Una mujer con gafas y cabello recogido, vestida con una camisa clara, sostiene un puntero frente a una pizarra verde enmarcada en madera. El fondo es de color rosa con patrones geométricos marrones.
OPINIÓN

Niños libres o docentes instructores

Las reformas educativas españolas han rebajado las exigencias y han provocado el estropicio en las pruebas PISA

Toda buena educación debería hallar un método que provocara un auténtico y aplicable ascensor social para los escolares. Algunos pensadores y profesores han propuesto que dejar al alumno libre para que aprenda por sí mismo era la mejor manera, que la libertad era la respuesta al objetivo de la educación. De esta manera, y por sí solos, los alevines encontrarían la forma de devenir autónomos, cívicos y sociables. En todo ello no serían necesarias ni rutinas claras, ni asignaturas, ni tampoco docentes especialistas, solo la bondad primigenia del niño bajo un docente y guía de sus emociones. Esta es la escuela del aprendizaje fácil, feliz y falaz que muchos pedagogos y políticos proponen como innovación, aunque hunda sus orígenes en el buenismo de Rousseau.

Es decir, estas ideas tan vigentes en las pedagogías innovadoras de nuestros días no son de nuestros días, son de hace más de 300 años. Rousseau pensaba que todo infante era bueno por naturaleza, que la instrucción manipulaba, corrompía y empobrecía sus impulsos y que, por tanto, no había que corregir a los aprendices, solo había que dejar que llegaran libres a sus objetivos sin un docente instructor en ello. Es decir, que debíamos entregar al alumno a su propia libertad para construirse a sí mismo, siendo él el centro del proceso educativo.

Añadía Rousseau que la ciencia, las letras y las artes habían corrompido la sociedad moralmente. Según este pensador del siglo XVIII, era mejor dejar que los críos llegaran por ellos mismos a su educación pura, primitiva y salvaje en contra de las influencias de la instrucción social. En ello el conocimiento no era el eje más importante sino la socialización del individuo.

Aquí cabe darse cuenta de que la pedagogía de nuestras leyes educativas ha plagiado a Rousseau con el actual recorte de currículums, la reducción de las especialidades, el impulso de los ámbitos y la educación por competencias. A eso algunos pedagogos, profesores y políticos lo han llamado innovación.

Tres alumnos en un aula con un profesor mirándoles seriamente con un bolígrafo en la mano

Las ideas de Rousseau llegaron a convencer a diferentes filósofos, pedagogos o profesores como Froebel, Beaumont, Fichte, Piaget, Dewey, Claparéde y Demolins que a inicios del siglo XX coagularon en la llamada Educación Nueva, y posteriormente, en las vigentes reformas educativas españolas que han rebajado las exigencias de nuestros estudiantes y provocando el estropicio en las pruebas PISA. En todo ello han sido afines la Fundación Bofill, la Escuela Nueva 21, la Plataforma en defensa del bachillerato, la educación emocional, las Flipped Classroom y otras ideologías y asociaciones que, sin saberlo, han predicado la libertad del ideario romántico de Rousseau de hace tres siglos. Aun así, siguen insistiendo en autoproclamarse innovadoras.

Al otro lado de Rousseau, y de la actual ideología educativa en boga, están los profesores de la enseñanza estructurada con su transmisión de los conocimientos, el esfuerzo y la repetición de ejercicios bien conducidos y acordes con cada edad. El objetivo para los docentes de la enseñanza estructurada es que los niños aprendan, y sin distracciones, a dominar sus emociones, a ser doctos y a concentrarse ante lo que aprenden. Añaden que, si la familia no tiene los medios suficientes, la sociedad debe promocionar no solo conocimientos, sino medios suficientes para enseñar a los niños. De otra forma, el ascensor social de la enseñanza quedará borrado por nuestro gobierno.

El debate entre los de la educación de Rousseau y los de la enseñanza estructurada sigue muy vivo en la actualidad. Los seguidores de Rousseau no priorizan el esfuerzo, la orientación y la enseñanza, pero sí dan gran protagonismo a la estimulación por pantallas, la educación lúdica por proyectos y a la no memorización en el aula. Aquí los de la educación romántica argumentan que todo está por Internet y que por ello ya no hay que memorizar directamente de los libros.

En cambio, para los de la enseñanza estructurada, si todo está por la red, también lo están muchas informaciones libres y falsas, que no hay que confundir con conocimientos contrastados. Para los profesores de la enseñanza estructurada los conocimientos permiten ser críticos bajo los hechos, la razón y la lógica. Para los de la educación romántica los conocimientos manipulan e impiden la libre elección del individuo en su formación, es más, una enseñanza estructurada y disciplinada es un obstáculo para la libertad.

Persona en primer plano desde detrás escribiendo una fórmula en su libreta

Otra diferencia entre ambas posiciones es que en la enseñanza estructurada el docente deber ser el centro impulsor y para los de la educación romántica, el centro debe ser el niño. En otras palabras, para los de la estructurada el niño no debe ser abandonado a sí mismo y a su libertad innata, ya que la enseñanza sí puede sacarle de su estado ancestral, en cambio, y para los de la educación romántica, el niño debe construir libremente sus propios conocimientos impulsados por su curiosidad natural y evitando que la instrucción pueda manipularlo.

Hoy en día nuestras leyes educativas defienden más los postulados románticos de Rousseau que la enseñanza estructurada bajo la transmisión de conocimientos. Estos planes estatales, y cada vez más a menudo, son diseñados desde despachos alejados del aula, pero muy cercanos a los llamados fugitivos de la tiza. De hecho, las leyes educativas españolas son fruto de la libertad del constructivismo romántico de Piaget que logró convencer a la mayoría de los políticos y asesores de estos.

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