El pronunciamiento de Pavía
Un tres de enero de 1874, el general Manuel Pavía ordenó el desalojo del Congreso de los Diputados
Un tres de enero de 1874, el general Manuel Pavía ordenó el desalojo del Congreso de los Diputados, organizando un Gobierno de Concentración que dio origen a la dictadura republicana del general Serrano y que finalizó con la República de los cuatro presidentes.
Pronunciarse en España
El primer día de enero de 1820, El teniente coronel jefe del Segundo Batallón expedicionario del Regimiento de Asturias, que había sido destinado a sofocar las insurrecciones hispanoamericanas, se pronunció en Cabezas de San Juan, lugar donde su unidad se encontraba acantonada y a la espera de embarcar en unos barcos, cuyo estado, ni siquiera garantizaba poder alcanzar su destino.
Riego, un desconocido cuya intervención en la Guerra de la Independencia había sido bastante discreta, llegó a ser capitán general de Galicia y diputado a Cortes entre 1820 y 1823. Su mitificación sobrevivió su amargo final, ajusticiado en la Plaza de la Cebada de Madrid, cuando 100.000 hijos de San Luis o de puta, según la percepción del observador, entraron en España a la llamada de auxilio de Fernando VII y, tras derrotar a Riego y otros generales, volvieron a hacer del rey un monarca absoluto.
Riego, con su pronunciamiento, inauguró una costumbre que se extendió a lo largo del siglo XIX y que prosiguió, con una fisionomía diferente, en el siglo XX.
Los espadones
Con la muerte de Fernando VII y la regencia de su esposa hasta que Isabel, una niña de 3 años, alcanzara la mayoría de edad; los uniformados adquirieron especial protagonismo. No se trataba de una guerra civil basada únicamente en las reivindicaciones legales de los derechos sucesorios, sino en una cuya resolución debía marcar si España se convertía en un sistema liberal o, por el contrario, preservaba un Antiguo Régimen en el que se garantizaban los fueros y las leyes viejas de antiguos reinos, condados o señoríos.
España, tras la pérdida de su imperio ultramarino, aunque permanecieron varias décadas más Cuba, Puerto Rico, las islas Filipinas, Guam y las islas Carolinas; dejó de tener enemigos potenciales que amenazaran las fronteras por las que estaba rodeada la península. Se comenzó un aislamiento geopolítico que perduró hasta bien entrado el siglo XX y que volcó a los ejércitos hispanos en guerras intestinas que debilitaron la hacienda y la moral del país. Mientras en otros estados europeos se desarrollaba la industria, aquí liberales y carlistas dejaban todo hecho un erial y no fue, hasta bien sudado, el abrazo de Espartero y Maroto en Bergara, que comenzara la mecanización del hilado del algodón en Cataluña, lo que supuso, por fin, el inicio de una más que tardía revolución industrial en España.
Los generales liberales, vencedores de los carlistas, coparon los altos cargos de la monarquía y no pararon de pronunciarse unos contra otros a lo largo de todo el siglo. Los Espartero, Narváez, y O’Donnell acostumbraron a los habitantes de las tierras hispanas a manifiestos, vicalvaradas, bandos e, incluso, revoluciones.
La gloriosa
Tal vez el más significativo de los pronunciamientos fue el que tuvo lugar en Cádiz, al mando del almirante Topete, en 1868, y cuyos generales del Ejército, Serrano y Prim, unidos mediante el pacto de Ostende, fueron los mayores beneficiados.
La propuesta de Constitución era, de verdad, revolucionaria. Por primera vez el sufragio universal masculino se escribía en una carta magna española. Una suerte de derechos individuales enriquecían el texto y prometían ser el cambio definitivo hacia un liberalismo amparado en una monarquía parlamentaria. La reina ya no servía para tales propósitos, porque su prestigio y capacidad habían quedado en entredicho, por lo que los revolucionarios se pusieron a buscar reyes a lo largo y ancho de Europa, en una moda que ya habían empezado los griegos en 1862. Precisamente los helenos habían tentado a Fernando II de Portugal y este fue el primer candidato para los nuevos dirigentes españoles. Fernando era un austriaco hijo del duque de Sajonia, que había sido rey de nuestros vecinos iure uxoris. Para entendernos, rey por derecho de matrimonio con la reina, ya que esta tenía un heredero menor de edad, hijo de Fernando. El austriaco cedió el trono a su hijo cuando este alcanzó la mayoría de edad, pero tras la experiencia necesaria en el oficio de poner la corona sobre su testa, de modo que es lógico que fuera el candidato más deseado. Sin embargo, había enviudado de su primera esposa y decidió probar lo del matrimonio morganático con una actriz, madre soltera y vivir así una segunda juventud. Por lo que el general Prim se vio obligado a buscar otro candidato.
