal. Pero el resultado es el mismo: subvertir las decisiones del Parlamento, intervenir el funcionamiento de las instituciones del Estado”, dice.
El motivo de fondo para esto, concluye el expresidente, es la mediocridad de la sociedad civil. “Como el contexto social y político no es exigente en términos de derechos fundamentales y libertades como lo había estado en el pasado, los golpistas actúan desbocados. El crecimiento de la intolerancia y el autoritarismo los ampara y los anima”.
Una ley hecha a medida
Cualquiera que siga la actividad de Puigdemont sabrá que esta clase de denuncias y reivindicaciones son habituales. Algo que explica que sean cada vez más desoídas, incluso por los propios votantes nacionalistas.
Y es que son muchos los que no entienden que Puigdemont denuncie de manera constante al “Estado español” al mismo tiempo que ha entrado a formar parte de él hasta el fondo. Sin ir más lejos, fue él mismo el que dijo en una entrevista en el diario Ara que “Pedro Sánchez no será primer ministro con los votos de Junts”.
En este caso en particular, el mensaje de Puigdemont llega poco después de que la propia Audiencia Nacional (AN) obligara al juez García-Castellón a archivar parte de la causa del Tsunami. De hecho, ha sido la Sala de lo Penal de la AN - presidida por el también polémico juez Alfonso Guevara - la que le ha dado la razón a la secretaria nacional de Movimientos Sociales de ERC, Marta Molina, que adujo defectos de procedimiento.
Así mismo, el Fiscal General designado por el Presidente del Gobierno que, a su vez, Puigdemont puso en Moncloa, dio orden directa a la fiscalía de amnistiar todos los delitos imputados al expresidente. Es decir, que el máximo responsable del Ministerio Público del Estado español ha llevado explícitamente la contraria a los fiscales del Tribunal Supremo para aplicar así la ley de amnistía.
Finalmente, la ley de amnistía se ha redactado con el evidente objetivo de que los recursos lleguen hasta el Tribunal Constitucional, más favorable en este momento al PSOE. En cualquier caso, si al final llegan hasta la justicia europea, la defensa de Puigdemont deberá tomar nota de lo que le ocurrió a otro expresidente catalán, Artur Mas, y no olvidarse de los plazos. Se juegan nada menos que el relato.
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