Mucho cuidado...
Es innegable que en Cataluña el realismo político está desaparecido. Pero, cuidado, porque no está muerto.
El filósofo español Gustavo Bueno hizo una aportación muy interesante a la teoría política. Heredero de Marx, Bueno le dio la vuelta a la famosa “dialéctica de clases”, o sea, a la idea de que la lucha de clases es el motor de la historia. Ilustres boomers todavía mantienen esta teoría en sus artículos y tuits. Se les puede identificar porque son esos intelectuales que, como diría Losantos, llevan barba por fuera y por dentro.
El cambio que propuso Gustavo Bueno fue este: que el motor de la historia es la lucha, sí, pero no la de clases, sino la de Estados. Estaríamos, pues, ante la “dialéctica de Estados”. Este no es un cambio menor; significa que es más importante la cuestión exterior que la cuestión interior. La realidad, para los otros Estados, el folklore para los votantes. Portaaviones y tertulias.
A pesar de la extravagancia a todos los niveles de la figura de Gustavo Bueno, sería una enorme imprudencia desestimar sus aportaciones. Podemos decir que es el mejor teórico realista de la España reciente. Una anécdota para situar al personaje: una vez, en una conferencia, una chica le recriminó muy indignada que los Estados Unidos habían invadido Irak solo por el petróleo y Gustavo Bueno le respondió “¿Te parece poco?”
Aquí tienen ustedes un ejemplo sobre este asunto de la ‘Dialéctica de Estados’ en boca del propio Gustavo Bueno, cuando ya era bastante anciano. Además, es un ejemplo referido precisamente a Cataluña:
Bueno vs Derechita valiente (Vox)
El unionismo ha vivido de prestado
Yo he sido el primero que me he burlado de esta carencia casi congénita del catalanismo político para advertir, entender y asumir los principios más básicos de la realpolitik. Creo que lo he hecho con sobrada legitimidad. No es desproporcionado decir que la clase política procesista tal vez sea, táctica y estratégicamente, una de las clases políticas más ineptas para el ejercicio de la política de verdad. Es el tema de la cuestión exterior, ya tú sabe.
Sobre este asunto, los propios unionistas debemos meditar en un punto. Y es que el ser humano en general, no ya los unionistas, tenemos tendencia a presuponer causas muy complejas en los actos del resto de seres humanos. Pero lo cierto es que, en la mayoría de los casos, basta con contemplar la hipótesis de que alguien quiere sexo, dinero o que es idiota para explicar sus maniobras.
En este sentido, se puede decir que el unionismo ha vivido un poco de prestado con respecto al fracaso del proyecto independentista. El referéndum del 1-O fue un buen ejemplo. El expresidente Rajoy, pienso yo, se equivocó con su gestión de la situación; si se evitó un verdadero problema fue por la abrumadora mediocridad de los procesistas. Algo, por cierto, que los abstencionistas catalanes no les perdonan: el 2017, dicen los abstencionistas, fue el momento para llegar hasta el final. Y, en fin, lo voy a decir pues porque es la realidad: en estos casos, el “final” suele ser la sangre y el que no lo sepa que se baje de la higuera. Otra cosa es que muchos tengan tendencia a pedir sangre ajena.
Procesismo desengañado
Si existe un riesgo de que la situación entre Cataluña y España devenga un problema en el futuro, ese riesgo habría empezado a desarrollarse ahora. Como ya dijimos hace unas semanas, Sílvia Orriols es la conclusión natural del procés ¿Y qué conclusión es esta? Que un independentismo peligroso es un procesismo desengañado. Para lo que es el caso, esto se traduce en dos cosas que Orriols ve claras y ya ha manifestado el público.
La primera: un proceso de independencia es un proceso duro y violento. Dos: el reconocimiento internacional es determinante porque es lo que de verdad le puede provocar un problema a España o a cualquier Estado. Y es aquí cuando entra Israel, que es más o menos como la entrada de il commendatore en la ópera de Mozart: Don Giovanni, me has invitado a cenar y aquí estoy...
¿Y si si...?
Todo esto, claro, es sobre planos. Pero no es menos cierto que los elementos se van disponiendo de tal manera que llaman a la prudencia.
Con el reconocimiento de Palestina, España se ha asegurado la animadversión de Israel. Y eso es algo que los nacionalistas catalanes (los de verdad) no pasan por alto. Personajes, por ejemplo, como Santiago Espot o la propia Sílvia Orriols han tomado buena cuenta de ello. Y es importante no caricaturizar a estos nacionalistas porque son de los pocos que no arrastran la tara de no asumir el realismo político:
Por otra parte, eso de la “trama rusa” no se lo creían ni los propios indepes. De hecho, el responsable de relaciones internacionales de Convergencia, Víctor Terradellas, ya dijo que Puigdemont y los suyos no sabían si aquello de los emisarios rusos era o una broma o una jugada del CNI. Lo más probable es que fueran los rusos aprovechándose de los que iban con el lirio en la mano para hacerle la puñeta a Europa.
El referente de Cataluña siempre fue Israel y, por remisión, los EE.UU. y su sucursal en Europa: Alemania. En esta charla en la Universidad de Barcelona, titulada "Aproximación a una geopolítica para Cataluña" lo explican Artur Mas y el propio Víctor Terradellas.
Y todo apunta a que, en Europa, va a haber un renacimiento del identitarismo político, o sea, un debilitamiento de este exoesqueleto artificial que conocemos como ‘Unión Europea’.
¿Somos conscientes de la que se podría llegar a armar si eventualmente se repitiera un referéndum con un Govern que ha aprendido la lección del procés y se mantiene firme en la declaración unilateral de independencia? ¿Somos conscientes de la que se puede liar si Israel, Holanda y otros tantos reconocen a Cataluña? En fin, que al loro.
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