Amadeo de Saboya fue el elegido en detrimento del cuñado de la depuesta reina Isabel, el duque de Montpensier. Prim fue asesinado y Amadeo llegó a España para presidir su entierro, comenzando su monarquía de la peor manera posible, frente al féretro de su principal valedor.
La república
Los Carlistas volvieron a las andadas y en Cuba, un levantamiento separatista llevaba varios años combatiendo contra el Ejército español en la isla. Amadeo I, adjetivando a España como noble y desgraciada, devolvió a la nación la corona, dirigiéndose a los diputados de las Cortes el 11 de febrero de 1873 y refugiándose en la embajada italiana para evitar males mayores. Este hecho abrió paso a una más que convulsa Primera República.
Es costumbre de los pueblos de España lo de dividirse por mitades en un proceso de atomización que no suele tener fin. Los republicanos se dividieron en unitarios y federales, y dentro de esas fracciones se complicaron la vida en teorizar en total disonancia con el pueblo, que, confuso hasta lo grotesco, decidió atomizarse también, derivando en un absurdo conflicto cantonal iniciado con los calores mediterráneos. Cartagena se convirtió en el primer Gobierno Provisional de la Federación Española. La propuesta era sencilla, España dejaba de existir y se atomizaba en cantones en una especie de imitación, con acento murciano, de la lejana Suiza.
El sitio a la ciudad portuaria se prolongó hasta enero de 1874, el Ejército combatía en tres guerras: la de Cuba, la Carlista y, ahora también, contra la Sublevación Cantonal. Mientras, las Cortes se dedicaban a plantear una moción de confianza que acabara con el cuarto presidente de la República, el cuarto en 11 meses, que ya es mucho decir. Emilio Castelar, republicano unitario que trataba de poner cuñas en tanta vía de agua, era el que se sometía a la moción de confianza. Castelar era célebre por mover sus frondosos bigotes con una majestuosa oratoria y un barroco uso del lenguaje, característica que adornaba a la mayoría de los políticos de esa época y de la que adolecen algunos de los que hoy se dedican al oficio. Gozaba de la confianza de la mayoría de los generales y, uno de ellos, Manuel Pavía, había sido nombrado por él como capitán general de Castilla La Nueva.
El golpe
Pavía era un general del Cuerpo de Artillería. Al conocer que su benefactor y presidente, Emilio Castelar, perdía la moción de confianza y las Cortes comenzaban el año intentando elegir un sustituto, envió un telegrama al presidente de las Cortes, Nicolás Salmerón, ordenándole el desalojo del local. A lo que los diputados se negaron, por lo que una dotación de la Guardia Civil, a las órdenes de Pavía, entraron en el edificio invitando a sus señorías a obedecer al capitán general, lo que hicieron con escasa resistencia.
Inmediatamente después, Pavía envió telegramas a todos los capitanes generales de las Regiones Militares, división territorial, único ente administrativo superviviente donde se mantenían los antiguos reinos. En el telegrama explicaba su actitud y pedía que se mantuviera el orden público. La respuesta fue prácticamente unánime, respaldando el pronunciamiento, una vez más.
La Primera República no finalizó aquel día, al contrario, Pavía convocó a todos los partidos políticos con la excepción de cantonalistas y carlistas y propuso la formación de un Gobierno de Concentración Nacional, que aupó al poder al general Serrano, el compañero de Prim y Topete durante la Gloriosa. Serrano se convirtió en una suerte de dictador republicano hasta que otro pronunciamiento, el del general segoviano Arsenio Martínez Campos en diciembre de ese año, habilitó la restauración monárquica en la persona de Alfonso de Borbón; pero, esa es otra historia digna de ser contada…
Feliz año para todos y que 2024 nos traiga un poco de sentido común porque, últimamente, le da por esconderse
Más noticias: