Primer plano de Pedro Sánchez, sonriente
OPINIÓN

El plan Sánchez

Los gobiernos de Sánchez se han dedicado a ampliar la red de ciudadanos dependientes de los recursos del estado

El pasado mes de abril volvimos a ser objeto de una burda manipulación “epistolar” orquestada por quien, aún a día de hoy y muy a mi pesar, continúa siendo Presidente del Gobierno de España. Lo cierto es que, a pesar de decir estar profundamente compungido por los ataques perpetrados por la malvada “ultraderecha” y, lo que él llama, la “máquina del fango” contra su señora y contra él mismo, Pedro Sánchez finalmente tomó la decisión de seguir “con más fuerza si cabe” al frente del Gobierno.

Hoy, a lo dicho se le debe sumar su preocupación por tapar todos los escándalos que relacionan a diversos miembros de su familia —su mujer y su hermano— con delitos, ciertamente, muy graves, como lo son el tráfico de influencias y la corrupción en el ámbito privado, en el caso de Begoña Gómez; y la malversación, la prevaricación y el tráfico de influencias, en lo que respecta a su hermano.

Creo que, tanto yo como la gran mayoría de los españoles, nos percatamos hace ya tiempo del Plan que está siguiendo el señor Sánchez para mantenerse en el poder y encumbrar su figura. Este no es otro que el que han puesto en práctica en multitud de ocasiones distintos autócratas a lo largo y ancho de toda la geografía hispanoamericana, quienes se han dedicado a crear discordia y a criminalizar al rival político, erigiéndose como salvadores de la patria.

En este sentido, atendiendo a su intención de aprobar un paquete de medidas de “calidad democrática” —ya sabemos lo que entiende el personaje por calidad democrática— antes de que finalice el verano, no ha hecho más que dar la razón a quienes llevamos tiempo alertando de que el personaje que hoy ocupa la Moncloa es capaz de todo con tal de permanecer en ella. En este artículo trataré de exponer los tres flancos por los que Sánchez está transitando para lograr su objetivo.

En términos económicos y electorales, la estrategia es clara. Los sucesivos gobiernos de Sánchez se han dedicado a ampliar de forma notable la vasta red, ya existente, de ciudadanos dependientes directamente de los recursos del estado o, mejor dicho, de los recursos que el estado le roba a los contribuyentes. Para ilustrar la magnitud de la problemática situación en la que nos encontramos, basta con señalar que el número de empleados públicos ha aumentado en más de medio millón en tan solo cinco años, a lo cual se le debe sumar el incremento indiscriminado de las pensiones públicas como forma manifiesta de compra de votos.

Plano medio corto de Pedro Sánchez sentado en su escaño en el Congreso de los Diputados y mirando hacia arriba

Paralelamente, el sector privado, que recordemos es el que se hace cargo económicamente de toda la fiesta, sigue sufriendo una insoportable presión fiscal, cuyos efectos se han visto agravados a raíz de la burbuja inflacionaria que ha afectado a nuestro país en los últimos años.

De esta manera, los 17,7 millones de trabajadores y autónomos que mantienen, de forma directa o indirecta, al resto, lo hacen cada vez en peores condiciones. Las consecuencias de todo ello son tan nefastas como evidentes: hay un creciente número de votos cautivos que permanecen en ese estado gracias a la, cada vez mayor, extracción de recursos que sufre la clase productiva de este país.

A todo ello, se le debe sumar el embate contra la libertad de prensa que recientemente ha emprendido el Gobierno y, muy especialmente, el Presidente. En el momento en que se habla de “democratizar” los medios de comunicación y se propagan expresiones tan maliciosas para referirse a los medios no afines como lo son “pseudomedios” o “maquinaria del fango”, se está allanando el terreno de forma disimulada —o no tanto— para, a continuación, intervenir en la actividad fundamental de control político que lleva a cabo el cuarto poder del estado.

No caigan en el error de creer que el fango es unidireccional y circunstancial, como nos pretende hacer creer el señor Sánchez. El fango y los bulos han estado presentes en todos los gobiernos democráticos y han tenido como objetivo a personas de distintos colores políticos.

Pedro Sanchez en una entrevista a RTVE

Por otro lado, y no menos importante, debemos alertar también de la indudable intención del Presidente de controlar, más si cabe, el Poder Judicial. Quiero recordar que el Partido Popular ha manifestado en diversas ocasiones su voluntad de brindar su apoyo al Gobierno si este decide modificar el método de elección del Consejo General del Poder Judicial, haciendo que sean los propios jueces quienes elijan a los integrantes de su órgano de gobierno.

Frente a esto, el Gobierno, en su afán de colonización de todos los poderes del estado, respondió presentando una reforma en la que se rebajaba la mayoría parlamentaria de tres quintas partes para elegir al máximo órgano de los jueces. Lejos quedan ya aquellas declaraciones del Presidente cuando aún no ocupaba tal cargo en las que aseguraba no estar de acuerdo con que “los partidos decidieran el Consejo General del Poder Judicial”.

En definitiva, creo que es patente el hecho de que estamos asistiendo a la transición hacia un nuevo régimen iliberal impulsada por toda la izquierda española, con la inestimable colaboración de los nacionalismos periféricos, cuya máxima en relación a España es “cuanto peor, mejor”. Sánchez ha demostrado —y lo sigue haciendo— ser un absoluto populista narcisista, fiel seguidor del manual de propaganda de Joseph Goebbles.

Se ha convertido, además, en el mayor propagador de bulos y generador de “fango” que ha conocido este país en su corta etapa democrática, por mucho que trate de vestir sus innumerables mentiras de simples cambios de opinión. Por todo ello, llegados a este punto, depende de nosotros, los ciudadanos, parar este despropósito que nos está llevando sibilinamente al enfrentamiento y al totalitarismo que hoy sufren distintos países al otro lado del Atlántico. Porque, no nos engañemos, nos dirigimos de forma inexorable a lo que jamás hubiésemos pensado que podría pasar en nuestro país.

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